Un nombre en quien confiar: Mike Nichols, 1931 – 2014

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Hay artistas cuya sola mención genera confianza. Eso me ocurría con Mike Nichols, un nombre al que asociaba por lo general con obras de buena calidad, fuera en el cine, el teatro o la televisión. Obviamente es una asociación subjetiva, pero Nichols la refrendaba con cada nuevo proyecto, sobre todo en años recientes. Nichols falleció en Manhattan el 19 de noviembre de 2014 a los 83 años, a consecuencia de un ataque cardiaco, dejando tras de sí un valioso legado, una selecta herencia de dieciocho largometrajes dignos de descubrir y repasar una y otra vez.

Mike Nichols no era de origen norteamericano. Nació en Berlín en 1931 y fue bautizado como Michael Igor Peschkowsky. Su familia lo llevó a Estados Unidos cuando tenía siete años, huyendo del nazismo. Su padre, que era un médico judío de origen ruso, fue el que cambio su segundo nombre –Nicholaiyevitch- y lo convirtió en un apellido, Nichols. Mike descubrió el cine siendo niño en el teatro de su barrio, al que huía para escapar de las constantes discusiones de sus padres. Al crecer entró en la Universidad de Chicago. Fue ahí donde Mike Nichols empezó a dirigir dramas y a sentirse a gusto en el medio artístico. “Desde el momento en el que llegué a este país, hasta que entré a la Universidad de Chicago nunca había tenido un amigo. Empecé a ver que existía un mundo en el que podía encajar. Estaba feliz y neurótico”, recordaba.

Mike Nichols y Elaine May en 1958

Mike Nichols y Elaine May en 1958

Posteriormente estudió actuación unos meses con Lee Strasberg en Nueva York. Regresó a Chicago en 1955 y ahí unió fuerzas con la actriz Elaine May para formar entre ambos un exitoso dúo cómico que se hizo famoso por sus improvisaciones en las tablas neoyorquinas. Empezando los años sesenta se separan y Nichols empieza a dirigir obras en los teatros de Broadway gracias a la confianza del productor Arnold Saint-Subber. Era un genio precoz que convirtió en mina de oro a dos comedias de Neil Simon, Descalzos en el parque y La extraña pareja. En el segundo semestre de 1966 cuatro obras dirigidas por él estaban presentándose simultáneamente en Broadway. Ya en ese entonces había ganado dos premios Tony y era uno de los directores de teatro más admirados del momento. Pero mientras eso ocurría, su debut en el cine venía rodándose desde el año anterior bajo los auspicios de la Warner…

El guionista Ernest Lehman, que estaba adaptando y produciendo para la gran pantalla el premiado drama de Edward Albee ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, fue el que pensó en que Richard Burton y Elizabeth Taylor eran los indicados para representar a la pareja protagónica. Y fueron ellos dos los que creyeron en Mike Nichols –al que conocían profesional y socialmente desde su años de Broadway- para dirigir el filme. “Elizabeth y yo sugerimos conseguir un director fresco y joven, porque es un drama joven, así trate de personas de la mediana edad. Elizabeth sugirió a Mike y todos se horrorizaron. Es su primera película, dijeron. Pero estábamos en una buena posición, porque teníamos derecho a vetar al director”, recordaba Burton.

Mike Nichols junto a Elizabeth Taylor y Richard Burton (derecha)

Mike Nichols junto a Elizabeth Taylor y Richard Burton (derecha)

Nichols había visto ¿Quién le teme a Virginia Woolf? en el teatro y sintió que era una obra impactante. Ahora le ofrecían dirigirla para la pantalla: era algo que no podía resistir. “No podía darle la espalda a este material. Rechazarla por miedo hubiera sido cobardía de mi parte”, explicaba. Exigió rodar en blanco y negro y aprendió al lado de muchos técnicos experimentados lo que necesitaba saber de este nuevo medio. No era fácil para un novato controlar a dos protagonistas como Liz y Dick pero sus esfuerzos se vieron bien recompensados: el violento volcán en erupción llamado ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966) fue nominado a trece premios Óscar y ganó cinco, incluyendo uno para Liz Taylor.

Rodaje de El graduado (The Graduate, 1967)

Fue un impresionante debut que iba a ser refrendado casi instantáneamente con la que sería su filme más recordado y admirado, El graduado (The Graduate, 1967), basado en una novela escrita por Charles Webb en 1963 y convertida en un guión por Buck Henry y Calder Willingham. En realidad iba a ser el debut de Mike Nichols como director, pero este optó por el drama –mucho más reconocido- de Edward Albee. El graduado, una historia tragicómica de emancipación personal y sexual, es lo que es por la actuación de Dustin Hoffman, seleccionado por Nichols luego de descartar a Robert Redford: lo que necesitaba no era un galán sino un hombre inseguro, y ese pánico pudo verlo en los ojos de Hoffman, que apenas tenía a su haber un pequeño rol en una película previa.

