Miloš Forman, el agente provocador
Si uno quisiera ejemplificar lo que de subversivo, provocador y absurdo tiene el cine que Miloš Forman hizo sería posible recurrir a muchos momentos de su filmografía, pero para mí la escena que representa su credo es una de Hair (1979). Cuando va una media hora de la película nos encontramos en medio de una lujosa recepción: es la presentación en sociedad de una debutante llamada Sheila, para quien se ha preparado una cena en una larguísima mesa. Ahí se han colado un grupo de hippies acompañando a un futuro recluta, Claude, que va ser enlistado en el ejército y que se ha enamorado de la joven. El líder de los hippies, Berger (interpretado por Treat Williams), empieza a entonar una canción –I Got Life– y de repente se sube a la mesa y comienza a andar encima de ella como si se tratara de Jesús caminando sobre las aguas, creando un indescriptible caos entre los estirados asistentes, mientras Sheila lo mira con fascinación. La canción habla de igualdad, de lo que todos tenemos en nuestra anatomía y en nuestros sentimientos, sin que medie diferencia alguna de clase. La actitud retadora de Berger deja desarmados a los invitados a la fiesta y revela la vacuidad y ridículo de la burbuja social en que esas personas adineradas viven.
Así fue el cine de Miloš Forman: un constante reto a las expectativas narrativas, una mirada entre socarrona, crítica y absurda, y unas ganas permanentes de ridiculizar lo que en la superficie es serio y aplomado, torpedeándolo bien sea mediante un humor seco (deadpan), herencia de la comedia que Buster Keaton cultivó en el cine mudo; o a través de una aguda denuncia social: en Hair, por ejemplo, utilizó ambos recursos. Su etapa como cineasta en su Checoslovaquia natal –en la que nació el 18 de febrero de 1932- durante la que hizo tres largometrajes de ficción y dos documentales, está llena de esos momentos. La torpe persecución callejera que Petr hace de un posible ladrón de la tienda en la que trabaja en Pedro, el negro (Cerný Petr, 1964), el malhadado intento de seducción que emprenden tres soldados cuarentones en la fiesta de integración entre la milicia y las jóvenes de un pueblo en Los amores de una rubia (Lásky jedné plavovlásky, 1965) o la bochornosa misoginia de los bomberos que pretenden escoger la reina de un baile en ¡Al fuego, bomberos! (Horí, má panenko, 1967) es paradigmática. Es en este último filme en el que se produce un incendio en una granja cerca al recinto del baile, los bomberos van a apagarlo y rescatan del lugar a un anciano al que dejan al cuidado de unas personas. Estas le brindan un asiento y alguien pregunta si tiene frío, por lo que deciden… ¡acercarlo al fuego!
Los duros comienzos
“Creo que encontré mi camino hacia las películas de una manera un poco extraña. Tenía cinco años cuando vi mi primera película. Era una ópera, La novia vendida, de Smetana; Era muda. Los talkies ya habían sido inventados para entonces, pero resultó que la primera película que vi fue una ópera muda. Es como si hubiera ofendido a mi hada madrina y ella hubiera decidido que probaría mi arte por primera vez en una ópera en la que no había nada que escuchar, solo un montón de gestos extravagantes sin significado”, dice a un hombre universalmente conocido como Miloš Forman, pero cuyo verdadero nombre era Jan Tomáš Forman. Aunque nació en Čáslav, pasó la Segunda Guerra Mundial con sus tíos paternos en la ciudad de Náchod, porque su madre, Anna Svabova, y el hombre que creía que era su padre, un maestro llamado Rudolf Forman, fueron asesinados por los nazis en campos de exterminio. En los años sesenta, Forman descubrió que su verdadero padre había sido amante de ella, un arquitecto judío llamado Otto Kohn que sobrevivió al Holocausto y se mudó a Ecuador.
