Sesiona el club de jardinería de Nueva York: The Manchurian Candidate, de John Frankenheimer

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The Manchurian Candidate (1962) es uno de esos filmes de culto que muchos adoran, pero que muy pocos han visto. Por lo menos esto último es fácil de explicar. Un par de años después de su estreno fue retirado de circulación durante dos décadas y media, reapareciendo apenas en 1988. Para sorpresa general no había envejecido: su mensaje político, su enorme ingenio y su mirada satírica al poder de los medios de comunicación seguían siendo tan vigentes como cuando se estrenó originalmente.

Es –en últimas- una fábula surrealista y tenebrosa que expone los temores que asustaban a los norteamericanos durante la guerra fría. Aunque se estrenó en los años de la presidencia de Kennedy, sin embargo refleja con propiedad la paranoia anticomunista de la década previa, tal como la mostró Richard Condon en su novela homónima de 1959. El propio Hollywood fue víctima de las audiencias acusatorias que se celebraron entre finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, y que derivaron en la famosa “lista negra” que llevó al ostracismo y a la cárcel a muchas personas, algunas de ellas injustamente. Cualquier cosa, el más mínimo signo interpretado como procomunista disparaba las sospechas más ridículas y las investigaciones más incisivas.

Angela Lansbury en The Manchurian Candidate (1962)

Angela Lansbury en The Manchurian Candidate (1962)

Imagínense entonces lo que representaba el presumir que a antiguos prisioneros de guerra les hubieran lavado el cerebro y que ahora fueran armas secretas del comunismo, listas a atacar las instituciones norteamericanas desde adentro. De eso trataba la novela de Condon y ese fue el material que el director John Frankenheimer y su guionista George Axelrod leyeron. Lo que resultó fue un guion que fue rechazado por la mayoría de los estudios de Hollywood, temerosos del explícito y crítico contenido político del proyecto. Frank Sinatra, que estaba involucrado en el futuro filme, le pidió a John F. Kennedy que intercediera por la cinta ante el jefe de United Artists, Arthur Krim. La premisa del filme era que, en los años cincuenta, los soviéticos habían desarrollado una técnica basada en el lavado cerebral, cercana a la hipnosis, en la que a una persona se la hacía entrar o salir de un trance y se le ordenaba hacer cualquier cosa, para luego quedar sin recuerdo alguno de tales acciones. De este modo, soldados norteamericanos que luchaban en la Guerra de Corea eran capturados, llevados a Manchuria, en China, para ser intervenidos y luego devueltos a las fuerzas norteamericanas sin que nadie advirtiera lo que se les había hecho. Incluso a los soldados se les implantaban falsos recuerdos para que no recordaran lo que en Manchuria había ocurrido. Un disparador subconsciente (una frase, por ejemplo) era utilizado para hacerlos entrar de nuevo en trance. Al reintegrarse a la sociedad de su país no tendrían conocimiento del lavado cerebral al que habían sido sometidos o del disparador que los hacía perder la voluntad y quedarían a merced de las órdenes comunistas.

Frank Sinatra y Lawrence Harvey en The Manchurian Candidate (1962)

Frank Sinatra y Lawrence Harvey en The Manchurian Candidate (1962)

La película la protagonizan Sinatra (como el mayor Bennett Marco) y Lawrence Harvey (como el sargento Raymond Shaw), dos oficiales capturados por los soviéticos y los chinos durante la Guerra de Corea y sometidos, junto al resto de su pelotón, a un lavado cerebral. En una famosísima secuencia los vemos a todos reunidos en un salón, rodeando a la expositora del club de jardinería de Nueva York, mientras la escuchan sus compañeras. La cámara gira trescientos sesenta y cinco grados alrededor del escenario y en ese momento, vemos lo que verdaderamente está pasando. En realidad los soldados se encuentran ante Yen Lo, un hipnotista chino que los tiene bajo su poder. La audiencia que lo escucha son oficiales soviéticos, coreanos y chinos, en un salón con grandes imágenes de Mao y Stalin. Los comunistas pretenden usar a Raymond como un agente encubierto y obligarlo a cometer terribles crímenes, incluyendo –si todo sale como se ha previsto- el asesinato del candidato a la presidencia de Los Estados Unidos.

