Arquitectura del vacío: North by Northwest, de Alfred Hitchcock
“Nada es casual en esta película”
-Alfred Hitchcock
Roger Thornhill se dispone a cenar en el tren que lo lleva de Nueva York a Chicago y como va solo, debe compartir mesa con una misteriosa y bella rubia, Eve Kendall, con quien se había cruzado al subirse al tren y que inesperadamente le ayudó a escapar de la policía que lo persigue. Ahora están frente a frente en una cena que es ante todo un juego de seducción nada tímido. En un momento dado ella va a fumar un cigarrillo y él le pasa una cerilla de una caja personalizada con sus iniciales: R.O.T. –“¿Qué significa la O?, le pregunta ella. –“Nada”, le responde él. Es un signo vacío, una disculpa, un distractor. He ahí en esa pregunta y en esa respuesta lo que constituye el nudo dramático de North by Northwest (1959) –conocida en España como Con la muerte en los talones y en América latina como Intriga internacional– la quintaesencia del estilo de Alfred Hitchcock en los años cincuenta y una de las muestras más claras de su brillantez como narrador cinematográfico.
Escrita por el guionista Ernest Lehman, Todo en North by Northwest apunta a la vacuidad simbólica: rótulos, nombres, identidades, pistas falsas, señuelos humanos. Roger Thornhill (Cary Grant) es un publicista de Madison Avenue, encargado por ello de maquillar mentiras (“exageración conveniente”, llama él a su labor), que busca desesperadamente a un hombre elusivo que lo ha dejado sin identidad y sin certezas, convertido en prófugo de la justicia, acusado de asesinar a un diplomático. Aquí nada es lo que parece, en realidad.
Hitchcock echaba mano en sus filmes de un dispositivo narrativo llamado MacGuffin, que era el pretexto que hacia avanzar la acción, pero que en el fondo carecía de importancia. Habitualmente era un objeto que las fuerzas antagónicas del relato se disputaban y en North by Northwest hay dos: uno obvio, como es un microfilme escondido en una estatuilla de cerámica, y uno menos obvio, un hombre al que Thornhill y unos espías extranjeros buscan por igual: George Kaplan, escurridizo agente del gobierno, al que los espías confunden con Thornhill. Esa confusión va a ser la perdición de este publicista: van a secuestrarlo, interrogarlo, intoxicarlo con alcohol y dejarlo ebrio para que se mate en una carretera. Y todo eso apenas en una escena.
Thornhill busca a Kaplan para aclarar todo, pero lo que no sabe es que al ser inesperadamente confundido con él, se ha convertido en un títere al servicio de su gobierno, una ficha más a la que van a utilizar según les convenga. En North by Northwest nosotros sabemos lo qué está ocurriendo en realidad, pero ni Thornhill ni los espías que lo persiguen conocen la verdad. Él quiere dar con Kaplan, la policía busca a Thornhill por un crimen que no cometió, y los espías quieren liquidarlo, convencidos que en realidad él es Kaplan. Arranca así una triple persecución que lleva a nuestro prófugo de Nueva York a Chicago y de ahí a Rapid City, en Dakota del sur, cerca al monte Rushmore.
Es en el tren entre Nueva York y Chicago que encuentra una aliada en Eve Kendall (una bellísima Eva Marie Saint), una mujer que parece sentirse atraída por la notoriedad mediática que él ha adquirido como prófugo, pues de otra forma no se explica porqué quiere ayudarlo y seducirlo. Realmente ser plausible no le interesaba a Hitchcock. Para él lo fundamental era la emoción que generaba en el espectador y North by Northwest es paradigmática de ambos aspectos. Hay una escena icónica de este filme que ocurre de día a campo abierto en la carretera entre Chicago e Indianápolis. Se supone que Kaplan ha citado allí a Thornhill para al fin conocerse y explicarle lo que ocurre, pero todo es una trampa mortal. Explicaba Hitchcock: “Quise reaccionar contra un viejo clisé: el hombre que se ha presentado en un lugar en que probablemente va a ser asesinado. Ahora bien, ¿qué es lo que se hace habitualmente? Una noche «oscura» en una pequeña plazuela de la ciudad. La víctima espera, de pie en el círculo luminoso de un farol. El pavimento está mojado por una lluvia reciente. Un primer plano de un gato negro que corre de manera furtiva a lo largo de una pared. Un plano de una ventana, el rostro de alguien que, a hurtadillas, aparta los visillos para mirar afuera. La lenta aproximación de un coche negro, etc…. Yo me hice la siguiente pregunta: ¿qué sería lo contrario de esta escena? ¡Una llanura desierta, en pleno sol, ni música, ni gato negro, ni rostro misterioso tras las ventanas!” (1). Desafiando nuestras expectativas, Hitchcock creó una escena llena de suspenso pero que es tan gratuita que no vale la pena ni pensar porque los espías se tomarían el trabajo de contratar una avioneta fumigadora y desde ahí dispararle a un blanco móvil.
