Poesía en lo cotidiano: Paterson, de Jim Jarmusch
Paterson (2016) es una de las películas más sensibles y accesibles de Jim Jarmusch, una celebración de las posibilidades y alcances de la poesía como elemento liberador, como escape de la rutina, como una forma de enaltecer el espíritu. ¿Suena prosopopéyico y a lugar común? Solo por culpa de mis palabras, pues el filme asume este tema con absoluta naturalidad, sin exceso alguno. Es la historia de un hombre joven, casado, llamado Paterson (el actor Adam Driver) y que vive en la ciudad de Paterson, New Jersey.
Durante una semana –de lunes a lunes- lo acompañaremos en su trabajo diario como conductor de bus de servicio público. Sus hábitos son monótonos y Jarmusch nos los muestra como una constante repetición, solo con ligeras variaciones casi todas provocadas por Laura, su esposa, una mujer con inquietudes artísticas sin un trabajo fijo y que pasa las horas redecorando su hogar, cocinando y emprendiendo proyectos no siempre aterrizados. Es evidente la fortaleza de su relación, lo que se complementan, lo que cada uno le aporta al otro.
Paterson es un poeta. Escribe antes de empezar su jornada, durante el receso del almuerzo mientras contempla las cataratas del río Passaic, o en su refugio en el sótano de su hogar. Sus palabras salen de lo cotidiano, de lo que observa mientras conduce, de sus experiencias y recuerdos, de su amor por Laura. Anota en un cuaderno y sus palabras aparecen manuscritas en la pantalla. Escribe para sí y no tiene mayores ambiciones. Paterson es un hombre sencillo, fuera de su tiempo, demasiado puro y noble. Vive en la pequeña ciudad que vio crecer al comediante Lou Costello, al poeta Allen Ginsberg y en donde William Carlos Williams ejercía como médico y paralelamente escribió su épico poemario llamado, precisamente, Paterson. Esos artistas y ese pasado lo nutren, lo hacen sentirse parte de una tradición que hizo de esas calles y esos paisajes un motivo para crear.
Jim Jarmusch es un amante de la poesía y la “escuela de Nueva York” ha sido una gran influencia para él. Uno de los autores de ese movimiento, Frank O’Hara escribió un manifiesto llamado Personism, en el que afirma: “No escribas poesía para el mundo. Escríbele poesía a otra persona. Escribe una nota de amor a alguien a quien amas, o escribe una pequeña carta poética a alguien que conoces”. De ese espíritu intimista está contagiada Paterson, de la fragilidad de las cosas que se borran, que desaparecen, que solo pueden ser vistas por pocos ojos, pero que son amadas para siempre.
Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 13/08/17), sección “debes hacer” pág. 6, con el título “Poesía en lo cotidiano”.
©Casa Editorial El Tiempo, 2017
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