Ocurrió en Tinseltown, ¿Dónde más?: El maullido del gato, de Peter Bogdanovich

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En entrevista con David Gritten para el periódico Los Angeles Times en marzo de 2001, Peter Bogdanovich rememora una de las conversaciones con Orson Welles que conformaron su libro Ciudadano Welles, publicado originalmente en 1992: “Estábamos haciendo juntos un libro acerca de sus filmes, hablando sobre Ciudadano Kane y el nombre de Hearst surgió. Esta historia que él había escuchado estaba en el primer borrador de Ciudadano Kane, pero él, Orson, la sacó. Él dijo que [el guionista Joseph] Mankiewicz la puso en un borrador llamado inicialmente American. Orson la quitó cuando revisó el guion. ‘Yo no creía que Charlie Kane fuera un asesino’, me dijo Orson” (1).

¿De qué historia hablaban Bogdanovich y Welles? ¿Qué hecho puntual de la vida de Hearst prefirió Welles suprimir del guion de su filme? Veamos si la transcripción de la conversación, tal como aparece en Ciudadano Welles, nos orienta:

ORSON WELLES: En el guion original teníamos una escena basada en algo notorio que Hearst había hecho y que todavía sigo sin poder repetir para su publicación. Yo corté esa escena porque pensé que perjudicaba al filme y porque no estaba en consonancia con el carácter de Kane. De haberla dejado no hubiera tenido problemas con Hearst. No se hubiese atrevido a afirmar que era él.

PETER BOGDANOVICH: ¿Filmaste esa escena?

ORSON WELLES: No, no lo hice. Me decidí en contra. Si la hubiera conservado, habría comprado para siempre el silencio de Hearst. No fue así y realmente vinieron a por mí (2).

Orson Welles, Peter Bogdanovich y John Huston

Orson Welles, Peter Bogdanovich y John Huston

¿Algo “notorio” que William Randolph Hearst hizo? ¿Algo que era mejor callar? ¿Algo cómo qué? Solo hay rumores más de noventa años después, en medio de una nube de silencio cómplice que nos va a impedir para siempre saber qué fue lo que ocurrió. Lo peor es que involucró gente tan popular como el magnate Hearst, su amante Marion Davies, el director y productor Thomas Ince, la periodista de farándula y columnista de cine Louella Parsons, el editor Frank Barham, la escritora y guionista británica Elinor Glyn, la actriz Margaret Livingstone y el Doctor Daniel Goodman, que además de médico era el gerente del estudio de cine de Hearst. Y además de ellos alguien muy especial y para nada inesperado: Charles Chaplin. Todos coincidieron en un viaje de placer en el “Oneida”, el precioso yate de Hearst, que zarpó del muelle de San Pedro, California, el sábado 15 de noviembre de 1924. ¿El motivo del viaje, si es que acaso necesitaban alguno? Celebrar el cumpleaños de Ince, que tendría lugar al día siguiente.

Ahora es necesario añadirle unos antecedentes a este envidiable paseo en yate. En ese momento de su carrera, Chaplin afrontaba dificultades con Lita Grey durante el rodaje de La quimera del oro (The Gold Rush, 1925). ¿La mayor de esas dificultades? La núbil actriz ha quedado en embarazo. Tiene solo 16 años. El escándalo está a punto de estallar, pero por fortuna el atribulado actor y director encuentra solaz en los brazos de Marion Davies, la actriz que -pese a ser “propiedad” de Hearst en más de una forma- no parece serle de ninguna forma indiferente. Ambos habían coincidido varias veces en las fiestas que ella y Hearst daban en su mansión de Beverly Hills, y todo apunta a que el casanova Chaplin estaba obsesionado con ella.

Cameo de Chaplin (derecha) en Show People (1928). Lo acompañan William Haynes y Marion Davies.

Cameo de Chaplin (derecha) en Show People (1928). Lo acompañan William Haynes y Marion Davies.

Los rumores de su mutuo flirteo crecían y la invitación al yate de de Hearst parecía hecha a propósito para verificar con sus propios ojos si de verdad su amante lo engañaba con Chaplin. Para complicar las cosas, el domingo 16 de noviembre apareció publicada en el New York Daily News una nota en la que se afirma que “Charles Chaplin continua dándole ardiente atención a Marion Davies. Pasó una velada en Montmartre cenando y bailando con la bella Marion la otra noche. Había una preciosa y joven bailarina amenizando la velada y Chaplin aplaudió pero dándole la espalda. Nunca despegó los ojos de la belleza rubia de Marion” (3). Hearst se enteró de primera mano en el yate de este texto y parecía dispuesto a defender su honor por el medio que fuera. La tragedia se veía venir.

