Ganándose la taquilla a dentelladas: Tiburón, de Steven Spielberg

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El director George Lucas, tras ver el guion gráfico (storyboard) que Steven Spielberg había hecho para Tiburón (Jaws, 1975), le dijo al novato realizador: “Si puedes poner en película la mitad de este guión, vas a conseguir el mayor éxito de todos los tiempos”. El problema era cómo. Spielberg solo tenía a su haber la dirección de algunos episodios de seriados y un largometraje para la televisión, Reto a muerte (Duel, 1971) y otro para la gran pantalla, The Sugarland Express (1974), nada más. Carecía de la experiencia necesaria para rodar en el mar un proyecto de estas características y, al no existir aún la tecnología digital, debía recurrir y esperar a que funcionara, sumergido entre las mareas y el oleaje, un tiburón mecánico de media tonelada. Y él solo tenía 27 años.

Pese a ser contemporáneo de los directores del “nuevo Hollywood” –Coppola, Schrader, Scorsese, Friedkin, Ashby, Bogdanovich, Rafelson– Steven Spielberg no era fruto de la cinefilia, la rebeldía o la contracultura: era “hijo adoptivo” del jefe de Universal Television, Sid Sheinberg, quien tuvo la visión suficiente para confiar en un estudiante de California State University en Long Beach que le había presentado un cortometraje llamado Amblin’ (1968) y ponerlo a dirigir capítulos de series de televisión. “Yo no era realmente del círculo de Coppola, yo era un intruso, era el sistema, me estaban criando en Universal Studios, una compañía muy conservadora, y, para Coppola, y también a ojos de George [Lucas], yo trabajaba dentro del sistema”, recordaba Spielberg.

Steven Spielberg durante el rodaje de Tiburón (Jaws, 1975)

Steven Spielberg durante el rodaje de Tiburón (Jaws, 1975)

Tras su promisorio debut con The Sugarland Express, tuvo la fortuna de encontrar en la oficina del productor Richard Zanuck las galeradas de una novela cuyos derechos este había adquirido –junto al también productor David Brown- por $175,000 dólares previa a su publicación. Se trataba de Tiburón, de Peter Benchley, un proyecto que ya estaba encomendado a otro director, Dick Richards, pero que al final terminó en manos de Spielberg, que estaba muy interesado en poder avanzar en su carrera en el cine. Se contaba con tres millones y medio de dólares de presupuesto y diez semanas de rodaje que se iniciaron en mayo de 1974 en la isla de Martha’s Vineyard en Massachusetts. Lo que no había era un guión, pues lo que escribió Benchley no convenció a Spielberg y hubo que recurrir al guionista Carl Gottlieb y a la ayuda no acreditada del dramaturgo Howard Sackler. Spielberg recordaba que durante el tiempo previo al rodaje estaba muy ansioso: “era solamente una película comercial, Moby Dick sin Melville. Y yo estaba haciendo una película como las de Roger Corman. Me quedaba despierto por la noche fantaseando cómo podría librarme de esa película y sobrevivir, pensé en autolesionarme, romperme una pierna o dispararme un tiro en el pie”. Pese a meses de preparación, al momento del rodaje no se contaba con un guión definitivo y hubo necesidad de reescribirlo cada noche durante la filmación, en sesiones conjuntas de Spielberg, Gottlieb, la montajista Verna Fields y los actores protagónicos Roy Scheider, Robert Shaw y Richard Dreyfuss.

Richard Dreyfuss y Roy Scheider en Tiburón (Jaws, 1975)

Mención aparte amerita “Bruce” el tiburón mecánico diseñado por Joe Alves y a cargo del especialista en efectos especiales Robert Mattey. En realidad eran tres los escualos de polietileno: dos para los movimientos laterales y uno para las tomas frontales. El enorme aparato venía montado en una plataforma metálica desde donde se operaba y que debía permanecer hundida en el agua. Pero a la hora de filmar en el mar las dificultades se multiplicaron y Bruce demostró ser torpe en sus movimientos, poco realista y funcionar de manera inadecuada casi todo el tiempo, haciendo que el rodaje se prolongara excesivamente y que hubiera que ingeniármelas para filmar sin su presencia, insinuada por movimientos de cámara, unos toneles que se suponían engarzados a él y la ayuda de tomas submarinas de tiburones reales realizadas en Australia. Todas estas dificultades hicieron que el rodaje se prolongara hasta octubre, pasando de 55 días a 159 días y triplicando el presupuesto original, llegando a costar $10 millones de dólares.