En 1945 fue enviado al internado King George para huérfanos en Poděbrady, donde conoció a los futuros compañeros cineastas Ivan Passer y Jerzy Skolimowski, y el futuro presidente checo Vaclav Havel; allí pasó ocho años. A mediados de la década de los cincuenta, Forman estudió escritura de guiones en la Escuela de Cinematografía y Televisión (FAMU), una de las tres ramas de la Academia de Artes Escénicas de Praga. Al graduarse, escribió dos guiones, Leave It to Me (Nechte to na mně, 1955) que se convirtió en una película bajo la dirección del director checo Martin Frič; y Puppies (Štěňata, 1958) donde también fue asistente del director Ivo Novak.
El destacado director de cine y teatro Alfréd Radok le ofreció a Forman el puesto de director asistente de su película Vintage Car (Dedecek automóvil, 1957), incluyendo la posibilidad de dirigir una de las escenas. Después de eso, Radok vinculó a Forman como uno de sus asistentes del teatro multimedia “Laterna Magika”, un proyecto desarrollado originalmente para el pabellón checoslovaco en la Exposición Mundial EXPO ’58 celebrada en Bruselas. Forman recordaba la presentación original con alegría: “Lo que le fascinó a Bruselas fue el método y la invención de Radok. Había un filme exhibido en la pantalla y de repente una actriz apareció en vivo y comenzó a hablar con su otro yo en la pantalla. O un pianista desaparecería en medio de una nota con su instrumento, un grupo de bailarines aparecía de repente en el escenario desierto. El ingenio y la originalidad, estas fueron las cosas que atrajeron a millones de visitantes a nuestro pabellón”. En ese año, Forman se casó con la actriz checa Jana Brejchová.
Su carrera como cineasta comenzó después de comprar una cámara de cine –una Pentaflex de 16 mm- en Alemania Oriental y, junto con Ivan Passer y el cineasta Miroslav Ondricek, quería hacer un documental sobre el teatro de Praga Semafor, dirigido por Jiri Suchy y Jiri. Slitr, quienes eran sus directores artísticos. “Al principio, todo lo que queríamos hacer era filmar algunas tomas en el Teatro Semafor, solo por diversión. A lo sumo, pensamos que algún día sería valioso para los archivos del teatro”, recuerda Forman. Mientras filmaba el documental, Forman fue a un concierto de rock en Vrtbovska Gardens, porque una de las bandas estaba haciendo audiciones para un par de vocalistas. Semafor estaba pensando en hacer algo similar en busca de un cantante, así que fue a ver qué pasaba. “Fue maravilloso la forma en que esas niñas se quedaron esperando a que ocurriera un milagro. Tal vez realmente creían que tan pronto como se pararan frente al micrófono, el buen Dios les daría una voz y una buena apariencia”.
Ese fue el punto de partida de Concurso (Konkurs, 1964), un semidocumental sobre una audición falsa para un cantante que Jiri Suchy, Jiri Slitr y Forman hicieron en Semafor. Los estudios Barrandov les dio dio el dinero para la película, después de que el gobierno ordenó proporcionar fondos para cortometrajes realizados por jóvenes. En realidad, Concurso se compone de dos cortometrajes, pero “como se trataba de un proyecto pequeño hecho con una pequeña suma de dinero, nadie prestó atención ni se molestó en controlarnos”. Forman eligió a la bella actriz Vera Kresadlová, para interpretar el papel de una joven cantante que prueba suerte en la audición. Ella se convertirá en su segunda esposa en 1964. Después vendrían sus tres largometrajes, Pedro, el negro, Los amores de una rubia y ¡Al fuego, bomberos!
