Las pesadillas del insomne: Animales nocturnos, de Tom Ford

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Leamos un aparte de “Tony and Susan”, novela del escritor norteamericano Austin Wright publicada en 1993 y cuya protagonista es una mujer llamada Susan Morrow, a la que le ha llegado por correo el manuscrito de una novela escrita por Edward Sheffield, su exmarido: “El manuscrito se resistía o ella se resistía, temerosa de empezar para que el libro no la hiciera olvidar su peligro, cualquiera que fuera. El manuscrito es tan pesado, tan largo. Los libros siempre se le resistían al principio, porque implican mucho tiempo. Pueden enterrar lo que ella estaba pensando, a veces para siempre. Podía ser una persona diferente al terminar de leerlos. Este caso es peor que lo usual, porque el que Edward volviera a su vida trae nuevas distracciones que no tienen nada que ver con sus pensamientos. Él también es peligroso, descargando su cerebro, la bomba que hay en él. No importa. Si ella no puede recordar su problema, que importa el libro. Luego ella no va a querer parar. Abre la caja, mira el título, Animales nocturnos”.

Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016)

El protagonista del libro que ella va a leer se llama Tony Hastings, es un profesor universitario, casado y tiene una hija. La narración de Austin Wright opera en dos mundos, el de Susan y sus pensamientos, y el del relato protagonizado por Tony y que ella está leyendo. Desde el título “Tony and Susan” hay un dialogo entre realidad y ficción que es muy interesante y que habla del impacto que la lectura del libro tiene sobre Susan. Ella, que representa el mundo “real” empieza a ser sacudida por la lectura que está haciendo. La “ficción” empieza a tener para ella significados más profundos, más personales: “Pueden enterrar lo que ella estaba pensando, a veces para siempre. Podía ser una persona diferente al terminar de leerlos”.

Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016)

El texano Tom Ford –que entre 1990 y 2004 fue diseñador y director creativo e Gucci e Yves Saint Laurent- vuelve a dirigir una película luego de su exitoso debut con Solo un hombre (A Single Man, 2009) y lo hace adaptando él mismo a “Tony and Susan”, bautizando el filme con el más intrigante título de Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016). Ford conserva la estructura formal de la novela de Austin Wright, así que nos moveremos permanentemente entre el mundo real que representa Susan (interpretada con glacial belleza por Amy Adams) y el mundo de la ficción que encarna Tony (Jake Gyllenhaal). Ford convierte a Susan en una prestigiosa galerista de Los Ángeles, rodeándola de lujo, arte contemporáneo, glamour y un enorme vacío vital. El director –habituado sin duda a ese mundo- es implacable en su crítica a esa forma de vida. Susan no parece satisfecha, se le siente incómoda, indiferente e insensible. Un crónico insomnio la mueve a leer el manuscrito de Edward, un hombre a quien hace un par de décadas no ve.

Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016)

Susan empieza a leer y lo que vemos es su versión visual de esa lectura. Cada quien le da un rostro y un cuerpo a los personajes de un libro y Susan le da a Tony el rostro y la figura de Edward, hermanando de entrada lo que lee con su vida pasada, algo que probablemente el lector de “Tony and Susan” tardó más en descubrir. Vamos alternando entre realidad y ficción, entre lo que ella lee y lo que esa lectura le hace evocar de su pasado junto a Edward, un pretérito lleno de decisiones vitales que la han convertido en la mujer que hoy es, en una copia inevitable de su madre, en un ser insomne rodeada de pesadillas diurnas y desilusiones que iremos comprendiendo.

Animales nocturnos (Nocturnal Animals, 2016)

La narración que Edward le dejó es un relato con un desarrollo sorpresivo en clave de thriller que no voy a revelar, pero que me hizo evocar en su rabia a Sam Peckinpah y su Perros de paja (Straw Dogs, 1971), en el que la violencia es catarsis antes que venganza, liberación antes que desquite. La escritura de ese libro de esos “Animales nocturnos” que Edward hizo es la versión literaria de los hechos que Tony padece, es su manera intelectual de redimirse, a lo mejor también tras muchas noches de soledad, pena e insomnio.

Las elecciones formales de Tom Ford son estéticamente muy logradas en su estilización, rozando incluso con cierta sensibilidad a lo David Lynch que refuerza lo punitivo de lo que estamos viendo. Animales nocturnos funciona bien a varios niveles: en el relato que ella lee y nosotros vemos, en la evocación y en la sacudida que esa lectura provoca en Susan, y en el juego que Edward le propone y que es más elaborado y cruel de lo que ella supone. Él, al que su exesposa siempre tildó de débil, es ahora el titiritero, el que maneja los hilos. ¿Lo dudan? Vean la última escena de este filme.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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