Las imágenes del 2010
Juan Carlos González A.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 06/01/11). Pág. 14
El año anterior se estrenaron comercialmente 206 largometrajes en Bogotá (en las demás capitales la cifra es menor). La mayoría de estas películas carecen de pretensión distinta a brindar entretenimiento fácil y grandes taquillas, tal como Hollywood busca y logra. Son cintas de enorme despliegue publicitario y de medios, por lo general inversamente proporcional a su calidad. Nuestro público ya no identifica al cine con el arte o la reflexión, sencillamente porque esa no es la oferta que los distribuidores locales le dan, interesados como están en ver fructificar su negocio. Me llama la atención que más del 11 por ciento de los estrenos correspondieron a películas de terror, un género muy apetecido por el público, pero que siembra unos valores poco recomendables en la ya golpeada psiquis colectiva. Lo demás son comedias para adolescentes mentales, filmes de acción y dibujos animados. Que del cine como arte se encarguen las cinematecas, las universidades, los festivales… y la piratería.
Un cinéfilo consciente no tuvo más de 50 películas valiosas que ver entre los estrenos del 2010 y un número por lo menos igual de películas que tendría que haber podido disfrutar, pero que nunca van a llegar acá. No somos un país con una cultura cinematográfica sólida y el respeto por la inteligencia del espectador no es un asunto que a alguien le importe. Sin embargo, sí hubo películas que marcaron la diferencia y son ellas las que quiero destacar.
Michael Haneke y La cinta blanca demostraron la capacidad de este autor para sacudirnos, ahora sin necesidad de ser gráfico; Scorsese, con La isla siniestra, nos llevó de la mano a un viaje por la mente enferma; Jacques Audiard comprobó ser un narrador poderoso en ese drama sin tregua que fue Un profeta; los dolores de la guerra fueron transformados en arte por Lu Chuan en Ciudad de vida y muerte, mientras David Fincher logró hacer un perfil fascinante del creador de la Red social.
Los genios de Pixar se salieron con la suya en Toy Story 3, Juan José Campanella derrotó al escepticismo e hizo de El secreto de sus ojos un clásico contemporáneo; Roman Polanski volvió con El escritor oculto para decirnos que tiene aún mucho que contar; Los abrazos rotos habló de la consistencia de Almodóvar como autor, y el director de Déjame entrar, Tomas Alfredson, dejó constancia de que el vampirismo es un tema serio.
El cine colombiano tuvo momentos de sol y sombra, pero Retratos en un mar de mentiras y El vuelco del cangrejo mostraron cuál es el sendero correcto.