Trazos de vida teñidos de muerte: Egon Schiele: La muerte y la doncella, de Dieter Berner

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“Ahora, felizmente, dispongo de nuevo de material de dibujo y con qué escribir; me han devuelto incluso la peligrosa navaja. Puedo trabajar y soportar así lo que de otra manera sería insoportable. Para conseguirlo, tuve que doblar la cerviz, me rebajé, hice una petición, supliqué, mendigué y hubiese llorado si tuviera que pagar ese precio. ¡Oh, Arte todopoderoso, qué no sería yo capaz de soportar por ti!”, escribe Egon Schiele el 16 de abril de 1912 desde la prisión de Neulengbach, a donde va estar 24 días confinado por corrupción de menores. Es un pintor joven, es un hombre atrevido destinado a desafiar a la institucionalidad austriaca.

Las biografías fílmicas (biopics) sobre pintores, al mostrar en un solo medio dos artes visuales, generan gran atracción. Egon Schiele: La muerte y la doncella (2016) del director austriaco Dieter Berner es una de ellas. Basado en el texto biográfico homónimo de Hilde Berger, que a su vez fue la coguionista de este proyecto, la película traza la vida de este creador, pero no desde la perspectiva de su obra pictórica, ni desde la óptica personal, sino desde la relación que tuvo con un grupo de mujeres a lo largo de su breve vida, empezando con su hermana menor Gerti -con quien tuvo un lazo que parecía ir más allá de lo fraterno- y continuando con modelos, su musa y compañera Wally Neuzil, su cuñada Adele y su esposa Edith.

Egon Schiele: La muerte y la doncella (2016), de Dieter Berner

Egon (interpretado por Noah Saavedra, de ancestros chilenos) es retratado como un hombre egocéntrico y caprichoso que utilizaba a las mujeres, creando con ellas un nexo de dependencia afectivo que las hacia frágiles ante su voluntad, sin importar el daño que les hiciera. Uno de sus oleos más famosos, “La muerte y la doncella”, realizado en 1915, lo muestra a él en un conmovedor abrazo con Wally Neuzil, una unión que es también una despedida para una mujer a quien va a dejar por otra socialmente más conveniente para formalizar una relación.

La figura a la vez voluble y atractiva de Egon Schiele encuentra en este filme un reflejo más que correcto. Realizada con sensibilidad y buen gusto, la película nos muestra al hombre por encima del artista, y a las mujeres que lo quisieron como las verdaderas artífices de su imagen.

Publicado en el periódico EL Tiempo (Bogotá, 14/01/18) con el título “Trazos de vida teñidos de muerte” p. 2.4
©Casa Editorial El Tiempo, 2018

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