Ruinas humanas y marítimas: Tormentero, de Rubén Imaz

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En la duermevela de su embriaguez y su delirio, Romero Kartún –el protagonista de Tormentero (2017)- no distingue entre la realidad y la fantasía, entre el pasado y el presente, entre el sueño y la pesadilla. Está demasiado perturbado para diferenciar cada una y por eso prefiere mezclarlas sin que eso le genere confusión alguna: está tan aturdido con su propio ser que todo se antoja una sorpresa sensorial, una eterna alucinación, un inveterado delirium tremens con el que convive.

De ese estado febril se contagia la narración que propone el director y guionista mexicano Rubén Imaz en esta coproducción entre México, Colombia y República Dominicana: más que seguir una línea narrativa clara, Tormentero toma el lugar de su protagonista y desde ahí desata una serie de imágenes que son reflejo del estado mental de Romero y que solo lentamente seremos capaces de ir hilando para tratar de formarnos la idea de una historia que al final es imposible de completar, pues la ambigüedad de su origen es tal, que nunca podremos estar seguros si corresponden o no a la realidad.

Tormentero (2017)

De lo que sí estamos convencidos es de la ruina en la que Romero Kartún (interpretado por José Carlos Ruiz) se ha sumido, arrastrando con él a su familia y a su casa. Es la misma ruina de esa población costera en la que viven, es la misma del mar donde apareció petróleo un día. Es como si Romero encarnara todo el despojo y la decadencia de su entorno, como si él fuera el catalizador del desastre, como si con su perdición expiara la devastación que la naturaleza sufrió cuando él descubrió ese yacimiento petrolero hace ya un tiempo largo. En eso la película es impecable en su producción e implacable en su resultado: la desolación de ese hogar es abulia, es parálisis, es el reconocer que ya todo está irremediablemente perdido.

Tormentero no es una película narrativamente convencional. Es ante todo un estado del alma, es la descripción visual de una desazón del espíritu; la que padece un hombre echado a su suerte por él mismo y que ya no es capaz de tolerarse, un hombre que ya solo aspira a desaparecer entre la tormenta, sin dejar huella, sin que nadie lo recuerde o lo llore.

Publicado en el periódico El Tiempo (Bogotá, 30/06/19) p. 3.9, con el título “Ruinas humanas y marítimas”
©Casa Editorial El Tiempo, 2019

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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