"Bruce", el tiburon mecanico

“Bruce”, el tiburón mecánico

Pero la espera y las dificultades valieron la pena. Tiburón funciona porque nos confronta con el miedo a lo desconocido, con el temor al monstruo que no vemos. Spielberg, convirtiendo en oportunidad dramática las enormes dificultades técnicas que tuvieron con su tiburón mecánico, hace de su película un homenaje al suspenso puro: el tiburón asesino se convierte para el espectador en una amenaza latente, omnipresente e invisible en su letalidad. Con la ayuda del montaje de Verna Fields y la música ya icónica de John Williams, Spielberg consigue que todos “mordamos el anzuelo” e imaginemos que estamos viendo a cada instante un tiburón que en realidad muy pocas veces vemos. Es nuestro propio miedo el que lo convierte en presencia. Ahí el director consiguió despertar uno de los temores colectivos de la infancia: en verdad no hay un monstruo debajo de la cama o en el closet de nuestra habitación nocturna; es nuestro miedo a que lo haya el que nos hace suponer que existe uno y a imaginar entre las sombras que lo vemos.

Es notorio el número de momentos “valle” del filme, instantes donde poco o nada pasa, conversaciones triviales, discusiones burocráticas, tiempo muerto que Spielberg necesitaba para compensar las fallas técnicas del tiburón. Pero la virtud del director consistió en hacer que estemos tan alertas frente a la amenaza del escualo que estos momentos “de relleno” se vean como preparatorios para el próximo ataque y es tal la ansiedad anticipatoria que Spielberg ya nos sembró que nos parece –al recordarla- que la película es una seguidilla continua de incidentes dramáticos sin pausa alguna. Otra virtud de una cinta muy hábil al momento de manipular a su favor nuestras engañadas percepciones y nuestras exaltadas emociones.

La actriz Susan Backlinie, la primera víctima de Tiburón (Jaws, 1975)

La actriz Susan Backlinie, la primera víctima de Tiburón (Jaws, 1975)

En el aspecto comercial Tiburón marcó el inició de una nueva tendencia: la de las campañas de mercadeo previas a su lanzamiento. Universal invirtió setecientos mil dólares en anuncios que inundaron los horarios de más audiencia de la televisión, además desde octubre de 1974 se empezó a promocionar el libro de Benchley, cuya portada en la edición en rústica tenía la misma imagen del poster del filme. En total se invirtieron más de dos millones de dólares en publicidad y comercialización (camisetas, gorras, afiches, muñecos, juegos, álbumes, discos) alrededor del lanzamiento. De acuerdo al guionista Carl Gottlieb, “La noción de vender una película como un evento, como un fenómeno, como un destino, nació con ese estreno”.

El 20 de junio de 1975 el largometraje se empezó a exhibir en 409 teatros de Estados Unidos y 55 en Canadá, para delirio absoluto del público: en los primeros 38 días se vendieron 25 millones de boletas. Fue la primera en romper el récord de los cien millones de dólares en taquilla, superando previos registros de La novicia rebelde (The Sound of Music, 1965) y Lo que el viento se llevó (Gone with the Wind, 1939), convirtiéndose en el primer gran éxito de taquilla (blockbuster) de mitad de año, pues habitualmente las películas de potencial éxito se reservaban para fin de año. Esta no. Tiburón estaba ambientada en julio y se estrenó en junio, cuando muchos bañistas estaban en las playas disfrutando sus vacaciones. Ese público vería la cinta… y muchos decidirán no volver a las aguas, presos del miedo. Además otro “blanco” del filme fueron los adolescentes que vagabundeaban en los centros comerciales durante sus vacaciones. Entre 1965 y 1970 el número de estos lugares de compras y entretenimiento habían pasado de 1.500 a 12.500 en Estados Unidos y en sus múltiplex se vería Tiburón con gran furor.

Las enormes filas para ser asustados...

Las enormes filas para ser asustados…

Escribe Peter Biskind en su libro Moteros tranquilos, toros salvajes: “Tiburón cambió la industria para siempre, pues los estudios descubrieron el valor de contar con amplias posibilidades de exhibición (…) y la publicidad masiva por televisión, dos factores que aumentaban los gastos de marketing y distribución a la vez que reducían la importancia de la crítica impresa, haciendo casi imposible que una película se consolidara poco a poco y encontrara su público simplemente por su calidad (…). Además, Tiburón avivó el apetito empresarial de hacer mucho dinero, y rápido, lo cual equivale a decir que los estudios empezaron a querer que cada película fuese Tiburón”.

En 1975 vivimos el verano del tiburón, cuyas mandíbulas despedazaron la taquilla de Hollywood y cambiaron para siempre las costumbres de hacer cine y de ir a verlo. Todavía sentimos las consecuencias de esas dentelladas.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 21/06/15), págs. 4-5
©El Colombiano, 2015

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

Robert Shaw, Roy Scheider, Steven Spielberg y Richard Dreyfuss durante el rodaje

Robert Shaw, Roy Scheider, Steven Spielberg y Richard Dreyfuss durante el rodaje

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