Los eternos excluidos: Yo, Daniel Blake, de Ken Loach
“Your film, Ken – it is a fictional film”
-Greg Clark
Secretario de Negocios del Gobierno Británico
Ken Loach ganó su segunda Palma de oro en Cannes con un drama social como los que acostumbra hacer, un nuevo capitulo en su lucha contra la injusticia y la desigualdad que padecen en Inglaterra aquellos que son anónimos, los ciudadanos de segunda, los excluidos de siempre. Sin embargo, Yo, Daniel Blake (I, Daniel Blake, 2016) no es una simple perorata política escrita por Paul Laverty y escenificada por Loach.
Es algo más, es un grito humano, es la individualización de alguien que ha sido solo masa y que ahora es una persona que, hastiada, decide quejarse en voz alta, así su protesta sean unas palabras efímeras pintadas en una pared. Su “I, Daniel Blake demand my appeal date before I starve and change the shite music on the phones!” es una queja pública que refleja su indignación frente a un sistema que lo ha hecho dar vueltas y vueltas en círculo para obtener un beneficio social al que tiene derecho y al que no logra acceder, metido en un laberinto kafkiano de documentos, formatos, exámenes médicos, interrogatorios, citas, consultas, búsqueda de trabajo y la exigencia de hacer todo online, algo imposible para un analfabeto digital como él.
Pero Daniel, un carpintero con cuarenta años de experiencia que sufrió un ataque cardiaco mientras trabajaba, no está solo en ese universo absurdo. Lo acompaña Katie (Hayley Squires) una madre soltera y desempleada con dos hijos a la que han reubicado de Londres a Newcastle, donde Daniel –viudo y sin hijos- vive. Ambos compartirán indignidades y abusos, mientras tratan de navegar la selva incomprensible de los servicios sociales ingleses.
Katie es menos estoica que Daniel, se derrumba y cae más fácil en el desespero de quien no tiene con que alimentar a sus hijos. Es muy duro presenciar su declive, algo que parece inevitable pese a la bondad y a la solidaridad de Daniel (Dave Johns) y a la caridad que algunas organizaciones muestran para con ella.
El filme no es sutil, la situación que viven no da para metáforas y sublimaciones. Por eso a veces quisiéramos no presenciar lo que vemos, desearíamos no ser testigos del bochorno y la humillación, pero Loach no admite que seamos pasivos e indolentes, pretende conmovernos y sensibilizarnos. Lo logra, no cabe duda.
Esta película es la historia de una derrota. Pero no la de Daniel y de Katie: la del estado británico, incapaz de velar por el bienestar de sus ciudadanos cuando ya no le sirven, cuando están enfermos, desempleados, pensionados o discapacitados. El domingo 12 de febrero de 2017, Yo, Daniel Blake ganó el premio BAFTA como mejor película británica del año. Al recibir el galardón, Loach dijo: “Gracias a la Academia por respaldar la verdad que dice la película, la que cientos de miles de personas en este país saben, y es que los más vulnerables y los más pobres son tratados por este gobierno con una brutalidad horrorosa que es una vergüenza”. Ahí quedaron registradas sus palabras –en la televisión, en video, en las noticias, en la prensa, en los anales de los BAFTA- como testimonio de su lucha como cineasta y de su compromiso político. Esas palabras, que van a perdurar más que las que Daniel escribió en la pared de un edificio público, comparten la misma rabia del protagonista del filme.
Todos los Daniel Blake de Inglaterra y del mundo se sintieron, ese domingo, sin duda menos solos.
©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.