Humo blanco: Habemus Papa, de Nanni Moretti

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Elegida como la mejor película del 2011 por la decana de todas las revista de cine, la publicación francesa Cahiers du Cinéma -superando a filmes de Malick, Dumont, von Trier y de Oliveira- Habemus Papa representa para mí, además, la oportunidad de confirmar el aprecio que siempre me ha generado la obra fílmica de Nanni Moretti, desde ese ya lejano Caro diario de 1993.

Moretti -por su múltiple condición de director, productor, guionista y actor de sus propias películas- tiene una gran visibilidad que él revalida en la cercanía que demuestra frente al espectador. Es su vida, sus costumbres, sus afectos los que aparecen en escena, obviamente filtrados desde la ficción, pero sin que pierdan su emotiva esencia autobiográfica. Sus filmes son sobre todo páginas anecdóticas y frescas de una bitácora personal antes que narraciones sólidas, pero cuando quiere ser dramático lo consigue, como en La habitación del hijo (2001) por la que obtuvo la Palma de oro en Cannes; y cuando quiere ser satírico y mordaz también lo logra, como en El caimán (2006), su crítica al gobierno de Silvio Berlusconi.

Ahora con Habemus Papa presenta un proyecto que requería tacto: el retratar desde adentro el proceso que lleva a la elección de un Papa y lo que ocurriría si ese nuevo pontífice tiene dudas sobre su capacidad para afrontar esa responsabilidad. En un cónclave el cardenal Melville (interpretado por Michel Piccoli) es nombrado Papa por los demás purpurados, pero él no se siente seguro ni capaz. Nanni Moretti saca a flote toda su sensibilidad para mostrarnos a un ser investido repentinamente de una gran autoridad, pero que se reconoce humano, frágil y dubitativo, y prefiere buscar en su interior las respuestas para el abrumador reto que debe enfrentar. Acá el filme evoca el hermoso retrato que Martin Scorsese hizo del Dala Lama en Kundun (1997), otra película que habla sobre un hombre que no sabe cómo sacar fuerzas para poder aliviar las necesidades espirituales de su pueblo.

El contrapunto cómico del filme, que Moretti se reserva para él mismo, es menos logrado. En el papel del psicoanalista llamado para atender al Papa y que queda atrapado en el Vaticano mientras se resuelve la situación, Moretti solo consigue algunos buenos momentos cómicos, mientras se desgasta caricaturizando a los cardenales. Era mejor centrarse solamente en los dilemas y contradicciones de Melville, un hombre que supo desde la humildad encontrar la sinceridad necesaria para enfrentar sus miedos.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 29/03/12). Pág. 18
©Casa Editorial El Tiempo S.A., 2012

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