Aunque usted no lo crea: Un cuento chino, de Sebastián Borensztein

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Un consejo desinteresado para cualquier productor hispanoamericano que desee que su película sea estrenada en Colombia: incluya a Ricardo Darín en el reparto. Por fortuna Darín es un excepcional actor, lo cual no hace muy descabellada ni improcedente la sugerencia. Del año 2000 para acá, Darín ha actuado en 17 películas, de las cuales 8 se han estrenado aquí (espero que Elefante blanco, de Pablo Trapero, sea la novena). Dado que en nuestro país los distribuidores de cine tienen una mínima confianza en las películas de estas latitudes, se apoyan -como parámetro para traer estas cintas- en una figura que el público pueda reconocer. Me alegra por Darín, me preocupa el cine que nos estamos perdiendo.

Obviamente la película a la que voy a referirme está protagonizada por Ricardo Darín, faltaba más. Un cuento chino (2011), es el segundo filme del director, guionista y actor argentino Sebastián Borensztein, luego de haber debutado con La suerte está echada (2005). Una noticia insólita es la semilla de un guión que tiene a esa anécdota como núcleo: una vaca cae del cielo, arrojada desde un avión ruso cuya tripulación la había robado, y hunde un pesquero japonés. Borensztein le da un vuelco romántico al suceso, lo pasa de aguas japonesas a chinas, y en un arriesgado triple salto mortal se lleva todas las consecuencias humanas de esta historia para Buenos Aires. Sí, aunque usted no lo crea.

Realmente lo que el director quiere contarnos es una historia que ya hemos oído, leído y visto antes. La de un hombre a.) huraño, b.) solitario, c.) golpeado, d.) resentido (se puede escoger una combinación flexible de estas características o añadir otras como la misoginia, por ejemplo) cuya existencia se sacude ante la llegada de una persona inesperada y absolutamente opuesta a la que primero va a rechazar y luego a necesitar y extrañar, para al final observar sorprendido como su vida se transformó gracias a ese contacto humano.

Nuestro esquematizado protagonista, Roberto (protagonizado por Darín), es el propietario de una ferretería modesta y tan anclada en el pasado como él. Se trata de un solitario veterano de la guerra de las Malvinas, con subrayados comportamientos obsesivo compulsivos y unas fronteras afectivas infranqueables. Quien va aparecer en su vida no es un hijo de cuya existencia no tuviera noticias o una ahijada alocada o un sobrino revoltoso. No, esta vez va a ser un joven inmigrante chino en busca de un tío, y que no habla una palabra de nuestro idioma. La combinación daba para un sinfín de situaciones graciosas derivadas del choque cultural y de la barrera lingüística, pero el director Borensztein opta por un abordaje más dramático, apuntalándose más bien en lo complejo de la situación del chino y en las dificultades de convivencia que tendrá que padecer Roberto con su obligado acompañante. Nada es demasiado gracioso ni demasiado trágico acá, una medianía solo forzada por la anécdota curiosa e improbable que une lateralmente ambas vidas y de la que –si lo pensamos bien- perfectamente se hubiese podido prescindir.

Un cuento chino es una película sin mayores ambiciones. Por fortuna la manipulación afectiva del espectador no es una de ellas. Está narrada con sencillez, sabe que su protagonista no es un hombre simpático ni que vaya a conseguir muchos adeptos pero se arriesga a intentar que Darín consiga darle vida propia y –sobre todo- credibilidad a Roberto. Darín lo logra, como casi siempre. Debe ser por eso que lo vemos tanto por aquí.

Publicado en la revista Arcadia No. 81 (Bogotá, junio-julio/12). Pág. 37
©Publicaciones Semana, S.A. , 2012

Un cuento chino

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