La bestia debe morir: Dogman, de Matteo Garrone

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Marcello se antoja una suerte de duendecillo. Su aspecto frágil, su voz nasal, sus maneras afectadas y cierto aire de pusilanimidad confluyen para darnos la idea de un personaje entre ingenuo y poco dotado intelectualmente, que sobrevive como peluquero y cuidador de perros en un poblado italiano costero que es, literalmente, una ruina. Marcello (al que da vida Marcello Fonte), protagoniza Dogman (2018), de Matteo Garrone con una mezcla de ternura y picardía, pues ese amante de los perros y padre de una hija de unos once años a la que adora, también es un pequeño traficante de cocaína y admirador, secuaz y víctima de un matón, Simone.

El aspecto desértico y decadente del pueblo donde vive Marcello (la película fue rodada en Villaggio Coppola, un sector de Castel Volturno, en Caserta, al suroccidente de Italia) es perfecto para equiparar a Dogman con un western. Uno donde hay un asaltante de bancos, que a la vez extorsiona a los habitantes y se dedica al abigeato, mientras mantiene aterrorizado al lugar, pues no hay un sheriff que lo ponga en su sitio. Los pobladores viven entre el miedo y la amenaza de este matón (en otro tipo de relato perfectamente podría ser un ogro), mientras Marcello se debate entre la connivencia y la fascinación que Simone (interpretado por Edoardo Pesce) le genera con sus actos criminales, de los que él, paradójicamente, también es víctima. Simone abusa una y otra vez de su debilidad física, de su inseguridad y sobre todo del efecto que su presencia genera en Marcello.

Dogman (2018)

Dogman es, ante todo, un estudio brillantemente ejecutado de la fascinación que genera la maldad, el sentir que es posible estar por encima de normas y reglas gracias a la ley atávica del más fuerte. Marcello es incapaz de resistirse a Simone, así sepa que lo están utilizando, que este bandido no es su amigo ni su socio. Es la obediencia al macho alfa de la manada, eso es algo que no se discute, algo que se da por hecho. Y Marcello juega muy bien su rol de esbirro, de perro faldero. Sin embargo, la mirada del director Matteo Garrone es absolutamente compasiva frente a este hombre pusilánime que tiene todo para perder y que pese a eso parece haber hecho un pacto indestructible de lealtad frente a un criminal sin escrúpulos. Garrone no lo juzga, Marcello es un mar de contradicciones y confusión debajo de esa coraza frágil y obsecuente, y el actor Marcello Fonte así lo interpreta, en una actuación magnifica que fue premiada en Cannes.

Dogman (2018)

La película tiene un punto de inflexión: Marcello expía culpas ajenas y considera que con ese acto de sacrificio es, ante los ojos de Simone, un par, un igual. Su decepción posterior es como quitarse por fin un antifaz que tenía sobre los ojos y entender que todo el tiempo ha sido un idiota útil, un títere. Su redención será, ya lo imaginan ustedes, violenta. Casi que todo el metraje de Dogman hemos estado esperando esta reacción vindicativa de Marcello, pero para él no es fácil, es el derrumbe de un ídolo, es sentir que está traicionando un pacto que él hizo con él mismo, pese a que por eso mismo ya es una suerte de paria social al que todos rechazan. ¿Observaron su reacción en los últimos planos del filme? ¿Se fijaron en la confusión y el desespero de su rostro? ¿Vislumbraron su dolor frente a lo que hizo? Garrone creó en Dogman un personaje trágico muy complejo, que tiene a la vez nuestra solidaridad, nuestra lástima y nuestro pasmo. Su soledad en esos momentos finales es sencillamente aterradora.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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