Llamadas de medianoche: Talk Radio, de Oliver Stone

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Luego del éxito alcanzado con Wall Street (1987) y antes de haberse hundido de nuevo en Vietnam con Nacido el cuatro de julio (Born on the Fourth of July, 1989), Olíver Stone dirigió en 1988 a Talk Radio, película que prácticamente no logró ninguna difusión en nuestro medio a pesar de la popularidad de su laureado director.

Talk Radio -su sexto largometraje- está protagonizada por Eric Bogosian, quien además la coprodujo y adaptó a partir de una pieza teatral de su autoría. Otra parte del guion se basó en el libro Talked to Death: The Life and Murder of Alan Berg de Stephen Singular, sobre el asesinato de un locutor de Denver a manos de un grupo neonazi en 1984.

Radio Days
En Estados Unidos, los talk shows, tanto en radio como en televisión, se han convertido en cuadrilátero feroz donde se ventilan todo tipo de conflictos y obsesiones. Las reglas del juego son sencillas: llamar, proponer un tema y discutirlo con un anfitrión que por lo general hace las veces de psicólogo, trabajador social, psiquiatra, terapista sexual y hasta de verdugo. En nuestro país ya se oyen este tipo de programas, aunque por lo general se maneja un tema concreto y definido por parte del locutor, quien incluso lleva a una o dos personas como invitados, los cuales acaparan el programa minimizando la participación de los oyentes.

Talk Radio (1988)

Stone se sirve de este esquema para filmar lo infilmable: un programa radial, tratando de mantener la atención del espectador durante las casi dos horas en que prácticamente no abandonarnos los estudios de la KGAB en Dalias. Bogosian interpreta a Barry Charnplain, anfitrión de “Night Talks”, un talk show local a punto de lograr radiodifusión nacional. Durante el fin de semana que narra la película, asistimos a las emisiones de viernes y lunes donde Champlain trata temas tan livianos como antisemitismo, racismo, drogas, homosexualismo y suicidio. Pero la legión de oyentes que llama al programa no desea ser consolada o simplemente escuchada. No. Ellos desean ser castigados, reprendidos, censurados, ofendidos, zaheridos. Y eso es exactamente lo que reciben.

La agresividad del locutor no tiene límites y, lo peor, tampoco conocemos sus orígenes. Convertido en un semi dios con la capacidad de callar a su interlocutor con sólo cambiar la llamada, Champlain poco a poco va entrando en los círculos del infierno donde ya están alojados sus oyentes.

Talk Radio (1988)

La interpretación de Bogosian es meritoria en el papel de un hombre llevado a las fronteras de la insania por un grupo de psicópatas que se solazan al retar de palabra y amenazar de hecho a un ser que aman y odian simultáneamente. El asombro de Champlain al tener frente a frente en el estudio radial a uno de sus oyentes, es el asombro de ver materializada una pesadilla, una que él mismo ha ayudado a crear.

El ritmo de la película no decae en esta parte y, ayudados por un manejo efectista de cámaras, logramos sentir la náusea y la desazón que Stone pretendía, al hacernos testigos una vez más de la demencia colectiva de los hermanos del Norte.

Pump Up the Volume
Pero es en este mismo punto donde Talk Radio empieza a fallar. La película no explora la responsabilidad que Champlain tiene sobre el comportamiento de sus oyentes. ¿Cuál es el objetivo real del programa? ¿Qué pretende? Al parecer, lo único que busca el hombre tras el micrófono es alimentar la agresividad palpable de su audiencia y alimentarse él también de esa ira. Y esa es una mezcla explosiva, como nos lo mostró Gilliam en Pescador de ilusiones. ¿Cuánto poder posee y qué daño puede hacer alguien con un medio de comunicación masivo? No olvidemos que los hombres que logran que diez o quince mil personas agiten banderas en un estadio pueden provocar que esas mismas personas apedreen a un árbitro.

Talk Radio (1988)

La película no responde estos interrogantes, pero, además, no logramos identificarnos con nadie en ella: ni con el megalómano protagonista ni con sus enfermizos interlocutores. No sentimos ninguna simpatía por Champlain y, es más, queremos que sea castigado. ¿Es su intuido sacrificio una justificación a su conducta? ¿Redime así su culpa? Con este recurso, el director y coguionista logra una salida facilista que a nadie deja satisfecho.

Sin embargo todas las películas de Stone logran sacudirnos y Talk Radio no es la excepción. Este mal sabor en la boca es el mismo de ver el frenesí de James Woods en Salvador (1986), a Willem Dafoe llevado a la demencia brutal de Platoon (1986), a Tom Cruise llorando ante su propia miseria en Nacido el cuatro de julio o a Val Kilmer excitando a los alucinados fans de The Doors (1991): es la sensación salobre de sentirnos llevados más allá de los límites de la cordura y enfrentados a la violencia insondable con la que Oliver Stone salpica toda su obra cinematográfica. Es sólo en este contexto en que Talk Radio logra toda su dimensión.

Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio No. 18 (Medellín, marzo-abril / 93), págs. 49-51
©Centro Colombo Americano de Medellín, 1993

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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