Harry Carey Jr.: El último alfil de John Ford
El jueves 27 de diciembre de 2012 falleció, a los 91 años de edad, el actor Harry “Dobe” Carey, Jr. Con su partida se va el último de los sobrevivientes de la “compañía estable” de actores y técnicos que el director John Ford –el autor que elevó el western a la categoría de arte- tuvo a su servicio. Ese grupo fijo incluía a estrellas masculinas como John Wayne, Ben Johnson, Ward Bond, Victor McLaglen o Andy Devine; actrices tan versátiles como Mildred Natwick o Jane Darwell; el productor Merian C. Cooper, los guionistas Dudley Nichols y Frank S. Nugent o el director de fotografía Bert Glennon. Todos sabían de lo exigente que era Ford, pero todos a la vez valoraban lo que significaba hacer parte de su selecto grupo de trabajo. Presentían que equivalía a hacer parte de la historia del cine. No se equivocaban.
De esa compañía estable también hicieron parte los padres de Harry Carey, Jr., Olive y Harry. Este último fue crucial para hacer despegar la carrera de John Ford como director de cine en la época del cine mudo. Según Tag Gallagher en su precioso libro John Ford, el hombre y su cine, Carey padre fue “la influencia formativa más importante para Jack [Ford] después de la de su hermano. Su asociación tenía algo de extraño. Ford contaba veintidós años, era hijo de un inmigrante de pueblo y su carácter era impetuoso, intenso y ambicioso: Carey tenía treinta y nueve años, era hijo de un juez de un tribunal de apelaciones de White Plains y contaba con la experiencia de un veterano”.
El pastor de almas (The Soul Herder, 1917) fue la primera película de una relación profesional entre Ford y Carey padre que se extendería a lo largo de cuatro años y 25 cintas realizadas para Universal Studios, incluyendo Straight Shooting (1917), Bucking Broadway (1917) y Hell Bent (1918). “Durante esos primeros años, Harry Carey fue mi profesor particular, me llevó de la mano. Aprendí muchísimo de Harry. Andaba muy despacio cuando estaba tramando algo. Le podías leer el pensamiento mirándole fijamente a los ojos”, admitió Ford a Joseph McBride en el texto biográfico Tras la pista de John Ford. Pero este director no fue el único que aprendió de Carey padre. Ford le dijo a John Wayne que se fijara como trabajaba Carey y este le copió la credibilidad de los personajes y la forma lenta y entrecortada de recitar los diálogos. Es más, en el final de esa obra maestra del cine que es Más corazón que odio (The Searchers, 1956), Wayne imita una pose típica de Carey –la mano sobre el codo- y se va caminando hacia el horizonte, tal como Carey hacía con frecuencia.
Ford y Carey eran más que compañeros de trabajo, eran amigos. El director pasaba mucho tiempo en el rancho de 405 hectáreas de extensión que la pareja tenía en Saugus, al norte de Los Ángeles y donde su hijo Henry George Carey nacería el 16 de mayo de 1921. Y aunque nunca fueron claras las razones de su ruptura profesional, Ford nunca lo perdería de vista ni olvidaría todo lo que le debía. Carey padre fallecería el 24 de septiembre de 1947 a consecuencia de un cáncer de pulmón. “Cuando Harry murió, Ford estaba de rodillas junto a la cama. Ollie [Olive] Carey estaba en el porche de su casa cuando Ford salió y empezó a sollozar como un niño desconsolado, abrazando a Ollie con fuerza. Eso siguió durante quince o veinte minutos”, nos cuenta Scott Eyman en la biografía John Ford, print the legend.
Por esa inmensa gratitud Ford acogió bajo su tutela la carrera fílmica del pelirrojo Harry Carey, Jr. a quien siempre su padre le apodó “Dobe”, pues el color de su pelo le recordaba el color rojo de los adobes de su rancho. “Dobe” Carey hizo parte del cuerpo médico de la armada en el Pacífico sur durante la Segunda Guerra Mundial, pero el propio Ford hizo que fuera transferido a Washington a la Oficina de Servicios Estratégicos donde sería asistente de la realización de documentales propagandísticos. Aunque ya había debutado en el cine, iniciaría su carrera al lado de Ford en Tres padrinos (3 Godfathers, 1948), una película que lleva una dedicatoria explícita tras los créditos iniciales: “En recuerdo de Harry Carey. Brillante estrella de los primeros cielos del western”, mientras vemos a un jinete que monta el caballo de Carey padre.
