Morder el polvo otra vez: La lista negra de Hollywood: Trumbo, de Jay Roach
Aunque el género del cine sobre el cine resulta especialmente seductor para el cinéfilo, la experiencia no siempre resulta tan entrañable y nostálgica como uno supondría. Eso me acaba de ocurrir con La lista negra de Hollywood: Trumbo (Trumbo, 2015), de Jay Roach, una película fallida desde cualquier punto de vista.
Supuestamente basada en la biografía sobre Dalton Trumbo que escribió Bruce Cook en 1977 (y que apareció en español a finales del 2015), el filme presenta una versión simplista de la vida de un personaje tan complejo y polémico como Trumbo, un guionista y novelista de afiliación comunista que a finales de los años cuarenta fue uno de los “diez de Hollywood”, el grupo de testigos que se negaron a declarar y/o delatar a otros comunistas ante el Comité de Actividades Antinorteamericanas del Senado de Estados Unidos y que fueron condenados por desacato y excluidos de cualquier actividad laboral relacionada con el cine.
Dalton Trumbo pasó de ser el guionista mejor pagado de la industria –suyos son los guiones de Kitty Foyle (1940), A Guy Named Joe (1943) o Thirty Seconds Over Tokyo (1944) por ejemplo- a convertirse en una suerte de paria social que pagó cárcel y que luego debió recurrir a seudónimos y a testaferros para poder seguir trabajando; que tuvo que exiliarse con su familia en México y que presenció en silencio como dos guiones suyos ganaban el premio Óscar y eran atribuidos a alguien más: el de La princesa que quería vivir (Roman Holiday, 1953) y el de El niño y el toro (The Brave One, 1956).
Semejante drama humano –con visos trágicos incluidos, pues algunos de los “diez de Hollywood” no pudieron ante la presión- está completamente desperdiciado en esta cinta, que no le hace honor a los conflictos internos de Trumbo y a la humillación y a las penurias económicas que su familia pasó. Se optó por aprovechar las bondades histriónicas de Bryan Cranston -nominado al Oscar por su rol- para caracterizar desde lo externo al personaje, dejando de lado cualquier abordaje que fuera más allá de lo epidérmico, incluyendo su carrera inicial como novelista, su residencia en México y su única película como director, Johnny cogió su fusil (Johnny Got His Gun, 1971). Incluso su retorno a Hollywood, de la mano de Otto Preminger y de Kirk Douglas está bochornosamente banalizado. Aquí faltaron dientes y riesgo.
Y si el personaje es de cartón, las circunstancias que llevaron a su persecución no corrieron mejor suerte. La lista negra instituida por el Comité de Actividades Antinorteamericanas parece aquí –absurdamente- obra de la capacidad de manipulación de la periodista Hedda Hopper (Helen Mirren) actuando en asocio con la Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals, con Sam Wood y John Wayne como cabezas visibles. No se analiza porque surgió semejante engendro y las tremendas consecuencias que tuvo, tanto para los que no confesaron como para los delatores.
La lista negra de Hollywood: Trumbo es una oportunidad perdida de acercarse a un momento particularmente doloroso de la industria del cine norteamericano. Si uno quiere saber qué pasó y como lo vivió su protagonista, lo mejor es dejar de lado este filme y ver Trumbo (2007), el documental de Peter Askin, que –a través de sus cartas y declaraciones-nos regala la propia voz de Trumbo, traída a nosotros con la locución y personificación de David Strathairn, Michael Douglas, Paul Giamatti, Liam Neeson y muchos otros que quisieron rendirle homenaje a la valentía de un hombre que no supo doblar la cabeza.
Es una lástima que una película sobre un guionista carezca –vaya paradoja– de un buen guion. Flaco favor le hizo John McNamara, con amplia experiencia en series de televisión, a la figura de un hombre como Dalton Trumbo, al que de nuevo Hollywood abofetea.