El goce pagano: Lovers Rock, de Steve McQueen

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“La música era el aroma en el aire que lo cambiaba todo”
-Steve McQueen

Lo único malo de Lovers Rock (2020), el segundo de los largometrajes que componen la antología fílmica que Steve McQueen bautizó Small Axe, es que apenas dura 70 minutos. De resto, la película es –literalmente- una fiesta. Una blues party ambientada en 1980 en una casa en el occidente de Londres, a los que son convocados vecinos, amigos y todo aquel que pueda pagar la entrada y sea admitido por el enorme bouncer de la puerta. Aunque es un cumpleaños –el de la anfitriona, una chica llamada Cynthia (Ellis George)- hay que pagar una tarifa porque ahí ofrecen comida, bebida y la presencia de un DJ. Y algo más: la seguridad de estar entre los miembros de su raza y de la comunidad inglesa de descendientes de antillanos, aceptados entre sí, no excluidos como en las discotecas londinenses.

Lovers Rock (2020)

La historia, inspirada en Molly, una tía del director a la que no le dejaban a ir a las blues parties, es la de Martha (Amarah-Jae St. Aubyn), una joven negra que sale a escondidas de la casa donde reside para encontrarse con una amiga, Patty (Shaniqua Okwok) y asistir juntas a la fiesta. Estaremos ahí con ellas, viendo como disfrutan bailando y tratan de no ser importunadas por los galanes que quieren sacarlas a bailar como primer paso para, quizá, seducirlas. Lovers Rock se titula así en homenaje a una variante del reggae llamada de esa misma forma –popularizada en Inglaterra a mediados de los años setenta por los hijos de inmigrantes caribeños- y que incluía canciones más románticas y sentimentales, como una forma de atraer a las mujeres a esos ritmos y a esas celebraciones. Y me refiero no solo a vocalistas femeninas, sino también a las asistentes a las fiestas. El propio McQueen lo aclara: “A menudo, a las mujeres, a las damas, no les gustaba; o les gustaba, pero no era algo para ellas. Lo que tenía que suceder, en cierto modo, era que teníamos que hacer nuestra propia música dulce. Y fue entonces cuando entró el lovers rock. En ese momento fue hermoso por la vulnerabilidad de estas mujeres y estos hombres que cantaban en voz alta cosas como “¿Te gusto?”, “¿Quieres tomar mi mano?” Todo se volvió mucho más suave. Estableció el ambiente para el baile” (1).

Lovers Rock (2020)

La película prácticamente tiene lugar en el salón central de la casa, donde el DJ y sus asistentes preparan la sustancia que hace indeleble a Lovers Rock: la música de esa noche. Hay ciertas reglas no escritas que son todo un rito en ese tipo de celebraciones: primero bailan mujeres mientras los hombres están adosados a las paredes, luego se van haciendo parejas -que van aumentando en número y en proximidad de los cuerpos- y al final son los hombres los que se toman la pista, después de que las parejas constituidas estén ya en otros asuntos. De la primera fase veremos a las chicas bailar y hacer coreografías de éxitos como He´s The Greatest Dancer de las Sister Sledge, seguida de Kung Fu Fighting, de Carl Douglas; del baile en parejas están, por ejemplo, Lonely Girl de Barry Biggs y una canción que es el centro de Lovers Rock, llamada Silly Games, interpretada por Janet Kay y cantada luego a capela por los asistentes a la fiesta, mientras que la intensa batalla masculina final tiene lugar al ritmo de Kunta Kinte Dub de The Revolutionaries, que los exaltados bailarines hacen repetir varias veces.

Lovers Rock (2020)

Quiero detenerme en Silly Games. Una película como esta, que no tiene una estructura narrativa demasiado elaborada, depende de lo que haga sentir o evocar en el espectador. La fiesta ha avanzado, Martha ha conocido a un mecánico, Franklin (Micheal Ward), también de origen Jamaiquino como ella, a quien primero rechaza pero del que lentamente se va dejando conquistar. Cuando llegamos a Silly Games ya se ha desarrollado una intimidad entre ellos que su lenguaje corporal va a señalarnos. La canción ya de por sí es sensual, pero la forma en que está secuencia está estructurada y editada es sensorialmente incitante. Las manos de Martha sobre los hombros y la espalda de Franklyn, las manos de él sobre las nalgas de ellas, parejas a su alrededor bailando con la misma cadencia y el mismo deseo. Hasta las paredes sudan de la temperatura que hay en ese goce pagano al que se entregan. Bailan con tanta lentitud, con tanta concentración en el otro, que pensé incluso que estaban filmados en cámara lenta. Y, como en una hipnosis colectiva, cuando la canción se acaba empiezan espontáneamente a cantarla a capela –sobre todo las mujeres- y la repiten toda (eso no fue planeado, pero si deseado por el realizador). Más de cuatro minutos entregados al placer que para ellas representa cantar una melodía que las emociona, las libera y en la que se reconocen. Esta secuencia completa es de las más poderosas que he visto en el cine contemporáneo y es un triunfo gigantesco para Steve McQueen. Olvidé que eran actores y actrices de este siglo representando a la generación de sus padres, tal es el vigor de estas imágenes y de estos sonidos, tan perfectamente mancomunados para generar emoción auténtica. Lovers Rock es eso. Es atmósfera, instinto, placer, energía, ritmo. Con razón fue la pelicula escogida para inaugurar el Festival de Cine de Nueva York.

Lovers Rock (2020)

Esa casa es refugio y fuente de alegría, pero fuera de esa burbuja temporal existen las mismas amenazas: Martha le teme –con razón- a los grupos de jóvenes blancos, debe rescatar a alguien de una relación no consensuada, ve la omnipresencia de la religión y de la doctrina cristiana, como una sombra. Ella cataliza el placer de la musica, pero también el miedo. Ambas partes nutren su experiencia vital, entre las dos se mueve. Una la libera, la otra la ata. Lovers Rock apunta a la primera como salvavidas mental, físico y espiritual: la música, sencillamente, los hace libres.

Referencia:
Dan Kois, “Steve McQueen Gives Us His Song-by-Song Guide to Lovers Rock”, página web: www.slate.com (22/11/20).
Disponible online en:
https://slate.com/culture/2020/11/lovers-rock-songs-steve-mcqueen-interview-silly-games.html

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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