El giro que John Frankenheimer propone es algo inesperado: la madre de Raymond (una genial Angela Lansbury que apenas tenía en ese momento 37 años, dos más que su supuesto hijo) es ahora la esposa del senador John Iselin, un virulento anticomunista con una imagen modelada según el senador Joseph McCarthy, y que aspira la vicepresidencia del país. Los actos criminales que cometa Raymond le dejarán el camino libre a la presidencia del país. Pero, ¿las acciones del comunismo impondrán entonces a un anticomunista en el poder? ¿O hay algo más que no sabemos? El director tensa las cuerdas y nos recuerda que tan cercanos están los fanatismos, que tan relacionados están los anticomunistas febriles con sus declarados enemigos, y como tras una postura radical pueden agazaparse intereses completamente opuestos. Todos estos elementos se combinan, con fortuna, en el marco de una película de suspenso, con visos trágicos y un clímax final en el Madison Square Garden que recuerda a Hitchcock en El hombre que sabía demasiado (1956).

Frank Sinatra y Janet Leigh en The Manchurian Candidate (1962)

Frank Sinatra y Janet Leigh en The Manchurian Candidate (1962)

La película se estrenó el 24 de octubre de 1962, en medio de los difíciles trece días de la crisis de los misiles entre EE.UU. y Cuba. Los numerosos elementos simbólicos del filme, con sus constantes alusiones a los emblemas del poder y del gobierno de los Estados Unidos, han sido debatidos y mistificados a lo largo de las décadas, incluyendo un misterioso y críptico diálogo que sostiene Marco con Rosie Chaney (Janet Leigh) en un tren, cuyo significado permanece todavía sin aclararse por completo. El aura de misterio y profecía de The Manchurian Candidate alcanzaría su ápex cuando, al año siguiente a su estreno, era asesinado John F. Kennedy a manos de Oswald, al parecer también condicionado por terceras personas a cometer este crimen. El hecho sorprendió a Frankenheimer, quien a partir de ese momento se vio involucrado en un cuestionamiento público: “La esencia de las preguntas que me hacían era que si me sentía responsable del asesinato del presidente. Mi respuesta, por supuesto, era que no. No tuvo nada que ver con la película”. Frank Sinatra estaba devastado por lo que había ocurrido y como era copropietario de los derechos de exhibición de la película, decidió sacarla de circulación, a pesar de la buena acogida que tuvo durante su primera temporada. Otro motivo para decidirse a hacer esto fue el hecho de sentir que United Artists no le estaba pagando con transparencia las ganancias a las que tenía derecho. Así mismo, y debido a su volátil temática, la película fue prohibida en los países de la cortina de hierro hasta 1993.

Frank Sinatra en The Manchurian Candidate (1962)

Frank Sinatra en The Manchurian Candidate (1962)

Exceptuando unas esporádicas presentaciones en televisión, la película fue archivada hasta 1988, cuando volvió a exhibirse en los teatros como una manera de promover su aparición en video. El relanzamiento del filme era también el de John Frankenheimer. El director tenía apenas 32 años cuando rodó la película y aunque continuó filmando, su carrera se volvió errática. Su vida personal se vino a pique con el asesinato de su amigo Robert Kennedy, del que fue inesperado testigo. El director trabajaba con Kennedy en su campaña publicitaria televisiva y el día de las elecciones primarias californianas de 1968, Bobby Kennedy estaba con él en su casa de Malibu. Frankenheimer lo llevó al Hotel Ambassador para celebrar la victoria que prácticamente le aseguraba la nominación demócrata. “Se suponía que yo iba a estar al lado de él en el podium”, pero en vez de eso, el director se excusó para escuchar el discurso en un monitor cercano. Mientras miraba, Sirhan Sirhan, el asesino de Kennedy, le pasó cerca. “Era como en The Manchurian Candidate. Sentí adentro ese estremecimiento”. Justo antes de que Kennedy fuera asesinado, Frankenheimer fue hasta su auto para esperarlo y tuvo que oír las noticias del crimen en la radio. La muerte de Bobby lo conmovió violentamente y perdió interés en su carrera. Recayó en la bebida y su vida personal se desbarató. La ayuda de su tercera esposa fue crucial para recuperar a este veterano de Corea al que la fuerza aérea de su país le enseñó a filmar. A lo largo de las décadas siguientes se mantendría activo, pero nunca volvería a hacer una película como esta. Fallecería en el 2002.

The Manchurian Candidate –conocida entre nosotros como El embajador del miedo o El mensajero del miedo– fue nominada a dos premios Oscar, para Angela Lansbury como mejor actriz de reparto, y para el montaje que realizó Ferris Webster. En el 2004 Jonathan Demme hizo un remake, con la actuación de Denzel Washington, Meryl Streep y Liev Schreiber. No duden que los tiempos han cambiado: en esta nueva versión los comunistas fueron reemplazados por un nuevo tipo de villanos, las grandes corporaciones multinacionales.

Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 04/11/12). Págs. 8-9
©El Colombiano, 2012

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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