Cerrar puertas para abrirse: Suzume, de Makoto Shinkai

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Tras recorrer Japón de punta a punta, una joven adolescente llamada Suzume llega por fin a la región de Tōhoku, al noreste de la isla de Honshu, que fue su hogar hasta hace doce años, pero no hay nada ahí. No es que todos los habitantes se hayan mudado y el pueblo esté abandonado. Es que sencillamente no hay nada: el pueblo desapareció, incluida la madre de Suzume. En este punto el filme -que aborda un tema fantástico de portales que llevan a un inframundo- se funde con la realidad. El viernes 21 de marzo de 2011 la región de Tōhoku sufrió un brutal terremoto que arrasó con toda la zona y dejó miles de víctimas y cientos de huérfanos. El personaje de Suzume –según este relato- fue una de ellas; su madre pereció ahí y ella quedó a cargo de una tía que la adoptó como hija. Las imágenes en flashback en la que vemos a Suzume de niña recorriendo sola ruinas y devastación corresponden a lo que ocurrió tras el terremoto y el tsunami subsiguiente. Quizá el espectador japonés tenga claro en su recuerdo a que corresponden esas imágenes y lo que en esa región ocurrió, pero el público occidental no necesariamente lo sabe, por eso esta contextualización me parece importante darla, y facilitar así la comprensión de la trama de un filme que como Suzume (Suzume no tojimari, 2022) amerita ser disfrutado con todos los elementos de comprensión posibles a bordo.

Suzume (Suzume no tojimari, 2022)

Era arriesgado que el director Makoto Shinkai hubiera recurrido a un evento real para, a partir de ahí, desarrollar una trama fantasiosa que busca explicar desde su imaginación –con la ayuda del folclore y la mitología japonesas- por qué hay tanta inestabilidad geológica en el país. Y es riesgo al que me refiero era el de vulnerar la sensibilidad de quienes perdieron ahí a sus familiares y amigos. Una cosa es referirse a la lluvia derivada del cambio climático que supuestamente cae a toda hora sobre Tokio como en El tiempo contigo (Tenki no ko, 2019) y otra es construir un filme alrededor del recuerdo del terremoto más fuerte que ha padecido ese país y de lo que representa vivir a toda hora bajo la amenaza de un temblor de impacto impredecible. Sin embargo la apuesta jugó a su favor: el director Shinkai supo manejar el tema con absoluta sensibilidad, con la perspectiva de una sobreviviente. Suzume regresa a sus raíces, que recuerda con dolor, para por fin reencontrarse con sí misma y ponerse en paz con sus recuerdos de esa tragedia. Para lograrlo emprende un viaje desde su actual hogar en un pueblo costero de la isla de Kyūshū al sur occidente del país, ignorando que muchos acontecimientos terminarán llevándola, sin que ella se consciente, hasta Tōhoku, hasta su propio pasado.

Suzume (Suzume no tojimari, 2022)

Por esto Suzume se constituye en una road movie en la iremos por todo Japón de la mano de una adolescente a la que le fue encomendada por azar una misión entre fantástica y mágica, y que no sabe bien como llevar a cabo. Todos los medios de transporte terrestre posibles son los que va a utilizar para moverse –prófuga de casa y del colegio- amén de la solidaridad que le brindan otras mujeres que va a encontrar en el camino y que van a acogerla en sus hogares. En todos está de paso, a todas partes llega a “apagar incendios”: en realidad a cerrar portales por los que amenaza escapar un “gusano” que vive en el inframundo y que es el que hace temblar en Japón. Le ayuda en su tarea una silla infantil que le hizo su madre, y a la que le quedan tres patas y la impulsa la búsqueda de un esquivo gato que habla (la silla también es parlante). Como ven, el Japón que habita es real, su aventura no.

Suzume (Suzume no tojimari, 2022)

Makoto Shinkai se decanta de nuevo por personajes juveniles con problemas personales que buscan una redención que muchas veces simplemente está en ellos mismos. La fantasía es el principal aliado para sus búsquedas (y hallazgos) existenciales, y el director es exuberante en su despliegue de recursos creativos y visuales que dan forma a unas narraciones abigarradas e intrincadas, pero siempre atractivas e interesantes. No hay como distraerse de lo rápidas que son sus transiciones y de lo atractivas que son sus imágenes. La paleta de colores se mueve entre los azules del cielo y del mar, el verde de las praderas y los campos nipones, el gris opaco de los recuerdos, y el rojo furioso del inframundo. Hay mucho talento involucrado y bien invertido en esta producción y eso se nota.

Suzume (Suzume no tojimari, 2022)

No he querido revelar detalles de la historia porque es demasiado compleja para describirla y porque arruinaría la experiencia. La película se sostiene por sus propios méritos como road movie, filme de desastre, y fantasía ancentral con mundos paralelos imbricados. Pero falta mencionar un elemento. Si ustedes vieron Your Name (Kimi no na wa., 2016) sabrán que Makoto Shinkai es un romántico y que todas sus relatos son, en el fondo, una historia de amor. Y ya sabemos también que tras la búsqueda de afecto se emprenden muchas veces las más insólitas aventuras. Como la de Suzume.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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