El dios Hollywood exige víctimas: Sunset Boulevard, de Billy Wilder

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Cameron Crowe: «¿Es Sunset Boulevard una comedia negra?»
Billy Wilder: «No. Es sólo una película».

Norma Desmond, esa estrella del pasado, entra a los estudios de la Paramount buscando a Cecil B. DeMille. El veterano director la recibe con una mezcla de incomodidad, respeto y lástima. Ingresan al estudio de grabación y le ofrece su propia silla, mientras se va a aclarar el origen de tan inesperada visita. Norma espera allí, sin darse cuenta de que el micrófono de un boom se está moviendo tras ella y le golpea -inadvertidamente simbólico- la larga pluma que adorna su sombrero. Sobresaltada, Norma aleja el micrófono intruso, uno como los que acabaron años atrás con el cine mudo y por ende con su estrellato. Norma es una víctima, una de las tantas que el dios Hollywood ha exigido implacable, sediento de sacrificios humanos.

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Sacrificios e inmolaciones como los que veremos a lo largo del soberbio metraje de Sunset Boulevard, la ácida mirada que Billy Wilder y sus coguionistas Charles Brackett y D.M. Marshman Jr. arrojan sobre el medio que -tienen que aceptarlo- los ha acogido, pero que también es incapaz de tolerar el menor titubeo, el más leve gesto de rebeldía, la más ingenua mirada crítica. «Por encima de todo», -afirmaba Wilder- Sunset Boulevard era el drama de la emergente era del sonido en el cine. Fue el fin de Norma Desmond. Y siempre estuvo allí, directamente frente a ellos -la vieron venir- esa cosa. El sonido. Ese era el drama». El director arregla cuentas con el cine y su historia, con los fantasmas de un pasado turbulento e infeliz. Atrevido, no teme hacer ruido y despertar a los sonámbulos que merodean -allá y aquí- soñando que Hollywood no tiene abismos, ni máculas, ni cicatrices mal reparadas. ¡Que se sienta el estrépito, que las máscaras caigan!.

Still del filme...

Still del filme…

«-¡Bastardo!. ¡Has hecho caer en desgracia a la industria que te hizo y te alimentó!. ¡Deberías ser tirado al alquitrán, cubierto con plumas y expulsado de Hollywood!». La ira cubre las palabras que Louis B. Mayer, cabeza de la MGM, dirigió a Billy Wilder tras la exhibición privada de la película en los estudios de la Paramount. La respuesta del director fue breve, pero contundente: «Fuck You!». Sunset Boulevard recibía -he ahí su sino- un bautizo de fuego…

Dos guionistas se separan
Para 1949 Wilder y Brackett empezaron a visualizar el que sería su último filme juntos. La idea básica – bastante inflamable, por cierto- era recrear la vida de una estrella decadente del cine mudo, cuya carrera se hubiera arruinado en la transición al cine parlante. Con esta premisa convocan a un tercer escritor, D.M. Marshman, Jr., crítico de la revista Life, quien sugirió examinar la relación entre la actriz y un hombre más joven, en este caso un guionista mediocre caído en desgracia e incapaz de pagar sus deudas. La película fue pensada como una sátira aguda sobre la ambición, que desenmascarara las políticas del sistema de Hollywood. Habían pocos antecedentes, posiblemente la genial The Last Command (1928) de Josef von Sternberg, What Price Hollywood? (1932) de George Cukor y la primera versión de A Star is Born (1937), dirigida por William Wellman. Realmente la autocrítica no es una de las virtudes de esta industria.

