Hollywood según Bob Rafelson…

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El pasado 23 de julio falleció, a los 89 años, el director, guionista y productor neoyorquino Bob Rafelson uno de los hombres que le cambió la cara al cine norteamericano de los años 70.

Estamos a principios de los años sesenta del siglo XX. Lean por favor lo que le dijo Bob Rafelson a Bert Schneider cuando se encontraron, como habitualmente lo hacían, para caminar al mediodía por Central Park: “El problema de hacer cine no es que no contemos con gente con talento; lo que pasa es que no tenemos la gente con el talento necesario para reconocer el talento. Mira Francia, por ejemplo, con la nouvelle vague, o Inglaterra, donde Tony Richardson tiene su propia productora, Woodfall, mira las películas neorrealistas de los italianos. Aquí también hay gente como ellos, pero falta el sistema que les permita prosperar, no hay nada que estimule a los artistas. Lo que esta industria necesita no son mejores directores, sino mejores productores, dispuestos a darles una oportunidad a los directores con ideas para que hagan las películas a su manera”. Bert era hijo del presidente de Columbia Pictures, Abraham Schneider, que lo nombró en la división de televisión de la empresa, Screen Gems. El neoyorquino Bob Rafelson –egresado del programa de filosofía de Dartmouth College- era en ese momento productor asociado en esa misma compañía, tras haber sido despedido de Universal Pictures.

Bob Rafelson y Bert Schneider en 1967

Cuando Bert Schneider falleció en diciembre de 2011, el periodista y escritor Peter Biskind en un obituario publicado en la revista Vanity Fair afirmó que: “Si, como un buen muchacho, Schneider hubiera sucedido a su padre en la gerencia en vez de irse hacia el lado oscuro, no habría habido Dennis Hopper, ni Peter Bogdanovich, ni Jack Nicholson o George Lucas”. En 1965, Schneider renunció a Screen Gems y junto a Bob Rafelson fundaron Raybert Productions: se habían ido al lado oscuro del “nuevo Hollywood” que ambos iban a hacer progresar con su empresa productora. Sin embargo, empezaron por la televisión aprovechando los contactos que ambos tenían en este medio.

The Monkees

Suya fue la idea –inspirada en A Hard Day´s Night (1964), de Richard Lester, de contar las aventuras cómicas de un cuarteto musical en un seriado televisivo. Obviamente no podían contar con The Beatles, así que crearon un grupo ex profeso: The Monkees. Fueron un éxito enorme tanto en audiencia, como en fanaticada musical, pues Raybert contrató los mejores compositores y músicos para hacer de este cuarteto ficticio un suceso mediático. El furor de The Monkees le permitió a Bob Rafelson debutar como director con Head (1968), un musical psicodélico que funciona como un pastiche alocado de géneros y estilos, pero con una consciencia clara de denuncia: en medio de la aparente anarquía narrativa hay material documental de la guerra de Vietnam. Ahí estaba el horror del presente, imposible de ocultar.

Head (1968)

Un año antes, Bonnie and Clyde, dirigida por Arthur Penn, marcó el inicio de un nuevo movimiento sobre las cenizas del Hollywood clásico, uno donde las imposiciones de la censura que imperó durante décadas quedaban atrás, en pro de una libertad creativa que buscaba equipararse a las vanguardias europeas. Raybert Productions estaba atento al desarrollo de ese nuevo Hollywood: tras ganar considerable fama y prestigio con The Monkees, pese a que Head fue un fracaso, Rafelson y Schneider confiaron en Denis Hopper y en Peter Fonda e invirtieron menos de $400.000 dólares para que ellos rodaran Easy Rider (1969), la película ícono de la contracultura hippie de los años sesenta, un monumental éxito que para 1972 ya había recogido 60 millones de dólares en todo el mundo y que abrió la puerta para que se colara por ahí toda una nueva generación de directores, guionistas y actores que renovaron el cine norteamericano llenándolo de vitalidad y de riesgo.

Dennis Hopper, Bob Rafelson y Jack Nicholson

Uno de ellos fue sin duda Jack Nicholson. Egresado de “la escuela” de actuación de Roger Corman, fue coguionista de Head, actor secundario en Easy Rider –recibió por ello su primera nominación al Óscar- y va a ser el protagonista de dos películas muy importantes de los años setenta dirigidas ambas por Bob Rafelson, Five Easy Pieces (1970) y The King of Marvin Gardens (1972), hechas cuando ya Raybert se había convertido en BBS Productions, tras la incorporación de un tercer socio, Stephen Blauner, amigo de infancia de Bert Schneider y que había sido un ejecutivo en Screen Gems. Obviamente BBS no solo se dedicaba a hacer películas de sus integrantes: a ellos se les debe la existencia de La última película (The Last Picture Show, 1971), de Peter Bogdanovich, A Safe Place (1971), de Henry Jaglom, el debut de Jack Nicholson como director, Drive, He Said (1971) y el documental de Peter David Hearts and Minds (1974).

Bob Rafelson y Jack Nicholson

Recordaba Jaglom que “queríamos que las películas fueran un reflejo de nuestra vida, esa ansiedad que se propagaba como consecuencia de la guerra, los cambios culturales de los que todos éramos hijos… la idea original de BBS era que, en cierto modo, todos éramos polivalentes: todos éramos guionistas, directores y actores, y trabajaríamos en las películas de todos, no darían un porcentaje, haríamos películas baratas, todo el mundo trabajaría, todos participarían”. Por eso hay interconexiones y vasos comunicantes entre todos estos filmes: el cinematografista László Kovács, los actores Jack Nicholson y Karen Black, los guiones de Rafelson…todo era demasiado perfecto como para que fuera a durar demasiado.

