Al borde de un ataque de nervios: Relatos salvajes, de Damián Szifrón
Con el marco de la sala Debussy prácticamente llena se exhibió en el Festival de Cine de Cannes la película argentina Relatos salvajes, la única cinta de nuestra región y de nuestro idioma en la competencia oficial que aspira a ganar la Palma de oro, el máximo premio del evento. Incluso su misma inclusión en este selecto apartado de filmes causó sorpresa entre los mismos argentinos, dado que la trayectoria de su director y guionista, Damián Szifrón, con solo dos películas previas, no tiene el reconocimiento de realizadores con una obra más cercana al espíritu artístico de Cannes, como Lisandro Alonso o Lucrecia Martel.
Cualquier prevención se desvanece al iniciarse este largometraje que juega con el vértigo, la sorpresa y el humor negro. Se trata de seis historias, podría decirse que seis cortometrajes, sin relación directa entre sí distinta a mostrarnos situaciones aparentemente inverosímiles y extremas, pero en el fondo perfectamente viables, donde sus personajes tienen y deben reaccionar ante algo que saca a flote sus raíces más primarias, dejando de lado normas, reglas, leyes y protocolos: la sangre caliente reemplaza a las decisiones meditadas. Dado que la violencia termina siendo la válvula de escape común, Szifrón opta por el humor negro y la sátira para aligerar un poco la carga dramática de la narración. Se alcanza a sentir la influencia de Quentin Tarantino en el tono juguetón, nada solemne, de Relatos salvajes.
Puesto que algunas de esas historias implican vivencias que cualquiera podría experimentar, la identificación con el público -por lo menos con el latinoamericano- es instantánea. Lo que hace especial a las situaciones que Szifrón nos presenta es la reacción de sus protagonistas, esa sí llevada a un límite donde es probable que ninguno de nosotros alcance a llegar: venganzas pacientemente elaboradas y ejecutadas, desquites sin compasión, propuestas y acuerdos más allá de la decencia, humillaciones públicas. La película muestra lo que a lo mejor nos gustaría hacer pero que al final no llevamos a cabo. “Esta película no es un fresco realista de la sociedad latinoamericana o argentina pero sí creo que es una mirada posible sobre las emociones y las sensaciones que nos provoca la realidad”, expresó el director durante la rueda de prensa.
Lo mejor de Relatos salvaje es que jamás pierde el ritmo. Cada clímax viene seguido de otra historia con igual fuerza y con una resolución igual de potente. Semejante equilibrio es muy difícil de conseguir en el cine, pero la crítica europea y norteamericana parece haber visto en este filme una obra menor, divertida pero intrascendente. Parece que hecho de ser una comedia le restara puntos, como si entretener fuera más fácil que aburrir. Allá ellos. Los críticos de la región -uruguayos, chilenos, dominicanos, cubanos, argentinos- consideramos por el contrario que la película de Szifrón ha sido un oasis entre tanto filme demasiado rígido y pagado de sí mismo.
Publicado en la columna “Séptimo arte” del periódico El Tiempo (Bogotá 22/05/14). Pág.7, sección “Debes hacer”.
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