Charles Brackett y Billy Wilder

Charles Brackett y Billy Wilder

El papel de la estrella, quien se llamaría Norma Desmond, se le ofreció originalmente a Mae West, pensando en que su perfil festivo, voluptuoso y sensual sería el más apropiado para el personaje. Pero ante el desinterés de la rubia West, los guionistas decidieron que Norma Desmond tendría un tono trágico, de dignidad desgastada por el tiempo y echada a menos por el olvido. Fueron también consideradas Pola Negri, Mae Murray e incluso Mary Pickford, pero fue el director George Cukor quien les sugirió contactar a Gloria Swanson. La actriz se extrañó mucho por la propuesta de Wilder, pues -para su sorpresa- no la llamaban para incluirla en el reparto, sino para hacerle unas tomas de prueba, un humillante screen test. «¿Para que diablos tienen que hacerme una prueba?» -se quejaba- «Quieren ver si estoy viva, ¿verdad?, ¿O dudan que pueda actuar?». George Cukor intercedió por Wilder ante la disgustada estrella, quien aceptó a regañadientes la prueba. «Él (Cukor) me dijo que este sería el papel más importante de mi vida, por el que me iban a recordar. Así que tomé la prueba», recordaba Swanson, quién recibió $150.000 dólares por su papel. Otros que aceptaron sin dificultad el reto de interpretarse a si mismos en la película fueron Buster Keaton, H.B. Warner -quién representara a Jesús en  Rey de Reyes  (King of Kings, 1927)-, la actriz sueca Anna Q. Nilsson, el director Cecil B. DeMille, y la columnista de farándula Hedda Hopper, dándole todos un necesario toque de realismo al proyecto.

Gloria Swanson y William Holden en Sunset Boulevard (1950)

Gloria Swanson y William Holden en Sunset Boulevard (1950)

Para interpretar al guionista Joe Gillis, narrador y soporte de la historia, se contó con el interés de Montgomery Clift, pero faltando dos semanas para iniciar el rodaje incumplió su promesa, aduciendo que quizá no podría ser convincente como amante de una mujer que lo doblaba en edad. Wilder comentó molesto que «Si es un actor, del tipo que sea, podría ser convincente haciéndole el amor a cualquier mujer». En realidad Clift tenía un romance en Nueva York con una mujer mayor, Libby Holman, y no quería verse involucrado en un proyecto con una temática afín. Hubo que recurrir entonces a William Holden, uno de los actores bajo contrato de la Paramount y a quién Wilder había visto actuar años antes en Golden Boy (1939). A sus treinta y un años, Holden ignoraba que se encontraba a punto de entrar en la catapulta que dispararía su carrera, premiada con el Oscar por su actuación en Stalag 17.

Erich von Stroheim, William Holden y Gloria Swanson en Sunset Boulevard (1950)

Erich von Stroheim, William Holden y Gloria Swanson en Sunset Boulevard (1950)

Pero faltaba Erich von Stroheim. El veterano y polémico director alemán del cine mudo también haría parte del reparto de Sunset Boulevard, en un papel tan o aún más autobiográfico que el de Gloria Swanson, al encarnar a Max von Mayerling, añejo director de cine, ex esposo de Norma Desmond y ahora su mayordomo. Wilder ya había trabajado con von Stroheim siete años antes, al incluirlo en el papel del mariscal Rommel en Five Graves to Cairo, pero ahora no se trataba de recrear su rol cinematográfico habitual -un aristócrata caído en desgracia o un oficial teutón sin fortuna- sino escarbar en las heridas no del todo cicatrizadas que su paso por Hollywood le había dejado. Aunque se encontraba viviendo en Europa, donde era respetado y admirado, von Stroheim aceptó -al parecer por motivos económicos- la oferta de Wilder. Además de hacer valiosos aportes sobre el acento verista que debía tener el filme, fue él quien sugirió utilizar una secuencia de una de sus películas, la inconclusa y malhadada Queen Kelly (1928) -coprotagonizada por Gloria Swanson- para ejemplificar el pasado glorioso de Norma Desmond. Pero, curiosamente, el argumento de Queen Kelly -en el que una mujer mayor, celosa y temerosa de envejecer, retiene a un joven en medio del lujo palaciego con intenciones de casarse con él- contiene y resume muchos de los elementos de Sunset Boulevard. ¿Casualidad? ¿Homenaje? Quizás algo de ambos.

Una lata de frijoles llena de cine
Wilder empezó el rodaje todavía con un borrador inconcluso del guion. El proyecto recibió el nombre de A Can of Beans, para impedir que se conociera su verdadera naturaleza, lo que hubiera ocasionado probables censuras de parte de los estudios. La decadente mansión en la que transcurre el filme estaba situada en Wilshire Boulevard y hacia parte de un acuerdo de divorcio de la segunda ex esposa de J. Paul Getty. Originalmente no tenía piscina y la que hubo necesidad de construir carecía de un circuito para hacer circular el agua y por lo tanto sólo se uso una vez más, en  Rebelde sin causa (Rebel Without a cause, 1955). Casa y piscina fueron demolidas en 1957.

