Padre e hijo: Renoir, de Gilles Bourdos

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Renoir, del director francés Gilles Bourdos, nos lleva al pasado para recordarnos que fueron dos los grandes artistas de la historia que provinieron de esa talentosa familia.

Una de las versiones más difundidas del afiche de la película Renoir (2012) parece un cuadro impresionista, pero en realidad es solo una bella escena del filme. Muestra a una pareja de jóvenes en medio de un ambiente campestre, sentados en el suelo, rodeados de plantas. Tanto él como ella miran hacia la izquierda, como fijándose en algo que no podemos ver. Su ropa refleja el descuido derivado de cierta prisa por vestirse y evitar ser descubiertos. Entendemos entonces lo que hacían ahí en medio del bosque y nos sentimos un poco cómplices y a la vez admirados por toda la vitalidad que esa imagen refleja.

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Pero a quien vemos no es al pintor Pierre-Auguste Renoir en su juventud, acompañado de una de sus modelos y amantes, como podría pensarse. Quien ahí aparece es Jean Renoir, el segundo de los hijos del pintor. Lo acompaña Dédée, que va a convertirse en unos años en su primera esposa. Dédée se llamaba en realidad Andrée Heuschling y es quizá la última de las modelos que posaron para Pierre-Auguste Renoir. Que ambos jóvenes estén en el afiche no es casual: la película Renoir no es exactamente sobre la vida del pintor sino sobre una transición familiar que recayó inesperadamente en los hombros de Dédée. Esa joven pasaría de ser la musa del padre a convertirse en la musa y esposa del hijo, de un hijo que hasta ese momento no era más que un soldado herido durante la Primera Guerra Mundial que convalecía al lado de su anciano padre. El año es 1915.

La película se basa en un libro del director de cinematografía Jacques Renoir, bisnieto del pintor, titulado Le Tableau amoureux, publicado en el 2003. Los guionistas del filme decidieron situar toda la acción en Les Collettes, la casa campestre que la familia Renoir tenía en Cagnes, cerca a Niza. Esto les permite mostrarnos la exuberancia silvestre en la que Pierre-Auguste encontraba inspiración para sus pinturas, pese a que en realidad Jean pasó su convalecencia en París, según podemos leer en su hermoso libro Renoir, mi padre: “En abril de 1915, un hábil tirador bávaro me regaló una bala en una pierna. Se lo agradezco. Aquella herida permitió que por fin me hospitalizasen en París, adonde había hecho mi padre que lo trasladaran para estar más cerca de mí. La muerte de mi madre lo había dejado quebrantado por completo y estaba en un estado físico peor que nunca. El viaje de Niza a París lo dejó tan cansado que no sabía si ir a verme al hospital. No me costó que me dieran permiso para pasar el día en casa cuando no había que quitarme los vendajes y volverme a vendar”. Jean, en su autobiografía, nos cuenta que conoció a Dédée en Les Collettes durante un permiso de su actividad militar, pero el hecho no parece estar relacionado con su herida de guerra. Los guionistas de Renoir simplifican y unifican ambos eventos.

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Dédée (la actriz Christa Théret) en Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Dédée –de acuerdo a Jean Renoir- “era el último regalo que mi madre antes de morir le hizo a mi padre. Soñaba con una modelo rubia para sus grandes bañistas, y mi madre la buscó en la Academia de Pintura de Niza. Allí descubrió a Dédée. Poco después murió de diabetes, según los médicos. Yo sabía que había muerto de la impresión que le produjo un viaje al frente, donde fui herido gravemente”. Dédée llega a Les Collettes enviada entonces por una muerta, como el propio Pierre-Auguste lo reconoce. Va a contratarla de inmediato, seducido por la belleza, juventud y vivacidad de esa modelo, actriz y artista. Buena parte del filme la vemos posando desnuda o semidesnuda para el pintor (interpretado por Michel Bouquet), mientras sus manos desfiguradas por la artritis la van transformando en una de sus creaciones inmortales. Como curiosidad, cuando vemos las manos de Renoir pintando, en realidad son las de Guy Ribes, el falsificador de arte ex convicto que fue contratado por el director de la película, Gilles Bourdos, para capturar el estilo de Renoir y recrear algunas de sus pinturas e inventar otras que pudieran haber sido pintadas por él.

El resto del trabajo lo hace la vibrante luz de la Costa azul y la naturaleza que rodeaba a Renoir en su estudio, una fuente de inspiración casi inagotable para este artista, que ahora tenía en Dédée no solo a una nueva modelo, sino a un derroche de vida y juventud. “Dédée adoraba a mi padre y él sabía agradecérselo. Por la mañana llenaba de alegría el taller donde Renoir la esperaba, Mientras se preparaba para posar, cantaba a pleno pulmón alguna tonadilla de la calle. Aquello fascinaba a Renoir, para quien una casa sin cantos era una tumba”, recordaba Jean. Ese pintor en silla de ruedas, atormentado por los dolores de la artritis, parece revivir ante el cuerpo precioso de la modelo, esfinge indolente que se sabe deseada por un hombre incapaz ya de aprovecharse físicamente de ella.