Con esa material, cuyas consecuencias son ampliamente conocidas, pero que no voy a revelar, el dramaturgo y guionista neoyorquino Steven Peros escribió un drama llamado The Cat’s Meow, que se estrenó en Los Angeles en octubre de 1997 en The Coast Playhouse, bajo la dirección de Jenny Sullivan. Peros se basó en los hechos pero supo aprovechar para especular, dentro de ciertas posibilidades lógicas, respecto a lo que ocurrió en el Oneida. Peros escribió él mismo el guión de The Cat’s Meow, que encontró en Peter Bogdanovich a la persona perfecta para contar desde el cine este relato: es Hollywood, es un enigma que implica al personaje que inspiró a Welles para modelar a Charles Kane, hay ricos y famosos involucrados, hay infidelidad, celos, un hecho de sangre y un pacto de silencio alrededor de todos los acontecimientos. El guión aterrizó en el escritorio del director, según él, “debido a mi conocimiento del viejo Hollywood. Nadie sabía que yo sabía acerca del rumor. Nadie lo conectó con Osron para nada” (4).

Kirsten Dunst en El maullido del gato (2001)

Kirsten Dunst en El maullido del gato (2001)

Filmando en Berlin y Grecia con un calendario de rodaje de apenas un mes, El maullido del gato (The Cat’s Meow, 2001) fue una bendición para la aporreada carrera de Bogdanovich que no hacia un largometraje desde 1993, cuando estrenó The Thing Called Love. Pasó todos esos años haciendo ante todo películas para la televisión. Ahora era la oportunidad de volver con un relato de su absoluta competencia. Y así es.

La reconstrucción de la época es intachable sin ser demasiado ostentosa, la cámara fluye entre cada uno de los actores (Kirsten Dunst, Edward Herrmann, Cary Elwes, Eddie Izzard) que la mayoría del tiempo están confinados al yate vigilando sus propios intereses. Lo mejor es que el público no tiene que estar enterado de contexto alguno para disfrutar un filme que no juega con la resolución de un crimen, sino que reflexiona sobre el poder, sobre la capacidad de algunos para pasar por encima de cualquier ética, moral o código de conducta amparados por su posición económica o su fama artística, lo que les daba licencias que los demás mortales no poseemos. Hay algo del espíritu narrativo y temático de Woody Allen en esta aproximación.

Edward Herrmann, Kirsten Dunst, Eddie Izzard y Joanna Lumley en El maullido del gato (2001)

Edward Herrmann, Kirsten Dunst, Eddie Izzard y Joanna Lumley en El maullido del gato (2001)

Para el cinéfilo, ver El maullido del gato es una experiencia aún más placentera, pues es cine dentro del cine, es la sensibilidad de Bogdanovich frente a este tema, es una mirada elegante y crítica a una manera de vivir vacua, extravagante e hipócrita pero que –milagrosamente– frente a la cámara se convertía en cine, en películas que adoramos. Estas personas no eran un ejemplo inmaculado de buenos seres humanos, pero tenían un talento tan grande, que creo que es mejor recordarlos solamente por lo que hicieron por este arte. Lo demás es misterio. Uno de esos misterios imposibles que solo ocurren en Tinseltown.

Referencias:
1. David Gritten, He’s Still Got a Few Reels Left Like a tale out of his beloved old Hollywood, director Peter Bogdanovich has gone from golden boy to outcast. Now he’s the older but wiser veteran with a new film, página web: Welcome to Silent Movies. Disponible en: http://www.welcometosilentmovies.com/news/newsarchive/catsmeow2.htm, consulta: agosto 15 de 2015.

2. Peter Bogdanovich y Orson Welles, Ciudadano Welles, Barcelona, Grijalbo, 1992, p. 125-6

3. David Robinson, Chaplin, His life and art, Londres, Penguin Books, 2001, p. 366

4. David Gritten. Op Cit.

Bogdanovich con Kirsten Dunst durante el rodaje

Bogdanovich con Kirsten Dunst durante el rodaje

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