El director también triunfó al asegurarse los derechos de varias canciones ya previamente grabadas del dúo de Simon and Garfunkel, que compusieron específicamente un tema para el filme, el famoso “Mrs. Robinson”. El graduado costó alrededor de tres millones de dólares y en su temporada de estreno recogió en taquilla más de cuarenta millones, convirtiéndose en la película que más ganancias obtuvo en 1968. Fue nominada a siete premios Óscar y ganó solo uno: precisamente el de Mike Nichols como director.

Mike Nichols obtiene el premio Óscar por El graduado, 10 de abril de 1968

Mike Nichols obtiene el premio Óscar por El graduado, 10 de abril de 1968

Buck Henry fue el guionista de dos de las escasas cuatro películas que Nichols rodó en los años setenta: Trampa 22 (Catch-22, 1970) y El día del delfín (The Day of the Dolphin, 1973); ambas fueron desastres comerciales. De esa década el único largometraje memorable que hizo fue Conocimiento carnal (Carnal Knowledge, 1971), con la premisa de contarnos la vida sexual de dos hombres, compañeros de cuarto en la universidad. Lo curioso es la época en que está ambientada: los años cuarenta. Nichols hace un seguimiento antropológico a su conducta sexual en esos años de represión y nos lo cuenta con detalles que tuvieron que ser escandalosos para la época de su estreno. Una subvalorada película, sin duda.

Conocimiento carnal (Carnal Knowledge, 1971)

Refugiado en el teatro tras los malos resultados de sus filmes, solo volvió al cine en 1983 para dirigir a Meryl Streep en la aclamada Silkwood, con guión de Norah Ephron. La historia, basada en un personaje real -Karen Silkwood, una trabajadora de una planta metalúrgica que manejaba plutonio sin las condiciones laborales adecuadas- está contada con absoluto realismo, con un tono fluido y natural. Lejos de relatarnos la vida de una mártir, Nichols aprovecha para mostrarnos la existencia imperfecta de una mujer sin muchas oportunidades, pero determinada a defender sus derechos para darle algo de dignidad a su vida. En los años ochenta solo dirigió otras tres cintas, la anémica El difícil arte de amar (Heartburn, 1986), Biloxi Blues (1988) y la recordada Working Girl (1988), con sus seis nominaciones al Óscar. En 1988 Nichols se casó con la reconocida periodista de televisión Diane Sawyer, convirtiéndola en su cuarta esposa.

Mike Nichols, Melanie Griffith y Harrison Ford durante el rodaje de Working Girl (1988)

Mike Nichols, Melanie Griffith y Harrison Ford durante el rodaje de Working Girl (1988)

La siguiente década la empezaría en muy buena forma con Recuerdos de Hollywood (Postcards from the Edge, 1990), empleando su mezcla comprobada de comedia y drama en una narración llena de sutiles matices, acerca de una actriz de cine adicta a las drogas que ha vivido a la sombra de su famosa madre. Los años noventa lo verían triunfar con un remake de La jaula de las locas (The Birdcage, 1996) con guion de su querida Elaine May. En el siglo XXI solo hizo dos cintas, ambas muy recordadas: Closer (2004) y Juego de poder (Charlie Wilson’s War, 2007); no hizo más porque se dedicó a explorar un nuevo medio: la televisión. A él se le debe la película de HBO, Wit (2001) y la miniserie Ángeles en América (2003). Con ambas producciones obtuvo el premio Emmy y se convirtió en una de las doce personas que han ganado los cuatro premios norteamericanos de la industria del entretenimiento: el Óscar, el Tony, el Emmy y el Grammy (este último lo obtuvo por el álbum An Evening with Mike Nichols and Elaine May en 1960). Eso sí, nunca dejó el teatro: en el 2012, Nichols dirigió a Philip Seymour Hoffman en La muerte de un viajante, su último papel en las tablas, y el año pasado tuvo a sus órdenes a Daniel Craig y Rachel Weisz en Betrayal, escrita por el Nobel Harold Pinter.

Mike Nichols y Tom Hanks durante el rodaje de Juego de poder (Charlie Wilson’s War, 2007).

A diferencia de otros directores de su generación cuyas características temáticas y de estilo permiten definirlos como autores, Mike Nichols fue difícil de circunscribir en esa categoría. En una entrevista a finales de 1998 mencionaba que “Me siento atraído por el misterio del matrimonio. Uno nunca sabe lo que pasa cuando el contrato es entre dos personas, y ese es un tema fuerte. Pienso que ese es mi tema”. Tiene razón. Nichols fue un explorador de las relaciones humanas dictadas por los sentimientos y los deseos, fueran conyugales o no. Fue en esas películas, desde ¿Quién le teme a Virginia Woolf? hasta Closer, donde más cómodo se le sintió, donde más fuerte se alcanza a distinguir su confiable huella. Nos retrató, en la alegría y el dolor, y en ambos espectros supo vernos. Y, sobre todo, entendernos.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 30/11/14). Págs. 4-5
©El Colombiano, 2014

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Mike Nichols, 1931 – 2014

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