Sandra necesita una oportunidad: Dos días, una noche, de los hermanos Dardenne

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Sandra se promete a sí misma que no va a llorar. Le han dado por teléfono una mala noticia, pero no vemos su rostro. Estamos situados detrás de ella, alejados discretamente. Sale de la cocina de su casa y sube al segundo piso y se dirige al baño. Saca un medicamento del gabinete y se toma una pastilla bebiendo agua del grifo del lavamanos. No vemos su rostro, pero sí su reflejo en el espejo del baño y entendemos a la distancia su dolor, su rictus de llanto, su confusión.

Cada vez que presenciemos a Sandra llorar estaremos prudentemente lejos, veremos su espalda o su nuca o simplemente oiremos su llanto. Los guionistas y directores de esta historia, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne no quieren sentirse intrusos con su pena, ni quieren que nosotros como espectadores tampoco lo sintamos. Respetan la tristeza de Sandra -que es una mezcla de esa noticia que recibió y un estado depresivo del que apenas se está recuperando- y no aspiran a que le tengamos lástima por eso. No es Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014) una narración manipuladora sobre una mujer que tiene motivos para aspirar a la compasión. Es una crónica sobre una mujer que quiere tener la solidaridad de sus semejantes porque, sencillamente, es igual a ellos.

Marion Cotillard en Dos días, una noche (2014)

Marion Cotillard en Dos días, una noche (2014)

El drama de Sandra no surge de su depresión: surge del hecho de perder su trabajo. La pequeña empresa de paneles solares donde trabaja les ha planteado a los otros 16 operarios algo difícil de resolver: o reciben su prima de productividad de mil euros o renuncian a ella y Sandra –que ha estado incapacitada- se reincorpora a su trabajo. El dinero o el trabajo de su compañera. La gran mayoría ha votado por recibir la prima. Esa es la noticia que ella recibió un viernes, sin embargo el gerente acepta repetir la votación el lunes, pues al parecer el capataz coaccionó a los operarios. El reto de Sandra es sobreponerse y convencer durante el fin de semana –dos días y una noche- a sus compañeros de trabajo para que le den la oportunidad de conservar su empleo.

El reto de los hermanos Dardenne es aún mayor: convencernos que Sandra –una mujer de clase obrera, frágil y enfermiza- puede ser interpretada por Marion Cotillard, la actriz francesa más hermosa y premiada de su generación. Empezaron por quitarle cualquier aura de estrellato: dos camisetas esqueleto, una blusa, unos jeans y unos botines es todo lo que usará de viernes a lunes, que es el tiempo de este relato. No hay maquillaje en su rostro, no hay mayor orden en su cabello. El resto fue recordarle que estaba trabajando para los Dardenne y que por ende su talento tendría que estar al servicio de esta historia, no al de su propio lucimiento personal. Haría parte de un engranaje –suficientemente probado- donde importa menos el renombre del actor o la actriz, y más lo que sea capaz de aportar a la credibilidad de lo narrado. Por eso los Dardenne no suelen trabajar con estrellas, cuya presencia suele desviar la atención hacia aspectos menos relevantes y más banales, haciendo de lado el mensaje social del cine de estos hermanos belgas. Sin embargo desde El niño de la bicicleta (Le gamin au vélo, 2011) han optado por introducir protagonistas con rostros más reconocibles, como Cécile De France en ese filme, quizá con la intención de llamar una atención más amplia de los medios sobre su cine. Ahora con Marion Cotillard obviamente la resonancia ha sido mayor: el mes pasado ganó con merecimientos en Riga el Premio Europeo de Cine como mejor actriz al interpretar a Sandra.

Marion Cotillard en Dos días, una noche (2014)

Marion Cotillard en Dos días, una noche (2014)

Los Dardenne no suelen hacer películas que aparezcan en revistas diferentes a las especializadas en cine. En sus nueve largometrajes hay poco material para las publicaciones dedicadas a exaltar la “vida de los famosos”, no solo por su renuencia a trabajar con interpretes reconocidos sino por su estilo naturalista, su enfoque social, sus intenciones de mostrar que la Europa pujante y unida tiene rotos y costuras mal disimuladas por donde protruyen la injusticia, la inequidad, la pobreza, la prostitución, las adicciones, las mafias, la delincuencia juvenil, el abandono y los abusos infantiles, la falta de oportunidades, el desempleo. Esos son los complejos temas de su filmografía, un grupo de cintas nada complacientes pero de ponzoñoso impacto, toda vez que los Dardenne se han constituido en una suerte de consciencia social que le da vida, voz y presencia a unos problemas sociales que muchos se resisten a admitir y que ellos insisten en sacar a flote.

Trabajando con gran realismo, en escenarios naturales, con cámara al hombro y con un equipo de producción estable, sus filmes son formalmente muy sencillos; nada distrae sus pretensiones de crítica, de denuncia y de absoluta indignación. Su mensaje es tan fuerte y su prestigio como autores tan enorme que dos veces han ganado la Palma de oro en Cannes –Rosetta (1999) y El niño (L’Enfant, 2005)- y en otra ocasión se alzaron con el Gran Premio del Jurado en el mismo evento con El niño de la bicicleta.

Luc y Jean-Pierre Dardenne

Luc y Jean-Pierre Dardenne

Sin embargo en cuatro ocasiones sus cintas han sido candidatizadas por Bélgica al Oscar a mejor película en lengua extranjera, pero nunca han sido seleccionadas por la Academia de Hollywood en el grupo de finalistas. Acaba de ocurrir precisamente con Dos días, una noche, un largometraje que venían gestando desde hace más de una década cuando leyeron un libro editado por Pierre Bourdieu llamado “El peso del mundo: sufrimiento social en la sociedad contemporánea” y encontraron el caso de un trabajador apartado de su trabajo por los demás compañeros debido a la influencia de sus patrones. Hablaron entre sí muchas veces de esa anécdota pero realmente no lograban concretarla. Hasta ahora.

En una entrevista publicada en The New York Times el pasado 30 de diciembre, Luc Dardenne explicaba que “estábamos trabajando en otro guión pero entonces con las repercusiones de la crisis económica que apareció en 2008, pero que realmente comenzó a sentirse en 2011 y 2012 hubo industrias que empezaron a cerrar, no solo en nuestra región sino en Francia, España, Italia, Grecia y en toda Europa. En ese momento es cuando nos dijimos que era oportuno hacer ahora esta película”. Realmente Dos días, una noche no tiene una única protagonista. Sandra es solo la catalizadora de las historias de sus compañeros, de sus razones, de sus contradicciones, de sus rabias y sus dudas. Ella apela a la solidaridad, a la nobleza, a que los demás se pongan en sus zapatos y vean lo desesperado de su situación.

Dos días, una noche (Deux jours, une nuit, 2014)

No voy a contarles si consigue su propósito. Lo que sí voy a decirles es que Sandra y este filme logran que nosotros como espectadores también pensemos que haríamos si alguien viniera y nos pidiera renunciar a una bonificación monetaria –que necesitamos- para que a cambio esa persona conservara su empleo. Y cuando el cine nos cuestiona y nos interroga es porque está reflejando con certeza nuestra vida, cuando se ha convertido en un espejo en el que, a veces, tememos vernos.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 11/01/15). Págs. 10-12
©El Colombiano, 2015

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Los hermanos Dardenne y Marion Cotillard en Cannes 2014

Los hermanos Dardenne y Marion Cotillard en Cannes 2014

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