Y así podría uno continuar, pero con el riesgo de arruinar la magia de una película que está construida a partir de una premisa falsa y que como tal se comporta. No entraré en ese juego: North by Northwest como está concebida es un montaña rusa permanente de adrenalina y así es perfecta. Que por su velocidad no de tiempo de racionalizarla es una de sus muchas virtudes. En una cena con el guionista Ernest Lehman, Hitchcock se refería a eso: “Ernie, ¿te das cuenta de lo que estamos haciendo en esta película? La audiencia es como un órgano gigante que tú y yo estamos tocando. En un momento tocamos esta nota sobre ellos y obtenemos esta reacción, y luego tocamos ese acorde y ellos reaccionan de esa manera. Y algún día ni siquiera tendremos que hacer una película -habrá electrodos implantados en sus cerebros, y simplemente presionaremos diferentes botones y ellos dirán ‘ooooh’ y ‘aaaah’ “y los asustaremos y los haremos reír. ¿No será eso maravilloso?” (2).
El asesinato en las Naciones Unidas, la escena de la subasta, los disparos a Thornhill desde el mirador del monte Rushmore, el escape de la casa del espía Vandamm (que hace homenaje a la obra de Frank Lloyd Wright) y el clímax sobre las esculturas de los rostros de los presidentes en Rushmore… todo hace a esta película una delicia delirante, absolutamente disfrutable incluso desde su gratuidad. Además Hitchcock encontró en Cary Grant al intérprete ideal pues el papel de Roger Thornhill le permite ser a la vez galán, víctima, comediante, espía y héroe. Y esa mezcla era la esencia suave y etérea de Cary Grant.
North by Northwest fue hecha para la MGM. Hitchcock recibió $250.000 dólares y el 10% de las ganancias brutas si estas superaban los 8 millones de dólares. Se rodeó de sus mejores colaboradores y eso se nota:, historia original de Ernest Lehman, producción de Herbert Coleman, fotografía a cargo de Robert Burks, la espectacular banda sonora la compuso el maestro Bernard Herrmann, el montaje fue de George Tomasini y Saul Bass hizo la secuencia de créditos inicial. Con esas condiciones técnicas y humanas cualquier rodaje es más sencillo de lo habitual. Este se inició el 27 de agosto de 1958 en Nueva York y concluyó el 17 de diciembre de ese año.
James Stewart quería el papel de Roger Thornhill, pero Hitchcock pensaba en Cary Grant, así que esperó a que el primero se involucrara en el rodaje de Me enamoré de una bruja (Bell Book and Candle, 1958) para contratar a Grant por 450.000 dólares, el diez por ciento de los beneficios si estos excedían los 8 millones de dólares, más una prima de 5000 dólares diarios si tras el contrato el rodaje pasaba de las siete semanas. El actor –en su cuarta y última colaboración con Hitchcock- quería a Sophia Loren junto a él, pero Carlo Ponti no lo permitió. La MGM presionó por Cyd Charisse, pero ya Hitchcock tenia definida a su actriz protagónica. Eva Marie Saint tenía treinta y cuatro años y ya había ganado un Oscar como actriz de reparto por Nido de ratas (On the Waterfront, 1954). Trabajar con Hitchcock fue una gran oportunidad como ella y el director se dedicó a cuidarla y a seleccionar puntillosamente su vestuario. “Hitchcock no experimentó inclinaciones románticas de ningún tipo hacia una actriz tan dispuesta y sencilla. No surgió una relación compleja como la de Vera Miles ni tampoco se produjeron las discusiones de Kim Novak. Eva Marie Saint fue dócil y adaptable” (3).
Tras los tonos trágicos –pero magníficos- de Vértigo (Vertigo, 1958), Hitchcock reverdece y saca a la vista su lado más ligero y comercial pero sin dejar de lado sus señas particulares: un falso culpable, una crisis de identidad, una rubia, dos MacGuffin, humor negro y de doble sentido, y una trama tan brillante como puramente cinematográfica. Eso es North by Northwest. Y ese es Hitchcock, a propósito.
Referencias:
1. François Truffaut, El cine según Hitchcock, 3ª reimpresión, Madrid, Alianza Editorial, 1993, p. 222-223
2. Lauren Gail Berlant (Ed.), Compassion: The Culture and Politics of an Emotion, Londres, Routledge, 2004, p. 166
3. Donald Spoto, Las damas de Hitchcock, Barcelona, Lumen, 2008, p. 278
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