Five Easy Pieces (1970)

En el apogeo de BBS llegarían las películas dirigidas por Rafelson, su aporte directo e indeleble al nuevo Hollywood. Five Easy Pieces, conocida en español como Mi vida es mi vida, es una cinta de clara inspiración europea. Es la historia de un obrero de un complejo petrolero, Robert –Bobby- Dupea (Nicholson), que vive modestamente en Bakersfield, California, con una mesera, Rayette (Karen Black), amante de la música de la cantante country Tammy Wynette. No son exactamente felices, podríamos decir que se soportan, pese a los maltratos y al desdén de Robert. Se saben condenados pero prefieren pasar ese detalle por alto. Robert oculta un secreto de su pasado, de su origen y de su trayectoria, algo que debe de nuevo enfrentar pese a su nihilismo: ha de viajar (no regresar, aclaro) a la casa paterna que un día abandonó y enfrentarse a su familia y a él mismo. Su pasado, sus ambiciones, una nueva posible ilusión, todo parece caerle encima a Robert, reclamándole el haber huido. Pero lo suyo es una fuga perpetua, un auto exilio del alma. No van a poder detenerlo.

Five Easy Pieces (1970)

Five Easy Pieces bebió del Truffaut de Disparénle al pianista (Tirez sur le pianiste, 1960): Robert es ese Charlie Koller huyendo de su pasado que Aznavur interpretó ahí; pero también es el Andreas (Max von Sydow) vaciado de sentimientos de La pasión de Anna (En passion, 1969), del maestro Ingmar Bergman. Robert es una amalgama de ambos, pero también es Jack Nicholson jugando por primera vez a ser ese intérprete desbordado de enorme rango histriónico por el que siempre va a ser recordado. La película fue un triunfo artístico y le dio a Karen Black su única nominación al premio Óscar como mejor actriz de reparto. “No teníamos ninguna ambición ardiente o eslogan para cambiar Hollywood. Simplemente sabíamos que había una manera de hacer algo que era más genial que la forma en que se había hecho”, le diría Rafelson a Los Angeles Press al momento del estreno de Five Easy Pieces.

Bob Rafelson, Jack Nicholson y Karen Black durante el rodaje de Five Easy Pieces (1970)

Rafelson vuelve a unirse a Nicholson dos años después para hacer ahora The King of Marvin Gardens, un filme inclasificable rodado en la Atlantic City antes que se legalizara el juego y las apuestas en esa ciudad, cuando aún existían esos grandes hoteles que antes que se termine esa década van a ser demolidos para dar paso a mega casinos. Es testimonio de una época perdida, como lo es de la relación entre dos hermanos, David y Jason Staebler, completamente opuestos en personalidad y que llevan años sin hablarse. David, retraído e introvertido, es locutor y anfitrión de un programa radial nocturno y Jason es un soñador lleno de proyectos que jamás se concretan, y que vive a toda hora en el borde de la ilegalidad. Su reino es el de las piezas del juego original de Monopolio. David va a ayudarle, literalmente, a construir un castillo de naipes. Los acompañan en este sendero autodestructivo la mujer de Jason, Sally (nada menos que Ellen Burstyn) y su secretaria, un rol ambiguo y muy sugerente interpretado por Julia Anne Robinson, que moriría tres años después.

The King of Marvin Gardens (1972)

Contra todo pronóstico, Rafelson decidió que David fuera interpretado por Nicholson y Jason por Bruce Dern. Ese desafío a las expectativas jugó a favor de una película que fue exigente con ambos actores. Su idea con ese cambio de roles era “eliminar las preconcepciones del público, sus puntos de apoyo, para que la violencia resulte más violenta, la belleza más bella y el sexo más sexy. Así todo se amplifica”. The King of Marvin Gardens tiene la lúdica absurda de Fellini, el vació existencial de Antonioni y la desazón estadounidense que en ese momento tenía en los bombardeos de Vietnam su gran dolor internacional y el inicio del escándalo de Watergate en el plano doméstico. Es la desilusión la atmosfera dominante del filme, es el hacer pedazos el sueño americano, constatando que es, simplemente, un sueño.

The King of Marvin Gardens (1972)

Igual le pasó a BBS. Ese mismo 1972 es el año en que Coppola estrenó El padrino (The Godfather), Huston hace Fat City y Fosse se inmortaliza con Cabaret. Al año siguiente Scorsese va a lanzar Calles peligrosas (Mean Streets, 1973). Rafelson, Schneider y Blauner se dan cuenta que su empresa es pequeña y que hacen películas con un presupuesto limitado, para un público de nicho y que no van a poder competir. Y aunque ganan el premio Óscar a mejor documental con Hearts and Minds en 1975, ese va a ser el último proyecto de BBS. Rafelson va a hacer una última película en esa década, Stay Hungry (1976) y Schneider va a producir para Terrence Malick la esplendorosa Días de gloria (Days of Heaven, 1978). Producirá un filme más y va a retirarse de la escena pública –entre matrimonios fracasados, radicalismos políticos, drogas y excesos- cuando ya el cine era otra cosa, menos ingenua y artesanal.

Bob Rafelson

Rafelson hace dos películas en los años ochenta, tres en los años noventa (incluyendo Las montañas de la luna) y solo una en el siglo XXI, Sin motivo aparente (No Good Deed, 2002). Sin embargo, su legado a través de Raybert y de BBS será eterno: el nuevo Hollywood fue algo diferente y más retador gracias a él y a su visión.

Publicado en el periódico El colombiano en el suplemento “Generación” No. 8 (septiembre, 2022) páginas 22-23
©El Colombiano, 2022

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

BBS Productions: Bob Rafelson, Steven Blauner y Bert Schneider

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