Puerta a puerta: American Honey, de Andrea Arnold
Cuando llevamos casi 105 minutos inmersos en la historia de Star, la protagonista de American Honey (2016), el conductor de un tractocamión le pregunta a la joven por sus sueños. La joven se sorprende: nunca nadie le había hecho esa pregunta. Es más, parece que nadie se hubiera interesado alguna vez en saber algo sobre ella. Entendemos en ese momento qué poco sabemos de Star, pese a llevar tanto tiempo a su lado viéndola ir de aquí para allá en este filme. “Quiero tener mi propia casa y mi propio remolque. Ya sabe, en algún lugar con muchos árboles grandes. Y muchos niños.”, responde con optimismo.
Tiene derecho a soñar, tiene derecho a imaginar ese futuro, solo tiene 18 años. Pero Andrea Arnold como directora y guionista de este filme no va a facilitarle las cosas construyendo un relato a la medida de los sueños de Star. Su retrato, por el contrario, es de un absoluto y frío realismo: Star es una joven marginada, proveniente de un hogar por completo disfuncional del que prácticamente huyó para buscarse un futuro, el que sea, así sea escuchando la promesa más débil posible.
En su descripción del abandono y de la falta de oportunidades de la juventud, Arnold continúa la senda trazada en Fish Tank (2009), pero ahora en Estados Unidos. Pese al cambio de continente, la situación es la misma, una suerte de “no futuro” existencial que hace a sus protagonistas vivir en un eterno e irreflexivo presente de decepciones, enamoramientos intensos pero fugaces, oasis de música, drogas y amigos, y un estar constantemente retando y retándose, poniéndose incluso en peligro para demostrarse que están vivas. Hay también en ellas la palpable sensación de no encajar ni pertenecer, de saberse finitas y pasajeras.
Si Fish Tank confinaba a su protagonista a un entorno urbano y a las paredes de su apartamento, American Honey es por el contrario una road movie coral. La situación de desarraigo de Star se amplifica a la de aquellos que la acompañan, aproximadamente una docena de jóvenes en su misma condición pero de los que sabemos menos aún. Todos están a bordo de una van que los lleva de ciudad en ciudad vendiendo puerta a puerta suscripciones a revistas, apelando para ello a su juventud, a las mentiras que inventen y a la credulidad de los posibles compradores.
La directora se detiene en estos jóvenes y los mira de cerca: hombres y mujeres apenas saliendo de las adolescencia, aparentemente sin familia, encontrando en el licor, las drogas, la música, las peleas y las bromas el solaz que les haga olvidar tanta soledad. Exceptuando a Shia LaBeouf, Riley Keough y Arielle Holmes que son actores, los demás prácticamente se están representando a sí mismos. Andrea Arnold y su equipo de casting los contactaron en bares, en las calles, en parqueaderos, en sitios de construcción. El papel de Star es interpretado por Sasha Lane, una joven texana de 21 años sin ninguna experiencia previa como actriz a la que encontraron asoleándose en una playa durante el spring break.
La cámara va a seguirla a todas partes durante 163 minutos. Su desparpajo sorprende, su naturalidad nos hace sonreír. Mezclamos a la joven con el personaje y son una. Y de repente American Honey se antoja un documental sobre la juventud de hoy, sobre su presente imperfecto, sobre sus ambiciones truncas, sobre su desamparo. Y la sonrisa se borra.
Publicado en la edición web de la revista Kinetoscopio (Medellín, 10/02/17).
Disponible en: http://bit.ly/2ltB6fo
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