Livin’ la vida loca: The Bling Ring, de Sofia Coppola

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Siempre he opinado que la filmografía de Sofia Coppola la integran almas incómodas, almas que pertenecen a seres en constante fuga, imposibilitados de soportar el ámbito en que viven, sobre todo porque son incapaces de soportarse a sí mismos. El hastío, la melancolía, la abulia y la sensación de fracaso vital parecen no conocer fronteras en estas existencias tan abandonadas al azar, tan dispuestas a la contemplación de su propio vacío existencial.

Una crónica como la que Nancy Jo Sales publicó en marzo de 2010 en la revista Vanity Fair, llamada The Suspects Wore Louboutins, se antojaba perfecta para la concepción que Sofia Coppola tiene de los personajes de su cine. Describía la vida y milagros de una pandilla de jóvenes –no mayores de 20 años- de clase acomodada que se dedicaron a azotar las casas de las celebridades de Los Ángeles, robando ropa, joyas, accesorios –todo de marcas de gran prestigio- y dinero. Facilitó su labor delictiva el hecho de que los habitantes de esas mansiones (celebridades como Paris Hilton, Lindsay Lohan, Orlando Bloom o Audrina Patridge) pasasen mucho tiempo fuera de casa y que fueran particularmente descuidados a la hora de cerrar adecuadamente sus hogares.

El relato de Sales es tan detallado que puede verse ya en él la semilla de un guión y Sofia Coppola así supo leerlo y adaptarlo ella misma a la pantalla prácticamente sin cambios sustanciales. Obviamente lo que tenemos en The Bling Ring (2013) es su versión de los hechos, contada con la sofisticación visual que un relato sobre jóvenes narcisistas requería, como si para Sofia fuera importante validar su narración frente a potenciales espectadores del mismo rango de edad y condición social de los protagonistas y que ellos la sintieran ajustada a “su” realidad. Por eso la película luce brillante, glamorosa, colorida, chic… y vacía.

The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

The Bling Ring (2013), de Sofia Coppola

Pero en este caso ese vacío está mostrando exactamente lo que Rebecca, Sam, Nicki, Chloe y Marc traslucen y viven. Son jóvenes bellos, social y sexualmente activos, hedonistas, irresponsables y habitando un eterno presente. Sus ídolos son las estrellas que la televisión y las revistas han elevando a los altares de la popularidad más por sus escándalos que por sus obras y bondades. Esas “celebridades” les señalan el sendero de cómo deben vestirse, dónde ir de rumba, que automóvil usar y hasta a que centro de rehabilitación y desintoxicación acudir. Si el ejemplo máximo de buen gusto, talento y éxito que alguien tiene en la vida es Lindsay Lohan realmente no es mucho lo que uno pueda esperar de esa persona. Acaso que esté a toda hora “livin’ la vida loca”.

Detrás de la música, las luces, la rumba, la velocidad, la adrenalina, la hermosura de los cuerpos y el imperio de las redes sociales, lo que hay en The Bling Ring es la desolación. Estamos frente a una generación perdida, que solo es capaz de verse en el espejo, para confesarse enamorada de lo que ve. Viven en una fantasía narcisista en la que robar es solo un juego más, una aventura cuyos riesgos son menores a la recompensa enorme de verse en medio de las habitaciones de los seres cuyas existencias envidian, probándose ropa de diseñador, luciendo el bolso inalcanzable, calzando los tacones Louboutin soñados. Todo es ajeno pero no importa, ellos piensan que se lo merecen. ¿Por qué no?

Sofía Coppola describe ese mundo con precisión y sin nada de cinismo. Es útil incluso para documentar el modo en que los jóvenes se relacionan en esta década del siglo XXI. La ironía la pone uno como espectador, sorprendido del culto a la banalidad que estos muchachos profesan. Lo más triste es que uno sabe que de esta lección nada han aprendido, que de esa larga hipnosis colectiva aún no despiertan.

Z3

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