En ese filme interpreta a un ladronzuelo, William Kearney, “The Abilene Kid”, que anda en compañía de un par de ladrones más experimentados, interpretados por John Wayne y Pedro Armendáriz. Ford se dio cuenta que Carey, Jr. no tenía contextura de galán y quiso probarlo como ladrón de buen corazón –un rol que su padre perfeccionó para las películas que hicieron- en esta historia, una fábula casi, de fuertes connotaciones religiosas y que es un remake de la película favorita de las que Ford rodó con Carey padre, Marked Men, de 1919. “Creo que Ford se sentía obligado por un deber dictado desde los cielos a lanzar mi carrera cinematográfica”, expresaba “Dobe” Carey en el texto de Tag Gallagher.
Sin embargo el “tío Jack” –como “Dobe” le decía- distaba mucho de ser condescendiente con el novel actor. Carey, Jr. escribió en 1994 un libro de memorias de sus años junto a Ford llamado Company of Heroes: My Life as an Actor in the John Ford Stock Company. Allí relata que una parte de Tres padrinos fue filmada en el mítico Valle de la muerte, en el sureste de California. “No recuerdo que el viejo fuera cordial conmigo un solo día durante el rodaje en el Valle de la muerte. Él era soportable o insoportable, nunca cordial”.
En el Valle de la muerte se rodó la escena de la muerte del Abilene Kid. La temperatura era de 43 grados centígrados a la sombra y Ford estaba disgustado con la interpretación de Carey, Jr. Lo insultó y lo maldijo un rato y decidió dejarlo al sol durante media hora. Al regresar, el actor estaba cerca al delirio, no podía casi hablar ni tragar y así, casi moribundo, pronunció sus parlamentos. -“¿Por qué no lo hiciste así la primera vez? ¿Viste qué tan fácil era? Lo hiciste bien. ¡Eso es todo!”, le dijo un sonriente Ford.
Fueron nueve las películas de John Ford donde Harry Carey, Jr. hizo parte del reparto (aunque en Cheyenne Autumm su rol no aparezca en los créditos), por lo general como un figurante secundario. Un alfil que contrastar con la magnífica presencia de John Wayne o que oponer a la desfachatez ebria de Victor McLaglen. Las películas de Ford son de personajes antes que de situaciones y “Dobe” encajaba perfecto en su bienintencionado universo fílmico. Dos de esas películas glorifican la caballería militar: She Wore a Yellow Ribbon (1949) y Río Grande (1950), en la primera interpreta a un adinerado teniente y en la segunda a un recluta raso. En ambas demuestra su valentía y su dignidad. Aunque hizo parte de The Long Gray Line (1955) –donde encarna a Dwight Eisenhower- y de Más corazón que odio (que en España se conoce como Centauros del desierto), en la que hace el papel de Brad Jorgensen, el novio de Lucy Edwards, una de las dos jóvenes raptadas por los Comanches, “Dobe” Carey es recordado por los admiradores del cine de Ford por su papel protagónico en una joya llamada Wagon Master (1950).
Con un presupuesto menor a un millón de dólares, Ford hace con Wagon Master una obra pequeña, sin grandes estrellas, pero con una enorme resonancia espiritual. El largo y peligroso viaje de un grupo de mormones hacia “la tierra prometida” guiados por dos jóvenes vaqueros -“Dobe” y Ben Johnson- resume todo el credo estético y narrativo de Ford en unas imágenes de gran sutileza y belleza. “Yo escribí el argumento. Creo que junto con El fugitivo y The Sun Shines Bright, Wagon Master es lo que más se acerca a lo que yo quería lograr”, le revela Ford a Peter Bogdanovich en un libro llamado, simplemente, John Ford.
Harry Carey, Jr. hizo muchas más películas, sobre todo westerns para el director Andrew V. McLaglen, y participó en series para la televisión como El pistolero de San Francisco, Bonanza o Gunsmoke. Aunque estuvo activo hasta 1997, vale la pena recordar su papel en Las ballenas de agosto (The Whales of August, 1987) del director inglés Lindsay Anderson. “Dobe” Carey conocía a Anderson, pues en 1981 le ayudó con sus testimonios a hacer el libro titulado John Ford: escritos y conversaciones. Cuando el productor Mike Kaplan obtuvo los recursos para hacer Las ballenas de agosto con las venerables Lilian Gish y Bette Davis, Anderson no dudo en convocar a su amigo Carey, Jr. “Es muy modesto. En su primer día de rodaje le echo una mirada a Davis y Gish y dijo que se sentiría más confortable filmando con caballos. Le dije ‘Oh, vamos, son solo personas’, y lo superó”, recordaba Anderson en su libro Never apologise.
Lo más asombroso para “Dobe” era que 75 años antes, en 1912, Lillian Gish había actuado junto a su padre, Harry Carey, a las órdenes de David W. Griffith en An Unseen Enemy. Un hermoso círculo se cerraba.
Publicado en el suplemento “Generación”, del periódico El Colombiano (Medellín, 13/01/13). Págs. 4-6
©El Colombiano, 2013