Florecer en Praga
La ironía de Forman no es un fenómno aislado, fue parte de lo que se llamó “la nueva ola” (nova vlná) checa de los años sesenta. Jaroslav Papoušek, Jiří Menzel, Věra Chytilová, Jan Némec e Ivan Passer fueron algunos de los autores que junto a Forman –estudiantes o egresados de la FAMU (Facultad de Cinematografía y Televisión) de Praga– aprovecharon el “deshielo político” de esa época, e influenciados por la literatura de Kafka, Hrabal, Kundera y Holan, así como por los postulados del teatro del absurdo, se decantan por un cine vanguardista, experimental y crítico que tiene en la ridiculización de lo cotidiano su más concreta representación.
Títulos como el filme colectivo Las perlas del fondo del agua (Perlicky na dne, 1965) de Chytilová, , Menzel, Némec, Schorm y Jaromil Jireš, Iluminación íntima (Intimní osvetlení, 1965) de Ivan Passer, Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky, 1966) de Jiří Menzel –premio Oscar a la mejor película en lengua extranjera-, Las margaritas (Sedmikrásky) de Věra Chytilová (1966), Desertores y peregrinos (Zbehovia a pútnici, 1968) de Juraj Jakubisko y las películas de Forman, constituyeron una bella y arriesgada filmografía que floreció bajo los auspicios de la llegada de Alexander Dubček a la Secretaría General del Partido Comunista de Checoslovaquia en enero de 1968. Sin embargo las reformas de democratización del estado –la “primavera de Praga”– que este propuso terminarían con una violenta invasión soviética en agosto del mismo año y con el exilio de muchos de los realizadores de este grupo.
Extraño en el paraíso
Forman estaba en París durante los sucesos de sangre de ese año, negociando para hacer un filme en Hollywood pues ¡Al fuego, bomberos! había sido censurada y él sentía que ya no tenía cabida en el cine checo. Ante los hechos de su país, se trasladó a Estados Unidos y fue allí donde continuó su carrera junto a su cinematografista y amigo Miroslav Ondrícek. Su mérito fue no haber condescendido a hacer cine bajo los parámetros típicos de la industria. Forman quería hacer cine como sabía, así fuera considerado un provocador y sus películas perdieran dinero.
Su primer proyecto norteamericano, Juventud sin esperanza (Taking Off, 1971) -que contó con un guion en el que participó Jean-Claude Carrière- es asombrosa en su temeridad: Forman no temió hacer un desvío narrativo de una historia aparentemente seria –el drama de los jóvenes que desaparecen de casa- y optó por la perspectiva tragicómica de los padres. Cuando vemos al protagonista, Larry Tyne (interpretado por el comediante y escritor Buck Henry), borracho y desnudo encima de la mesa del comedor de su hogar -en medio de un juego de póker en el que el perdedor de cada ronda se iba quitando una prenda de vestir- mientras canta un aria desafinada y su hija desparecida lo observa asombrada desde el segundo piso de la casa, entendemos que Forman estaba decidido a correr el riesgo que fuera: lo suyo era aguijonear, perturbar, sacudir las malas conciencias. Igual no tenía nada que perder: su madre, Anna Svabova, había muerto en Auschwitz y él venía de sobrevivir a un régimen político por completo represor.
Esa osadía suya obviamente tuvo su precio. Juventud sin esperanza fue un fracaso y Forman tuvo que sobrevivir con dificultades. Incluso hasta huésped del mítico hotel Chelsea fue durante año y medio, en medio de una bohemia paupérrima. Pero la fortuna estaba a la vuelta de la esquina: Atrapado sin salida (One Flew Over the Cuckoo’s Nest, 1975), un proyecto producido por los novatos Saul Zaentz y Michael Douglas, a partir del best seller de Ken Kesey, sería el vehículo perfecto para expresar sus inveteradas ideas de rebeldía. La historia de un paciente (interpretado por Jack Nicholson) internado en hospital mental norteamericano en los años sesenta era una metáfora sobre la represión estatal. “Esta es una película checa. Es una película sobre la sociedad en la que acababa de vivir veinte años de mi vida. Sabes, es sobre todo lo que sé. Y sé cómo se sienten esas personas”, expresaba Forman en el documental Completely Cuckoo (1997) de Charles Kiselyak. La secuencia en la que Nicholson organiza una fiesta navideña nocturna con prostitutas y licor, sembrando la anarquía en el pabellón del hospital es una liberación como solo Miloš Forman podría concebir. La cinta obtuvo cinco premios Oscar: mejor película, guion, actor, actriz y director. Fue un enorme éxito, pero vendrían más.
