Cine muy contagioso

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“Y esto es para las 36 millones de personas que han perdido la batalla del Sida y para aquellos de ustedes que alguna vez sintieron injusticia por lo que son o por a quien aman. Esta noche estoy de pie frente al mundo con ustedes y para ustedes”, expresaba el actor Jared Leto el pasado 2 de marzo mientras empuñaba el premio Óscar que acababa de ganar como actor de reparto por su papel de un transexual que muere de Sida en El club de los desahuciados (Dallas Buyers Club, 2013). Más tarde, en la misma ceremonia, Matthew McConaughey obtendría el Óscar como actor principal en la misma película, en la que interpreta a Ron Woodroof, un vaquero al que en 1985 se le diagnosticó la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) en un momento de la historia de esta enfermedad en el que todavía no había medicamentos aprobados para combatirla.

La consagración de los actores de El club de los desahuciados es solo el más reciente capítulo de la larga relación que tiene el cine con las enfermedades infecciosas, de las que se ha servido para mostrarnos dramáticas historias de supervivencia y heroísmo e incluso para condimentar cintas de acción o de terror. ¿Y por qué esta rama de la medicina y no otra? Anota el Doctor Georgios Pappas en la prestigiosa revista Clinical Infectious Diseases que “de todas las especialidades médicas, la infectología parece ser la única que puede ofrecerle al cine el suspenso requerido”. El contagio persona a persona, las epidemias, la lucha por el diagnóstico de algún esquivo virus, las medidas de control, el abnegado científico que se sacrifica por encontrar una cura, el temor de la gente, los signos de una enfermedad eruptiva en la piel, la tos en accesos del paciente con tuberculosis, la agonía del enfermo con Sida… son elementos perfectos para el guion de una película exitosa, lo que no ocurre exactamente con las enfermedades metabólicas o las reumatológicas.

Jared Leto recibiendo el premio Óscar

Jared Leto recibiendo el premio Óscar

Grandes precursores e investigadores de la historia de la microbiología fueron inmortalizados en el cine en sendas biografías de Pasteur (The Story of Louis Pasteur, 1936), Koch (Robert Koch, der Bekämpfer des Todes, 1939), Paul Ehrlich (Dr. Ehrlich’s Magic Bullet, 1940) y René Laënnec (Docteur Laennec, 1949). De igual forma las epidemias históricas fueron registradas en la pantalla: la peste negra del Medioevo quedó para la posteridad en Singoalla (1949) de Christian-Jaque y en un filme inolvidable del maestro sueco Ingmar Bergman, El séptimo sello (1957) en el que un caballero de las cruzadas juega ajedrez con la muerte. La epidemia de plaga en Inglaterra en el siglo XVII fue documentada por Otto Preminger en Forever Amber (1947), mientras la mortífera influenza de principios del siglo XX fue el tema de 1918, realizada en 1985 por Ken Harrison.

Pánico en las calles (Panic in the Streets,1950)

El cine, sin embargo, no se limita a la realidad a la hora de servirse del pánico colectivo que genera una epidemia. Se han hecho filmes sobre posibles brotes bacterianos (Pánico en las calles, 1950) y virales como en Epidemia (1995) y Contagio (2011). Curiosamente estos tres filmes resaltan la labor de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), entidad federal que regula el manejo de las enfermedades infecciosas en términos de salud pública. La enfermedad colectiva que Camus describió en su libro La peste fue llevada al cine con poca fortuna por Luis Puenzo en 1992. La ciencia ficción también ha recurrido a las enfermedades infecciosas como en El síndrome de Andrómeda (1971) de Robert Wise, basada en la novela homónima de Michael Crichton, que recreó de manera precisa lo que pasaría si llegara hasta nosotros un germen de origen extraterrestre.

Greta Garbo en Camille (1936)

Greta Garbo en Camille (1936)

Probablemente la infección bacteriana más cinematográfica es la tuberculosis. Sin duda la Margarita Gautier que interpretó Greta Garbo en Camille (1936) a las órdenes del director George Cukor no fue la primera víctima de la tuberculosis que el cine reflejó, pero probablemente es la más recordada. La revista española Medicina y cine, editada por la Universidad de Salamanca, nos cuenta que “el cine desde su inicios utilizó tramas con tuberculosis y fue utilizado como un elemento importante en la lucha contra esta enfermedad, así hasta los años 50 se realizaron, en diversos países, filmes específicos dedicados a la información y prevención dirigidos a la población.

Hoy el séptimo arte sigue llamando la atención sobre la peste blanca, en no pocas películas recientes la tuberculosis se desliza por sus argumentos”. En el 2010 esa revista publicó un listado con cuatrocientos filmes que incluían a la tuberculosis como parte de sus guiones. Nombres como The Citadel (1938) de King Vidor, Una breve vacanza (1973) de Vittorio De Sica, Moulin Rouge! (2001) de Baz Luhrmann o El jardinero fiel (2005) de Fernando Meirelles hacen parte de esa enorme filmografía. El cine también le dio a esta enfermedad el nombre de pila de uno de los medicamentos fundamentales para su tratamiento. En 1957 el investigador Piero Sensi y sus colegas en Milán aislaron un grupo de antibióticos a partir del hongo Streptomyces mediterranei, a los que bautizaron rifamicinas como homenaje a la película Rififi (1955) de Jules Dassin. Actualmente la rifampicina es uno de los antibióticos más importantes para la terapia de esta patología.

Edward Norton en El velo pintado (2006)

Edward Norton en El velo pintado (2006)

La divina Greta Garbo también protagonizó otra película con infección a bordo. Se trató de El velo pintado (1934) de Richard Boleslawski, inspirada en una novela de W. Somerset Maugham y que trata de una pareja europea en conflicto que viaja a China a tratar de dar ayuda sanitaria a los afectados por una epidemia de cólera. De ese filme se hizo en el 2006 un remake mucho más explicito en mostrar lo que esta enfermedad provoca en un ser humano. Esa película contó con la actuación de Naomi Watts y Edward Norton. Obviamente el cólera también está en el centro de la malhadada adaptación a la pantalla que el director inglés Mike Newell hizo en 2007 de la novela El amor en los tiempos del cólera.

Kids (1995)

Para terminar, volvamos al VIH. El séptimo arte perdió a causa de este virus, entre otros, a los actores Rock Hudson, Brad Davis, Anthony Perkins y Denholm Elliott, y a los directores Tony Richardson y Cyril Collard. Además de haber sentido directamente este luto, el cine se ha encargado de recrear ampliamente las historias de vida y muerte vinculadas a esta enfermedad, tanto con documentales como con cintas de ficción. Entre los primeros están Common Threads: Stories From The Quilt, que ganaría el premio Óscar en 1990, y How to Survive a Plague (2012) de David France. Ambos documentales tratan sobre los primeros años de la epidemia, cuando no había políticas de salud pública claras al respecto ni tampoco medicamentos disponibles, y muestran la lucha de grupos civiles por hacer respetar los derechos de los infectados. Obviamente filmes como Las noches salvajes (Les nuits fauves, 1992), Filadelfia (1993) y Kids (1995) han tenido más difusión por ser obras de ficción. El mensaje de denuncia, prevención y responsabilidad individual que comparten las hace, incluso, útiles como material educativo.

Advertencia final: la cinefilia es muy contagiosa e incurable. Y cuando el cine trata sobre enfermedades infecciosas la transmisión es aún más fácil. No hay vacuna disponible, además. Ya lo saben.

Publicado en la revista Bienestar Sanitas (Bogotá, abril/mayo de 2014). Págs. 62-63
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