Un paso en falso: El baile de la victoria, de Fernando Trueba
Fernando Trueba es un director y guionista que amerita atención. Sus películas son de fácil abordaje, incluso hasta complacientes y facilistas, pero se nota en él una cinefilia, una habilidad en la dirección de actores, un amor por la música latina y un sentido del humor que nos hace cómplices y seguidores de sus proyectos. Sus obras de ficción más importantes, Belle epoque (1992) y La niña de tus ojos (1998), contaron además con guión de Rafael Azcona, un sello de garantía que las hizo inolvidables. Aunque su filmografía poco ha llegado a las salas comerciales locales, su cine circula por otros medios y no es un autor que nuestro público considere ajeno. Además ha visitado a Colombia con regularidad.
La infortunada distribución de cine en el país nos trae con dos años de retraso El baile de la victoria (2009), su penúltimo largometraje. Si bien su trabajo previo a este, El embrujo de Shanghai (2002) había supuesto dividir opiniones entre la crítica, que no pudieron evitar pensar lo que hubiera hecho Víctor Erice –que alcanzó a escribir un guión, pero fue excluido del proyecto- con la novela de Juan Marsé en la que se basó el filme, El embrujo tiene una belleza formal, un cuidado en los diálogos y un tono nostálgico que la hacen digna y disfrutable.
No ocurre lo mismo con El baile de la victoria, indefendible desde el ángulo que se le mire. A partir de una novela homónima de Antonio Skármeta escrita en 2003, y en cuya adaptación el propio escritor chileno participó, Trueba se lanza a un filme cuya principal dolencia es la falta de claridad. ¿Estamos ante un drama, una comedia o una farsa? La improbable mezcla de géneros confunde al espectador, que en ningún momento sabe que esperar. Defraudadas sus expectativa una y otra vez, el público pierde interés en una cinta que no sabe para donde va. La historia de Vergara Grey (nada menos que Ricardo Darín), el ladrón veterano y cínico que se encuentra con Ángel, el ladronzuelo joven e ingenuo que posee un plan para dar un gran golpe, daba para una película distinta, más inteligente y no tan dispersa ni tan plétora de clichés, estereotipos y falsos lirismos. Por momentos su tono es tan ridículo que uno no entiende a donde fue a parar la veteranía de Trueba.
Es mejor tener fe y suponer –le pasa al mejor bailarín- que este es solo un paso en falso, como así lo ha mostrado su más reciente filme, la bellísima Chico & Rita (2010). ¿Acaso no sería esa la película de Trueba que deberíamos estar viendo acá?
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 10/11/11). pág. 18
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