Dédée (la actriz Christa Théret) en Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Dédée en Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Jean Renoir entra en ese espacio idílico y platónico como el héroe discreto que regresa a casa a sanar sus heridas. No se precia de ellas, lamenta no poder estar junto a sus compañeros de combate, pero a la vez mira a su padre ya con otros ojos: “Era la primera vez que estaba ante mi padre con la conciencia de haber pasado del estado de niño al estado de hombre. La herida me ratificaba esa sensación de igualdad. No podía moverme más que con muletas. Éramos dos tullidos más o menos recluidos en sus sillones”, recordaba. Enamorarse paulatinamente de Dédée parecía la consecuencia lógica de un contacto cotidiano con una mujer que se antojaba misteriosa y ambiciosa. Ella es quien lo confronta, quien le hace ver que está destinado a vegetar a la sombra de su padre, viviendo de la renta y de la fama ajena.

Siempre he pensado que el mayor mérito de Jean Renoir como artista es el haber sido capaz de despegarse de la figura enorme de su padre, un creador universal que parecía imbatible. En Les Collettes había un pequeño cinematógrafo que la familia utilizaba para tener algunas funciones privadas de ese invento –menospreciado en ese entonces por las clases altas- llamado cine y que a Jean le llamaba tanto la atención. Desde muy niño había estado en contacto con las nacientes imágenes en movimiento y durante uno de los permisos de su servicio militar descubrió en París el arte de Chaplin. Luego durante su convalecencia su afición se hizo todavía mayor: “Me convertí en un fanático del cine. Charlie Chaplin me había convertido. A veces era capaz de ver tres buenas películas diarias, dos sesiones de tarde y una de noche. La herida de la pierna me impedía andar. El cine se me abría dispuesto a acogerme”, explicaba en su autobiografía Mi vida y mi cine.

Dédée (la actriz Christa Théret) en Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Dédée (la actriz Christa Théret) en Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Dédée quería impulsar su carrera como actriz y veía en Jean al instrumento perfecto para hacerlo a través del cine. Era evidente que lo manipulaba para lograr sus fines (incluyendo el convencerlo de vender las pinturas de su padre para financiar sus futuras cintas), pero como fuera, a ella le debemos el inicio de la carrera de Jean como cineasta, dejando de lado el taller de cerámica que Pierre-Auguste había mandado construir para sus dos hijos menores, con la esperanza de proveerles algún sustento al momento de su muerte, que tuvo lugar a finales de 1919. Menos de dos meses después Jean y Dédée se casaron, con el cine como pasión común.

“Insisto en el hecho de que sólo puse los pies en el cine con la esperanza de hacer de mi mujer una vedette. Una vez conseguido el objetivo, tenía la intención de volver a mi taller de cerámica. Ni siquiera sospechaba que, envuelto en el engranaje, me sería imposible salir de él. Si me hubieran dicho entonces que dedicaría mi dinero y toda mi energía a hacer películas, me habrían dado un buen susto”, aclaraba Jean. Dédée utilizaría el nombre artístico de Catherine Hessling y sería la protagonista de seis filmes de Jean Renoir, incluyendo su opera prima como director autónomo, La Fille de l’eau (1925), y la exitosa Nana (1926). La pareja se separaría en 1931, cuando empieza la década gloriosa de Jean Renoir, que incluirá títulos como Toni (1935), El crimen del señor Lange (Le crime de Monsieur Lange, 1936), La gran ilusión (La grande illusion, 1937) y La regla del juego (La règle du jeu, 1939), que lo convertirán en el director emblemático de Francia.

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Renoir (2012), de Gilles Bourdos

Como película, Renoir se centra en el embeleso de Pierre-Auguste y en el enamoramiento de Jean por la misma mujer. Formalmente preciosista y beneficiada de la banda sonora del maestro Alexandre Desplat, la cinta carece, sin embargo, de nudo dramático. Narra un episodio concreto de la vida del pintor y de su hijo, un momento que definiría el futuro artístico de Jean Renoir pero que aún estaba lejos de concretarse, pues incluso al final de la película este vuelve a alistarse de nuevo en las fuerzas armadas. Renoir describe una anécdota hermosa del otoño de un hombre y de la primavera de otro, pero se queda en la contemplación distante de unas vidas destinadas a la posteridad. Las explicaciones escritas que el filme brinda al final, en las que nos cuentan del destino de los personajes, son buena muestra de la falta de resolución de la que adolece esta película, que sin embargo no dudo en que debe ser vista por todos los que amamos la obra de Renoir, padre e hijo. Verla es asomarnos al pasado y desde ahí admirar en silencio el talento tardío de un creador y la semilla aún sin germinar de otro digno de llevar el mismo apellido.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (13/10/13). Págs. 6-8
©El Colombiano, 2013

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Jean y su padre Pierre-Auguste Renoir, alrededor de 1916

Jean y su padre Pierre-Auguste Renoir, alrededor de 1916

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