Resfriado en Berlín Este: Puente de espías, de Steven Spielberg
Leamos a Truman Capote en su libro autobiográfico A House in the Heights: “¿Recuerdan al Coronel Rudolf Abel, el agente secreto ruso, el espía más grande alguna vez capturado en América, cabeza de todo el condenado aparato? ¿Saben dónde lo arrestaron? ¡Aquí mismo! ¡Un golpe en Fulton Street! Lo atraparon en un edificio entre el delicatesen de David Semple y la tienda de reparación de televisores de Frank Gambuzza”. Ahí en Brooklyn, entre los vecinos y amigos de Truman Capote vivía un espía soviético en los años cincuenta, en plena guerra fría.
La anécdota real de su captura y posterior defensa por un abogado local es el inicio de Puente de espías (Bridge of Spies, 2015) la más reciente película de Steven Spielberg, a partir de un guion de Matt Charman que fue revisado y pulido por los hermanos Joel y Ethan Coen, lo cual fue una sorpresa para mí, pues no hay trazas de su habitual acidez en el resultado final, que tiene todas las cualidades (y algunos defectos) del cine de Spielberg.
Un realizador tan competente y tan poderoso como este tiene todo disponible para hacer una película efectiva y esta lo es. A la trama inicial se suma un complejo intercambio de espías que tiene lugar en pleno Berlín Este en el momento en el que está siendo levantado el muro que dividirá la ciudad. En el centro de todo este operativo encubierto estará el abogado del espía soviético, James Donovan, interpretado por Tom Hanks. Spielberg ha encontrado en él a un actor que representa los valores positivos y bienintencionados que su cine ha defendido, muy a la manera en que Frank Capra lo hizo con James Stewart en los años treinta, convirtiéndole en el adalid de una ideología patriótica algo ingenua.
El abogado que Stewart interpretó en Mr. Smith Goes to Washington (1939) encuentra su reflejo contemporáneo en el Donovan resfriado que Spielberg pone a negociar la vida de unos estadounidenses retenidos tras la cortina de hierro, pero que también está preocupado por el destino del espía ruso (un magnifico Mark Rylance) que se le pidió defender.
Algunos subrayados dramáticos y musicales innecesarios hacen que Puente de espías nos haga caer en algunas trampas sentimentales que Spielberg no es capaz de evitarnos, pero eso no le quita impacto a un filme tan bien concebido y ejecutado como este.
Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (Bogotá, 08/11/15), sección “debes hacer”, pág. 3
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