A la sombra de Marcel Pagnol: La hija del pocero, de Daniel Auteuil

Compartir:

Sin que nos hubiéramos dado cuenta, el actor Daniel Auteuil se ha convertido en director de cine a la sombra de un roble muy grande, un árbol robusto llamado Marcel Pagnol. Y reitero que esto ha ocurrido a nuestras espaldas pues recién el mes pasado se estrenó en Colombia La hija del pocero (La fille du puisatier, 2011), su debut como director, mientras el resto del mundo ya ha disfrutado a Marius (2013) y a Fanny (2013), todas tres basadas en obras de Pagnol.

Su interés en el afamado dramaturgo, novelista y cineasta Pagnol es fácil de trazar. Auteuil hizo el papel de Ugolin tanto en Jean de Florette (1986) como en Manón del manantial (Manon des sources, 1986) las dos incursiones de Claude Berri en el mundo de Pagnol. Gracias a Jean de Florette Daniel Auteuil obtuvo el premio César al mejor actor y sin duda le guarda desde entonces especial cariño al creador de esos personajes: “Es un autor que me ha traído suerte y que me trae suerte hoy. Él hizo feliz a la gente, nos ha hecho reír, nos ha hecho llorar al darnos un montón de razones para la esperanza “, refiere Auteuil en una entrevista con Emilie Leoni a propósito del estreno en Francia de Marius y de Fanny, las dos primeras partes de la”trilogía marsellesa” de Pagnol.

Astrid Bergès-Frisbey en La hija del pocero (2011)

Astrid Bergès-Frisbey en La hija del pocero (2011)

Tras las dos películas de Berri, Auteuil siguió en contacto con la familia de Pagnol (fallecido en 1974) y veinticinco años después fueron ellos mismos los que le insinuaron al productor Alain Sarde si La hija del pocero podría interesarle a Daniel, pues ya tenía aproximadamente la edad del protagonista. El actor estaba feliz de poder participar en el proyecto y ante el interrogante de Sarde sobre quien pudiera dirigir la adaptación, el propio Auteuil se ofreció sin dudarlo un instante. La hija del pocero fue originalmente un filme que el propio Pagnol dirigió en 1940, protagonizado por Raimu, Fernandel y Josette Day. Posteriormente él mismo novelizó el guion.

“Con Pagnol uno está de inmediato en el imperio de las emociones. Cada vez que uno lee su obra lo golpea con el mismo poder. En este caso, desde el principio hubo el deseo de abordar el texto e interpretar el papel. El deseo de hacer que esas palabras y emociones fueran oídas de nuevo hoy, como si fueran expresadas por vez primera. Especialmente porque –aparte de su título- La hija del pocero no es la obra más conocida de Pagnol. Entonces lo que me tocó con más profundidad fue que yo iba a ser capaz de hacerme cargo por completo de la historia, que iba a ser capaz de hablar de gente que me era familiar, que conocí o había conocido; hablar acerca de sentimientos y valores que aprecio, que me hicieron lo que soy y que algunas veces son casi tabú hoy. Ahí es donde recae el poder y la belleza del trabajo de Pagnol”, declaraba emocionado Auteuil en una entrevista para un medio australiano.

Daniel Auteuil y Astrid Bergès-Frisbey en La hija del pocero

Daniel Auteuil y Astrid Bergès-Frisbey en La hija del pocero (2011)

Y esa emoción y ese aprecio se sienten en la película. No se trata de una “Francia idealizada” como algunos críticos de mala leche han tachado a esta adaptación: es la Francia rural que Pagnol conocía, la que habitaba, la que llenaba sus sentidos. En su costumbrismo está su mayor valor, en la autenticidad de una drama que para los ojos del siglo XXI quizá luzca caduco, pero que sigue teniendo validez por lo genuino de los sentimientos y valores que expresa. El padre que debe –por obligación moral y social- rechazar a la hija mayor cuyo honor ha sido mancillado es una figura trágica, a la vez llena de orgullo y de amor. Esa hija que ha cuidado como una joya y a la que sigue amando es fuente de su desgracia, pero en el fondo sabe que solo basta un gesto para perdonarla. Auteuil representa a esa padre viudo que ha debido levantar a un número asombroso de hijas gracias a su trabajo como cavador de pozos de agua -el agua es un tema recurrente en la obra de Pagnol- y que se enfrenta al dilema de darle la espalda a Patricia (la joven Astrid Bergès-Frisbey) luego de que el hombre que la deshonró aparentemente ha muerto durante la Segunda Guerra Mundial y su acaudalada familia se niega a aceptarla.

Se trata de un relato romántico, construido con unos elementos novelísticos que estaban en boga hace setenta años y que siguen siendo efectivos cuando están respaldados por una buena historia. Y Pagnol era un conocedor absoluto del alma francesa como sus textos lo confirman. No por nada Auteuil se ha apoyado en él para construir su filmografía. Buena sombra lo cobija.

Publicado en la sección web de la revista Kinetoscopio No. 107 (Medellín, julio-septiembre, 2014)
www.kinetoscopio.com
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2014

A3

Compartir: