Batallas pedagógicas: La clase, de Laurent Cantet
Llega a nuestras pantallas el largometraje que obtuvo la Palma de Oro en Cannes el año anterior: La clase (Entre les murs, 2008), dirigida por Laurent Cantet, el autor de Recursos humanos (1999) y El empleo del tiempo (2001). Un director que se revela a través de relatos -en apariencia sencillos- de hombres en relación con un entorno social específico, pero que en el fondo nos dejan ver una posición humanista, crítica y comprometida.
En su más reciente película parece apelar a una tradición de filmes sobre el sistema educativo, casi ya un lugar común, en el que un profesor llega a enfrentarse a un grupo de estudiantes rebeldes, que terminarán seducidos ante la tenacidad y buenos propósitos del docente. Títulos clásicos como Blackboard Jungle (1955) y To Sir, With Love (1967) son paradigmáticos de esta tendencia que se ha prolongado hasta nuestros días. Sin embargo, quiero creer que el espíritu que habita en La clase es más subversivo y la emparenta con Jean Vigo y su Cero en conducta (1933), Truffaut y Los cuatrocientos golpes (1959), Anderson y su If… (1968), tal es el grado de conflicto -generacional, pedagógico, social, de principios- que se respira en este filme.
Inspirado en el libro homónimo de François Bégaudeau, quien a su vez figura como coguionista y protagonista, La clase nos cuenta del año escolar que el profesor Marin, docente de francés en una secundaria parisina, va a iniciar. Sus alumnos son adolescentes de diversa extracción racial y cultural, pero todos comparten un sentimiento de apatía, desconfianza de la autoridad y sospecha frente a lo establecido, que los hermana. Confrontan todo lo que se les dice, no quieren que se les impongan o se les apliquen leyes, reglas, conceptos caducos. Conocen sus derechos, saben hasta dónde provocar al profesor sin salir mal librados y también saben dónde golpearlo, cuáles son sus puntos débiles como ser humano.
El profesor Marin tiene buenas intenciones, paciencia, fe en ellos. Lo acompañamos a intentar que los alumnos entiendan el significado de una palabra, la división en sílabas de un poema, la confección de un autorretrato. Pero se choca de frente contra un muro sólido de voces que tienen un criterio propio que él no alcanza a comprender. Los estudiantes lo interrogan, le hacen perder la paciencia, decir cosas que no debía. Ambos bandos se muestran frágiles, incapaces de vencer al -llamémoslo así- adversario.
Dando tumbos, llega el fin del año escolar. ¿Habrá valido la pena tanto desgaste, tanto debate, tanta disputa irresoluta? La última estudiante que se acerca al profesor Marin tiene la respuesta.
Publicado en el periódico El Tiempo (11-06-09) Pág. 1-18
©Casa Editorial El Tiempo, 2009