En 1978, junto al también checo Frantisek Daniel, Forman fue nombrado director del programa de cine de la escuela de artes de la Universidad de Columbia. Sus películas Hair (1979) y Ragtime (1981) fueron contestatarias y socialmente comprometidas, mientras Amadeus (1984) -a partir de la obra teatral de Peter Shaffer- fue la confirmación absoluta de sus virtudes como realizador. Era, además, su regreso a Checoslovaquia a rodar ahí cubierto de gloria. El Wolfgang Amadeus Mozart que interpretó Tom Hulce era un personaje subversivo, desaforado e irresponsable. Una absoluta anomalía que parecía indigna de su talento y que estaba ahí para poner en ridículo a los que se sometían a las normas (un patrón que va a repetir en las biopics que hará sobre Larry Flint y Andy Kaufman). Amadeus se alzó con ocho premios Oscar, incluyendo el segundo para Forman como mejor director.
Alcanzar temprano las alturas del éxito con Atrapado sin salida y luego lo que representó Amadeus para él hizo que la parte final de su carrera no tuviera el mismo vigor ni fuera vista por la crítica y el público con benevolencia. Valmont (1989) tuvo el infortunio de haberse estrenado un año después de Relaciones peligrosas (Dangerous Liaisons, 1988) de Stephen Frears y al provenir del mismo origen literario –la novela de Choderlos de Laclos, Las amistades peligrosas– la sensación de déjà vu impactó negativamente en la respuesta del público. Larry Flint: El nombre del escándalo (The People vs. Larry Flynt, 1996) era perfecta para sus intenciones de denunciar la doble moral norteamericana –como ya lo había abordado en Ragtime– y la defensa de la libertad de expresión, pero el personaje mismo del pornógrafo Flint no supo elevarse más allá de la suma de sus clichés autodestructivos. El lunático (Man on the Moon, 1999) exaltó la figura del comediante Andy Kaufman (1949-1984) mediante una biografía fílmica nada convencional hecha con la misma aleatoriedad con la que este hacia y entendía el humor y su vida. Solo un histrión como Jim Carrey podría calzar los zapatos de Kaufman.
Los fantasmas de Goya (Goya’s Ghosts, 2006), pese a contar con un guion de Carrière y la producción de Saul Zaentz, fue un filme desperdiciado. Forman quiso de nuevo denunciar al totalitarismo y a la intransigencia –disfrazados acá de inquisición española- pero fracasa al dejar de lado la figura de Francisco de Goya y abordarlo solo como un hombre demasiado cómodo como para abogar por la justicia. Su último trabajo fue Un paseo bien pagado (Dobre placená procházka, 2009) la filmación de la obra teatral homónima –una ópera cómica- escrita en los años sesenta por Jirí Slitr y Jirí Suchý para el teatro Semafor, y que Forman dirigiera para el Teatro Nacional de Praga en 2007.
Su periplo vital concluyó el 13 de abril de 2018 al morir en su hogar de Warren, Connecticut. En su autobiografía Turnaround, a memoir escribió: “En la vida siempre lo he hecho todo por ganar. La voluntad de ganar forma parte de mis impulsos básicos. Como la victoria me cuesta tanto esfuerzo, la segunda cosa que se me pasa por la cabeza inmediatamente después es: Bueno, he ganado, vale, pero con esto la fama se acaba. Y la próxima vez será aún más complicado“. Y de verás que Miloš Forman cumplió con su palabra.
Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 27/05/18), págs 6-8
© El Colombiano, 2018
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