Un retrato incesante: Vallejo by Ospina

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En un artículo publicado en la revista El Malpensante, el director Luis Ospina hace un recuento de las circunstancias que lo llevaron a optar por el formato de video para realizar la mayoría de su obra. Dice allí que “El video me permite trabajar en una especie de collage postmoderno permanente, en el cual podía mezclar todos los formatos, incorporar textos y hacer efectos especiales que en cine tendrían costos prohibitivos”. Es el video, entonces, el medio que Ospina utilizó para hacer su más  largometraje documental, La desazón suprema: un retrato incesante de Fernando Vallejo (2003).

La experiencia de Luis Ospina es evidente en este documental, filmado con mínimos recursos, sin luz artificial, y con una sola cámara que el mismo director manejó. Eso le permite tener una aproximación cercana a un personaje difícil, que sin duda no iba a aceptar con facilidad que una parafernalia de técnicos y equipos de filmación invadiera su bien defendida intimidad en el exilio mexicano.

La desazón suprema: un retrato incesante de Fernando Vallejo (2003)

La superficie volátil de Fernando Vallejo es de público conocimiento y padecimiento. Provocador inveterado y critico insaciable de la actualidad nacional, la actitud ácida de Vallejo parece por momentos una pose meticulosamente estudiada para captar la atención y el pasmo de quienes lo escuchan y leen. Cada declaración suya posee el suficiente veneno como para no pasar inadvertida, logrando un impacto quizá involuntario, pero que logra que todos hablen de un hombre que ha hecho del estrépito una forma de vida.

Luis Ospina explora la vida del escritor, buscando las raíces de su arte en una Medellín que ya no existe y de la que solo quedan recuerdos en aquellos que la habitaron. Conocemos a sus hermanos y a través de ellos tratamos de formarnos una idea de este Vallejo escurridizo y hasta tímido que un día se marchó de Colombia, pero cuya voz tronante se escucha todavía con claridad. Ospina nos lleva a su apartamento en México y Vallejo le abre las puertas de su hogar sin prevención alguna. En la intimidad se nos antoja un anfitrión amable y sencillo, un hombre solitario que encuentra en sus perros, en la lectura y en la música, el solaz que el hecho de ser colombiano parece quitarle. Ese Vallejo personal es otro, menos amargo, menos a la defensiva, con tiempo para un gesto de ternura, para una sonrisa franca.

La desazón suprema: un retrato incesante de Fernando Vallejo (2003)

Mezclando hábilmente declaraciones de sus amigos, entrevistas para la televisión y la lectura de algunos de sus textos, el documental se va armando a la manera de un libro dividido en capítulos. Ospina, demasiado respetuoso del sujeto de su película, no ha resistido la tentación de ser evidente y su retrato es complaciente con aquellos que ven en Fernando Vallejo a un duende pícaro y que se divierten escuchando su estridente discurso. De esa forma, no hay tópico local o internacional que se quede por fuera de su punzante y repetida observación. Pero sus motivos siguen tan inaferrables como siempre.

Publicado en la columna Séptimo arte del periódico El Tiempo (edición Medellín). 08/08/03. Sección 2, p. 1
©Casa Editorial El Tiempo, 2003

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Vallejo poster

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