Almas rotas: La jauría, de Andrés Ramírez Pulido

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No es fácil conseguir el nivel de zozobra e inquietud que genera el drama de La jauría (2022). Conseguir esa atmósfera opresiva es todo un logro, considerando los pocos elementos que componen la puesta en escena de un filme tan cerrado sobre sí mismo como este. Se trata de un largometraje que invita al público a involucrarse con los sucesos que se narran, básicamente porque necesita que el espectador complete en su mente el rompecabezas existencial de su protagonista, Eliú, un joven criminal que está preso en una especie de granja de trabajos forzados junto a otros compañeros que han sido traídos de varias cárceles para permanecer ahí y ser “curados” espiritualmente por el líder del lugar, que busca infructuosamente reparar unas almas irremediablemente rotas.

La jauría (2022)

Eliú es un muchacho campesino, un hombre taciturno, de pocas palabras, con una mirada intensa y profunda. Ha tenido que padecer y ver tanto dolor que parece cognitivamente aturdido, prisionero silencioso de sus propios demonios y pesares. No es un héroe ni así nos lo van a describir, cometió un crimen grave junto a otro muchacho, uno que va aparecer en esa granja en la que él ya estaba, y que va a sembrar la discordia y a alterar la frágil paz en la que ahí se vive. El “mono”, el recién llegado, va a sacudir las muy escasas certezas que Eliú y los demás compañeros de pena tenían o creían tener.

La jauría (2022)

Esta historia, aparentemente sencilla desde lo narrativo, pero perfectamente estructurada desde lo simbólico, requería encontrar no solo los interpretes ideales, sino una locación que pudiera por sí sola representar el gótico tropical al que La jauría pretende vincularse. Una casa ruinosa en medio de un bosque de tierra caliente: un lugar decadente, tragado por la manigua y la humedad, que evocara calabozos nocturnos, fantasmas, almas en pena, soledad, oscuridad y muerte. Ahí malviven esos muchachos pagando en vida el infierno mental al que sus culpas los condenaron, a toda hora vigilados, amenazados, zaheridos, soportando el clima, el hambre, la sed, los extraños métodos de resocialización que su líder les impone, buscando su “sanación interior”. Suponen –estoicos- que todo esto se lo merecen porque ya están muertos para este mundo, que nada importa ya.

La jauría (2022)

Eliú parece a veces un espectador de su propia historia, como si estuviera viendo de lejos su vida, como si esta no le perteneciera. Esa turbación física es asimismo el reflejo de su deriva mental, del daño crónico que los abusos que le infringieron sus familiares han tenido sobre él. Del sentimiento de venganza pasó a un hermetismo vital que es coraza y escudo, y que la película respeta. Poco o nada sabemos de lo que piensa, pero su mirada delata todo el dolor y el sufrimiento que su boca no expresa. El “mono” es su otro yo, el espíritu que es indomable porque está tan herido que es incapaz de expresar algo distinto a la rabia y a la frustración. No le teme a nada, simplemente porque todos lo golpearon y lo traicionaron ya. No tiene nada que perder. Entre los dos muchachos conforman y despliegan el espectro completo del vacío existencial, la derrota absoluta del ser que fue vaciado de humanidad, afecto, ideales y bondad, y que ahora solo busca sobrevivir apelando a la violencia.

La jauría (2022)

La jauría es una película decepcionada y defraudada con un estado de las cosas –social, familiar, espiritual, educativo, estatal- que llevó a estos jóvenes a tales extremos de nihilismo y de perturbación mental. Lo que vemos es ya la consecuencia final, pues los antecedentes que los llevaron hasta ahí están apenas esbozados, pero no hay que hacerlos explícitos para entender que detrás de esta tragedia están el machismo, los abusos intrafamiliares, el abandono paterno, la pobreza, la falta de oportunidades, las ganas de revancha, la injustica, la falta de garantías del sistema carcelario, la codicia de los terratenientes, y un sinfín de atropellos que muchos seres comparten como cruda experiencia vital, y que la película visibiliza en sus personajes, interpretados como con conocimiento de causa por actores naturales de enorme presencia como Jhojan Estiven Jiménez y Maicol Andrés Jiménez, que parecieran estar representando en la pantalla sus propias historias.

La jauría (2022)

Este largometraje, opera prima del realizador bogotano Andrés Ramírez Pulido, quien ya había obtenido reconocimiento internacional con sus dos cortometrajes previos –El edén (2016) y Damiana (2017), muestra oficio y riesgo en su capacidad de enseñarnos a los monstruos que nos habitan por dentro y que salen a flote cuando ya nos dejaron el espíritu, las ilusiones y la mente hechos pedazos, y ya solo el instinto y el azar nos dominan.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A. – Instagram: @tiempodecine

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