Erich von Stroheim en la secuencia final de Sunset Boulevard (1950)

Erich von Stroheim en la secuencia final de Sunset Boulevard (1950)

La filmación transcurrió sin dificultades, considerando que había que lidiar con un reparto donde relucían las personalidades no siempre fáciles de estrellas y directores de Hollywood, como el propio DeMille. Sobre éste, recuerda Wilder que «Hice un acuerdo con él. Yo no le diría cómo dirigir Samson and Delilah. Él no me diría como dirigir Sunset Blvd. Era muy profesional. Le dije lo que quería hacer, él estuvo de acuerdo y me pidió $10.000, a lo que acepté. Más tarde, al concluir la filmación, volví a pedirle un primer plano adicional. Él me dijo, “Por supuesto. Eso sería otros $10,000” ».

Memorable fue también el rodaje de la escena final. Recordaba Swanson que «Yo tenía que descender, en estado de locura, una gran escalinata repleta de extras y gente como Heda Hopper. Billy Wilder quería que bajara por el lado en el que los escalones eran más estrechos. En tacones me hubiera caído, entonces hice la escena descalza. Imaginé que tenía una varilla de acero que me recorría de la cabeza a los pies manteniéndome en una sola pieza y descendí como en trance». Wilder también evocaba la secuencia: «Pienso que se me ocurrió ese mismo día. Esta es una buena escena, porque ella esta loca, ¿cierto?. Es la cosa más fácil del mundo -que alguien se enloquezca. ¿Por qué lo hace? ¡Por que está loca! Pero uno entiende porque Norma es como es: ella ya está medio loca. Y al final fue una excusa maravillosa. Ella se enloquece. Esa era la solución», refiere el director en su diálogo con Cameron Crowe. Cuando Wilder gritó «¡Corten!”, Swanson se echó a llorar, mientras todos en el plató aplaudían. «Teníamos mucha emoción” -recordaba Swanson- «Norma Desmond hacía su despedida».

Norma Desmond ha descendido las escaleras como en trance...

Norma Desmond ha descendido las escaleras como en trance…

La filmación se terminó el 18 de junio de 1949 y fue la última gran producción de Hollywood rodada con un negativo de nitrato de celulosa. Dos preestrenos frustrados, en Illinois y New York, en los que el público reaccionó con extrañeza y risas ante la secuencia inicial original, que tenía al espíritu de Joe Gillis levantándose de la mesa de un anfiteatro y contándole a los otros muertos del lugar las circunstancias de su deceso, obligaron a repensar como debía comenzar el filme. El inolvidable resultado nos deja ver a Joe Gillis, abaleado y boca abajo en la piscina, mientras su propia voz -que es ya la de un muerto- da origen a la historia.

Joe Gillis baleado en la piscina...

Joe Gillis baleado en la piscina…

Tras otro preestreno, ahora si exitoso, vino la exhibición privada en la Paramount, donde todos admiraron la actuación de Swanson y el coraje del filme. Todos, menos Louis B. Mayer, como bien sabemos ya. La premiere oficial en el Radio City Music Hall de New York tuvo lugar el 10 de agosto de 1950. La reseña del New York Times afirmaba que «Sunset Boulevard es esa rara mezcla de escritura vivaz, actuación experta, dirección magistral y fotografía artística discreta, que rápidamente embruja al público y lo mantiene encantado hasta un clímax estremecedor». La película fue nominada a once premios Oscar, pero sólo obtuvo tres, por el guion, la escenografía y la banda sonora que compuso Franz Waxman. En 1989 la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos la incluyó en el National Film Registry como una de las veinticinco películas fundamentales realizadas en ese país y, en 1998, al elaborar el American Film Institute su lista de las cien películas más grandes del siglo, la incluyó en el puesto doce. Un clásico del cine encontraba su lugar. El respeto lo tenía desde hacía mucho.

