La gracia esquiva: Irma Vep, de Olivier Assayas

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“Nunca la realidad había necesitado tanto ser imaginada”
-Chris Marker

¿Qué podría decirnos Irma Vep (1996) del estado del cine al momento de la celebración del centenario de este arte? Una película como esta -que es la historia detrás de cámaras del rodaje de un remake de Les vampires (1915) de Louis Feuillade, rodado por un director francés veterano y pasado de moda, y con el papel protagónico de una actriz oriental, estrella del cine de acción de Hong Kong- es una amalgama de todo lo que el cine era y representaba en esos momentos. El director de Irma Vep, Olivier Assayas, quiso enrostrarnos todos los males que adolecía la industria fílmica del momento y lo hizo mediante un relato aparentemente simple que es un homenaje al cine mismo, con guiños evidentes a la historia del cine francés y europeo, pero que también plantea una impresión diagnóstica preocupante de varias enfermedades y mutaciones estéticas que este arte estaba adoleciendo.

Irma Vep (1996)

Irma Vep remite a los seriales del cine mudo, a La noche americana (La nuit américaine, 1973) de Truffaut, al Fassbinder de Atención a esa prostituta tan querida (Warnung vor einer heiligen Nutte, 1971), al radicalismo de Marker y del grupo Medvedkin con Classe de Lutte (1969): es claro su anclaje al pasado. Sumemos a eso que tiene a Jean-Pierre Leaud –el actor fetiche de la nouvelle vague– interpretando a René Vidal, un director de un cine francés intelectual que ya se antoja demodé y superado por las nuevas condiciones del mercado, el gusto banalizado del espectador y la impudicia de la crítica de cine, que desprecia al cine de autor. La mirada al pasado es nostálgica, pero también complicada: es hora de superar el cine que se viene haciendo y refundar otro. El cine “convencional” está tan desgastado que lo único que le proponen a René Vidal y que este acepta, es un remake de un clásico como lo es Les vampires, protagonizado por Musidora como la ladrona Irma Vep, a la que vemos siempre en un ajustado traje negro, sin duda arriesgado para la época. El modelo de disfraz en el que Vidal quiere basarse es el de la gatúbela vestida de látex que Michelle Pfeiffer interpretó en Batman vuelve (Batman Returns, 1992), también él trivializando y sensualizando a un personaje que está más allá del tiempo y las modas.

Irma Vep (1996)

Así como Godard en El desprecio (Le mépris, 1963) introdujo en una ficción sobre el mundo del cine a un personaje real que se interpretaba a sí mismo, como lo fue Fritz Lang, Assayas en Irma Vep utiliza a una actriz como lo es Maggie Cheung, para que se interprete, introduciendo un personaje del mundo real en la ficción, rompiendo la “cuarta pared”, esa que separa la diégesis del filme con el espectador que lo contempla. Maggie viene de la realidad y se inserta en una ficción para seguir siendo ella. Es más, cuando René Vidal se reúne con la actriz le muestra un fragmento en video de The Heroic Trio (Dung fong sam hap, 1993), de Johnny To, donde ella aparece interpretando en pleno combate a una súper heroína de artes marciales, el género por el que hasta ese entonces era conocida está ex candidata al título de Miss Hong Kong. “Tú eras como una bailarina o una acróbata. Sabes, en esa escena estabas hermosa, como si flotaras en el aire” –le dice Vidal. Para añadir luego que “Tú podrías ser Irma Vep porque tienes la gracia”.

Irma Vep (1996)

Ahí Vidal se convierte en Olivier Assayas, quien descubrió a Maggie Cheung en el Festival de Venecia de 1994, donde Wong Kar-wai presentaba Cenizas del tiempo (Dung che sai duk), donde ella actúa. Según el, “No pude dejar de percibir que irradiaba algo totalmente distinto de cualquier actriz europea. Era como una estrella de otro tiempo, a la vez que era un personaje netamente moderno. Era como si corporizara, de forma inconsciente, la problemática misma del cine contemporáneo, esa conflictiva relación entre presente y pasado. Al mismo tiempo, su belleza íntima le permitía encarnar aquello que el cine siempre buscó y raramente halló: la gracia” (1), afirmaba Assayas en entrevista con Horacio Bernades (las cursivas son mías). Esa gracia es la pureza, la mirada inocente sobre un mundo que ya no lo es, y que una actriz extranjera que no habla francés quizá pueda aspirar a conseguir en una película. En la misma entrevista, Assayas refiere que “Les vampires pertenece a una época en la que todo aquello que el cine veía, lo veía por vez primera. Había una profunda belleza en esa mirada virgen. ¿Está perdido ese paraíso? ¿Podremos recuperarlo algún día, arañar aunque sea un fragmento de esa magia? ¿O se fue para siempre y lo único que queda es lamentarnos, como hacen los cinéfilos?”. Maggie Cheung es el símbolo de ese encanto primigenio e inalterado, y por lo tanto, al final, inviable en el estado de las cosas del cine contemporáneo, que no admite ese tipo de epifanías.

