Una mente dismórfica: Un hombre diferente, de Aaron Schimberg

Me resisto a creer que el guion de Un hombre diferente (A Different Man, 2024) no haya sido escrito por Charlie Kaufman, pues tiene todas las características de su cine: ingenio, sátira, fabulación y crítica. Llegué al extremo (enfermizo, lo sé) de pensar que el nombre de Aaron Schimberg era un seudónimo suyo, pero me equivocaba, este director y guionista neoyorquino no solo existe, sino que este ya es su tercer largometraje, filme por el que fue nominado al Oso de oro en el Festival de cine de Berlín, certamen donde el protagonista de Un hombre diferente, Sebastian Stan ganó el premio al mejor actor.

Similitudes estilísticas con Kaufman aparte, la película de Aaron Schimberg ofrece una mirada originalísima sobre la autopercepción, la imagen corporal y a lo ajustado a unos patrones estéticos conformes a lo que se considera bello u horrible. Puesto que esto es una fábula, vamos a conocer a un hombre llamado Edward (Sebastian Stan), que padece una neurofibromatosis que deforma severamente su rostro. Como es comprensible, Edward ha vivido una existencia llena de traumas, discriminación y soledad. No sabemos cómo subsiste –sabemos que tiene una experiencia actoral mínima, casi anecdótica- pero vive en un ruinoso apartamento neoyorquino que es, en su sordidez, el reflejo exacto de su golpeado espíritu. Cuando una nueva vecina llega al apartamento de al lado, una aspirante a dramaturga llamada Ingrid, de origen europeo (la gran Renate Reinsve), Edward parece abrir un poco su mundo cerrado, desconfiado y golpeado por los prejuicios.

¿Y la fábula? Una terapia experimental convierte a Edward, literalmente, en un hombre diferente. No solo cambia de aspecto, también de nombre y de trabajo. Pero hay cosas que ningún medicamento o experimento pueden reparar y eso lo va a aprender el protagonista de este filme. Su rostro ha cambiado, pero su mente no, y eso lo entenderá cuando un tiempo después reencuentre a Ingrid y se entere de la obra teatral que está montando, cuyo casting exige un hombre como él era. Aunque Edward intente representarlo en el teatro, considerando que la que está escenificando es su propia historia, cuando aparezca Oswald (el actor inglés Adam Pearson), sabrá que hay cosas que no se fingen.

Adam Pearson padece realmente una neurofibromatosis y ya el director había trabajado con él en su filme previo, Chained for Life (2018), además de que participó en Bajo la piel (Under the Skin, 2013) de Jonathan Glazer. Ha sido presentador de televisión, reportero y director de casting. En Un hombre diferente quisiera pensar que se interpreta a sí mismo: un hombre exitoso, pese (o debido a) su aspecto, una condición que pasa a un segundo plano por su personalidad, por el atractivo que se desprende de su forma de ver el mundo y que en la película se traduce en un ser generoso, auténtico, abierto a las experiencias terrenales y espirituales, sin miedo a ser discriminado. Edward jamás superó el hecho de su deformidad y ahora que no la tiene en el rostro se da cuenta que sigue con ella en su mente, en su manera de ver y de verse: ahora que es un hombre común no es interesante para Ingrid ni para nadie, es un rostro en la multitud.

Un hombre diferente ofrece una mirada que es a la vez reflexiva y caustica sobre los prejuicios auto infligidos, sobre el daño que nos causamos pensando si nuestro exterior si es lo suficientemente apropiado para unos estándares de belleza impuestos por una sociedad occidental que decide que es bello y que no, descuidando o menospreciando lo que realmente somos: aquello que nuestra mente exhibe y refleja con sus pensamientos, pulsiones y actos. Se prefiere una cáscara lustrosa, así esté vacía. La solidaridad, la bondad, la asertividad, la capacidad resolutiva, la opinión crítica y documentada… nada parece importar frente a un exterior bello, joven y sensual. Parece una verdad demasiada trillada, pero esta película toma esta premisa superficial y la convierte en una bofetada atronadora. “-Mi viejo amigo, no has cambiado nada-” le dice Oswald el deforme a Edward el hermoso al final de la película. Y tiene razón.
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