Wilder despierta los fantasmas de Hollywood
«Quería hacerme las cosas un poco más difíciles para mi» -Contaba Wilder a Cameron Crowe. «Quería hacer esa cosa que nunca funciona bien del todo -una película sobre Hollywood». Recordemos que la carrera de Wilder como guionista empieza desde el cine mudo, cuando trabajaba en Berlín para la UFA y se prolongaría hasta principios de los años treinta, cuando empieza a escribir para el cine sonoro. Así, siendo testigo de primera mano del nadir del lenguaje gestual y del nacimiento de las palabras y la música en el cine, Wilder estaba muy consciente del momento de crisis -estético, profesional, personal- que ese período representó para muchos. «Todavía maravillosa, ¿verdad?. Y sin diálogos. No necesitábamos diálogos. Teníamos rostros» – comenta una emocionada Norma Desmond, mientras le muestra a Joe Gillis una proyección de Queen Kelly– «Ya no hay rostros como esos. Quizá uno. Garbo. ¡Oh, esos productores idiotas!. ¡Esos imbéciles! ¿Tendrán ojos? ¿Han olvidado como luce una estrella?». Sunset Boulevard se antoja entonces un memorial de agravios celosamente incubado, una cruzada por el honor de una época ya marchita. Historia gótica de fantasmas de carne y hueso, de figuras expresionistas de un museo de cera que se resisten a cubrirse de polvo. «Soy grande» -grita Norma Desmond- «Son las películas las que se han hecho pequeñas». Cae el telón. Es el crepúsculo, el crepúsculo de los dioses.

El rostro de Norma Desmond en Sunset Boulevard (1950)

El rostro de Norma Desmond en Sunset Boulevard (1950)

Y, a su vez, reflexión sobre su oficio de guionista, sobre un rol creativo que todos parecen ignorar. Pero la película tampoco ve al escritor como un mártir de la industria: Wilder ataca al guionista que vende sus ideales, que piensa más en poder comer y en pagar sus deudas, que en la calidad de la historia que tiene entre manos. Cuando la musa es el hambre, el resultado no puede ser digno – parece decirnos este filme. Fracasado y derrotado, Joe Gillis está a punto de regresar a Ohio cuando se topa con la mansión de Norma Desmond, atemporal y fantasmagórica. Confundido con un agente de pompas fúnebres -el chimpancé favorito de Norma ha muerto y requiere un funeral digno-, Joe reconoce a la otrora estrella del cine mudo, quien recuerda con dolor esas películas: «Están muertas, están acabadas. Hubo un tiempo en esta industria cuando tuvieron los ojos del ancho mundo sobre ellas. Oh, no. Ellas tenían que tener también los oídos del mundo. Así que abrieron sus grandes bocas y hablaron. ¡Hablaron! ¡Hablaron! ».

Gloria Swanson y William Holden en Sunset Boulevard (1950)

Gloria Swanson y William Holden en Sunset Boulevard (1950)

Aclarada la confusión de identidades, Joe enfrenta las quejas que Norma tiene sobre su profesión: «Ahí están ustedes. Escribiendo palabras, palabras, más palabras. Bien, han hecho una soga de palabras y han estrangulado esta industria. Ja, ja. Pero hay un micrófono allí para captar los últimos gorjeos, y Technicolor para fotografiar la lengua roja e hinchada». La actriz planea un retorno a escena y le pide a Joe leer y revisar el guion de una versión de Salomé que desea proponerle a Cecil B. DeMille. Desesperado y sin empleo, Joe Gillis acepta lo que supone es un trabajo fácil como “escritor fantasma”. Pero la trampa de la obsesión está tendida y el anzuelo ya está en las fauces del pez. Lo que Joe no sabe es que ya empezó a morir. De esa casa, donde habita el pasado y la nostalgia, no saldrá vivo.