Irma Vep (1996)

Pero Assayas, antes de darse finalmente por vencido, nos regala en Irma Vep una secuencia antológica sobre las posibilidades del cine. Ya sabemos que Maggie Chung fue contratada en la película para personificar ante las cámaras a una ladrona y espía, enmascarada y enfundada en látex, llamada Irma Vep (que es en realidad un anagrama de la palabra “vampire”). Tras ver colapsar de los nervios a René Vidal, toma un taxi y llega a su habitación de hotel. Mientras en la banda sonora Sonic Youth canta “Tunic”, ella se pone su atuendo de látex y la vemos pasearse por el cuarto como presa de la desesperación (en un momento dado sostiene una revista o un anuncio que menciona a Sonic Youth), sale al pasillo y como poseída por el personaje, sube por las escaleras un piso y ve como una mucama entra a una habitación ajena. En un descuido de la mucama se cuela a la habitación y cuando la empleada sale, ella se queda ahí, viendo a una mujer desnuda que discute por teléfono con un hombre. Irma (ya no es Maggie) está escondida en el baño de la habitación y ahí ve un collar ostentoso que se lleva sin que su dueña se dé cuenta. Sale al pasillo, sube hasta la azotea del hotel y entre la lluvia nocturna tira al vacío el collar, culminando una fechoría que la hizo libre y la vinculó a la vez al universo de la película. No hubo una cámara que la filmara, no hubo un guion que la dirigiera, no hubo un director que la guiara, simplemente dejó de ser Maggie Cheung y ahora es realmente una actriz de ficción que encarnó para sí misma a Irma Vep fuera de cámaras. ¿Queríamos pureza? Hela ahí.

Irma Vep (1996)

Cuando pensábamos que el naufragio del proyecto de remake emprendido por Vidal había sido completo (no quiero contar nada más del argumento del filme), Assayas nos reserva una sorpresa final, una en la que el pasado viene a darnos una inesperada lección de modernismo, mejorando (quitándole su vulgaridad, me atrevería a decir) lo filmado por Vidal para el remake de Les vampires, cuyas imágenes aparecen intervenidas a la usanza del movimiento letrista, tal como Isidore Isou nos mostró en la rompedora Tratado de baba y eternidad (Traité de bave et d’éternité, 1951). ¿Será acaso que las respuestas a las inquietudes de finales del siglo XX pasarían por una visita a la pureza del pasado y a la rebeldía de vanguardias ya olvidadas, pero no necesariamente superadas? Irma Vep se antoja más seductora e intrigante que filmes que proponían una refundación del cine como los asociados al Dogma 95 y que, con algunas excepciones, han dejado de ser relevantes.

Irma Vep (1996)

Escribe Assayas: “¿Y si en el cine el auténtico gesto artístico no fuera tanto el resultado final como el propio rodaje? ¿No están la mayoría de las películas terminadas por debajo de lo que se ha vivido, verdaderamente vivido, mientras se hacían? ¿No es el desafío de abordar, a través de una captura en imágenes, la maravilla de la vida tal como fue conjurada en el set, después de todo? […]¿No son los rodajes, vistos desde esa perspectiva, situaciones en algún grado? ¿No equivalen a creaciones conscientes en el dominio de la vida diaria?” (2). Esta película conjura ese credo y lo hace praxis. Es el rodaje del remake de Les vampires lo que acá importó: nunca veremos el resultado final, pero si vimos la intervención que hizo Vidal sobre esos rushes, invocando al pasado del cine francés para salvar esas imágenes, para hacerlas vivas. Aquí intervino la gracia, sin duda.

Referencias y citas:
1. Horacio Berandes, “Mi fuente de inspiración es la vida como tal”, página web: www, pagina12.com.ar, 27/07/03
Disponible online en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-23243-2003-07-27.html
2. Olivier Assayas, “Une adolescence dans l’après-Mai. Lettre à Alice Debord”, Cahiers du cinéma, Paris, 2005. P. 92

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