Un close-up de Hollywood desde sus entrañas
Refiriéndose a Fedora -otra mirada al cine crepuscular- escribe Luis Alberto Álvarez en su libro Páginas de cine una frase que se aplica perfecta a la textura de Sunset Boulevard: «Billy Wilder sabe muy bien que para documentar a Hollywood, al Hollywood clásico que ya no existe, no basta una aproximación fría y seudo-documental, sino que hay que manejarlo en el mismo clima en que se movía, el del melodrama, el del kitsch, el de las apariencias de realidad, el del horror». Que la autenticidad sea entonces el rasgo más sobresaliente de la película no debe extrañar a nadie: Wilder y Brackett no eran outsiders amargados y con ganas de revancha, por el contrario eran representantes genuinos de una industria que conocían por dentro, con todos sus recovecos, callejones sin salida y puertas falsas. Por eso su aproximación puede ser malvada, pero para nada irreal. Ellos sabían donde estaban pisando, ellos sabían donde iba a doler más.

Cecil B. DeMille, Billy Wilder y Gloria Swanson conversan durante el rodaje

Cecil B. DeMille, Billy Wilder y Gloria Swanson conversan durante el rodaje

Las referencias directas a la Paramount, la MGM y a la 20th Century Fox; a filmes como Great Expectations (1946) y Lo que el viento se llevó  (Gone with the Wind, 1939); y a personalidades como David W. Griffith, Charles Chaplin, Mack Sennett, Douglas Fairbanks, Rodolfo Valentino, John Gilbert, Mabel Normand, Wallace Reid, Alan Ladd y un largo etcétera, no son gratuitas ni auto complacientes. Hacen parte integral de un filme hecho por hombres del cine y dirigido a un público que aspiraban fuera cómplice y que pudiera captar las  sutilezas de su argumento y descubrir que tras el disfraz de cine negro -de film noir emparentado con relato fantasmagórico- lo que impera es la denuncia de un estado de las cosas que ha causado decepciones y mucho dolor tras su empaque de glamour, diversión y arte. Es la acusación directa a ejecutivos, gerentes, productores y agentes que -sin piedad- construyen y derrumban ídolos, crean y desbaratan mitos modernos, erigen y destrozan imperios de celuloide y sueños. «No me culpe. No soy un ejecutivo. Sólo soy un escritor» -se defiende Joe, ante las acusaciones de Norma. Pero también los reproches del filme recaen sobre los columnistas de farándula, los críticos de cine mal intencionados, los agentes de prensa y todos aquellos que vampirizan el cine dejándolo exangüe.

Wilder y Gloria Swanson durante el rodaje

Wilder y Gloria Swanson durante el rodaje. William Holden los observa…

El indudable temor era que la referencia tan puntual a nombres y situaciones hiciera que la película envejeciera con rapidez y que no fuera posible, en un futuro lejano, captar el mensaje nada apacible que entregó al momento de su estreno. Lo paradójico es que, tras décadas de su estreno, la situación que Sunset Boulevard denunciara se mantiene prácticamente sin variación, agravada por la acción depredadora de monopolios del entretenimiento que han convertido al cine en una pieza de merchandise a la misma altura de una camiseta, un libro para colorear o una gorra: una mera disculpa para un parque temático multimedial en las afueras de los grandes estudios. Los nombres son otros, la desdicha es la misma.

El gran crítico y guionista de cine James Agee escribió sobre Sunset Boulevard para la revista británica Sight and Sound en el numero de noviembre de 1950. Profundo conocedor del medio e inesperado clarividente, hace votos por la permanencia de este filme sorprendente. Que sean sus palabras también nuestro epílogo, pues el tiempo -el más justo de los jueces- supo darle la razón: «Estoy deseoso de apostar que [esta película] será vista y respetada mucho después de que la mayoría de las películas gratuitamente llamadas grandes hayan sido desgastadas y olvidadas».

Nota del autor: En muchos medios escritos el título de esta película aparece como Sunset Blvd., reflejando el nombre que aparece en los créditos, escrito en el lado vertical de una acera. Muchos puristas insisten en que ese es el nombre correcto del filme y así lo han adoptado, aunque en el afiche original (del momento del estreno) se lee completo Sunset Boulevard.

Publicado originalmente en la revista Kinetoscopio no. 63 (Medellín, vol. 13, 2002), págs. 64-69
©Centro Colombo Americano de Medellín, 2002

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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