Patrick Modiano: letras y cine

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El premio Nobel de literatura fue otorgado este año a un escritor con unos lazos evidentes con el séptimo arte. Veamos su papel como coguionista de una película tan importante como Lacombe Lucien.

Cuando Lars von Trier ganó la Palma de oro en Cannes en el año 2000 por Bailarina en la oscuridad (Dancer in the Dark), uno de los miembros del jurado que le otorgó ese premio era un escritor francés llamado Patrick Modiano, que el pasado 9 de octubre obtuvo el premio Nobel de literatura. No fue nada casual su presencia en Cannes ese año: Modiano tiene una interesante relación con el cine.

Hasta ahora cuatro de sus novelas han sido adaptadas a la gran pantalla: en 1983, Una juventud fue llevada al cine con el mismo título por el director israelí Moshé Mizrahi; Villa Triste se convirtió, en manos de Patrice Leconte, en Le parfum d’Yvonne (1994); Manuel Poirier tomó el libro Domingos de agosto y con él realizo Te quiero (2001). Algo similar hizo Mikhaël Hers al transformar la novela Tan buenos chicos en la película Charell (2006). Para la televisión, Alain Nahum adoptó la novela Un circo pasa e hizo Des gens qui passent (2009).

Además Modiano tuvo un pequeño rol como actor en Genealogías de un crimen (Généalogies d’un crime, 1997) del fallecido director chileno Raoul Ruiz. Ese filme fue protagonizado por Catherine Deneuve, quien le pidió escribir con ella un texto en homenaje a su hermana, la también actriz Françoise Dorléac, que falleció trágicamente en 1967, con apenas 25 años de edad. El fruto de esa colaboración fue un bello libro llamado Elle s’appelait Françoise… Sin embargo donde Modiano ha tenido un papel más directo en el cine ha sido como guionista. A él se le deben los guiones de esa obra maestra que es Lacombe Lucien (1974) de Louis Malle, Le Fils de Gascogne (1995) de Pascal Aubier y Bon Voyage (2003) de Jean-Paul Rappeneau. Esta última es una suerte de sátira situada en 1940 en el momento en que las tropas Nazis están a punto de ocupar París. Veloz y llena de encuentros y azares, se trata de obra leve –con subtrama de espías y elementos de thriller– pero supremamente entretenida, fortalecida por un reparto de estrellas encabezado por Isabella Adjani y Gérard Depardieu.

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Considero importante ahondar en su participación en la obra de Louis Malle. Cuando la gran crítica de cine norteamericana Pauline Kael vio Lacombe Lucien durante su estreno, escribió un ensayo en la revista New Yorker en el que solo le dedica un par de líneas a Modiano: “El guion que Malle diseñó (junto a Patrick Modiano, de 27 años de edad y autor de tres novelas sobre la ocupación) trata de no dramatizar y de no juzgar”. La verdad es que Modiano llegó a ese guión luego de que Malle –autor de Ascensor para el cadalso (1958) y Zazie en el Metro (1960) – había hecho una larga maduración del proyecto.

En 1962 durante un reportaje sobre la guerra de Argelia –buscando inspiración para adaptar la novela La Grotte de Georges Buis- Malle pasó un día en un fuerte en las montañas del oriente argelino. Allí compartió habitación con un joven oficial, un contador en su vida civil, un ser gentil y tímido, pero que resultó ser un agente de la inteligencia a cargo de las torturas. Le sorprende su discurso de autojustificación (“alguien tenía que hacerlas”), que enfrenta a Malle a la “banalidad del mal”. En 1969 estalla el escándalo de la masacre de My Lai en Vietnam, donde entre 350 y 500 pobladores fueron asesinados por tropas de  Estados Unidos. Las confesiones del teniente Calley en la revista Esquire refuerzan estas ideas pesimistas en Malle.

Fotograma de los créditos de Lacombe Lucien (1974)

Fotograma de los créditos de Lacombe Lucien (1974)

Luego del éxito de su película El soplo al corazón (Le souffle au cœur, 1971) Malle viaja a México para presenciar las protestas estudiantiles al gobierno de Luis Echeverría. Allí ve como la policía utiliza a unos muchachos de clase baja, “los halcones”, a los que les paga para infiltrar y disolver las protestas. Elabora entonces un borrador de un guion “El halcón”, cuyo protagonista, Chucho, es un precursor del personaje protagónico de Lacombe Lucien. El gobierno mexicano se opone a ese proyecto y Malle abandona la idea. Regresa a Francia en 1972 y con todo lo que había documentado decide su historia a la época de la ocupación Nazi a Francia y abordar más específicamente el polémico tema de los franceses que colaboraron con los nazis.

“En el momento en el que inventé los personajes y las situaciones, incluso si estas provenían directamente de lo que yo había investigado, me estaba exponiendo a la controversia. Sabía que esto era un campo minado, así que fui muy precavido: durante meses investigué, entrevisté ex colaboracionistas y miembros de la resistencia y me vi con historiadores que eran especialistas de la época”, cuenta el director en el libro Malle on Malle. Durante la investigación encontró que existió un joven con iguales características al de su protagonista y que, curiosamente, vivió en la casa que la familia de Malle abandonó durante la guerra.

Lacombe Lucien (1974)

Lacombe Lucien (1974)

Tras descartar trabajar en el guion con Jean Genet y con Pascal Jardin, se pone en contacto con un joven escritor, Patrick Modiano. Malle está impresionado por la erudición de este novelista nacido en 1945 y que en 1968 escribió una novela, La Place de l’Etoile, sobre un colaboracionista judío, que pudo haber sido modelado en la figura de su propio padre, Alberto Modiano, que conoció a su esposa, una actriz belga, en París durante la ocupación. “Sus dos primeras novelas ocurren al final de la ocupación, ambas tratan sobre el colaboracionismo y me gustaron mucho. Pensé que debería trabajar con él porque tenía una enorme curiosidad acerca de ese período. Él me ayudó tremendamente, especialmente con la parte del filme que tiene que ver con la familia judía”, expresaba Malle en el libro previamente mencionado.

Modiano ayudó a describir mejor la atmósfera turbia que rodeaba a los colaboracionistas y perfiló con más propiedad a la familia judía que es centro de la trama: hace que el personaje del sastre judío sea noble y no servil. Ambos trabajaron en el guion entre febrero y mayo de 1973, hasta obtener una versión definitiva que hace menos claras las motivaciones de Lucien (Pierre Blaise, un actor natural) un muchacho pueblerino que termina como colaborador de la Gestapo sin saber bien porqué.

El director Louis Malle con los actores Aurore Clément y Pierre Blaise durante el rodaje de Lacombe Lucien (1974)

El director Louis Malle con los actores Aurore Clément y Pierre Blaise durante el rodaje de Lacombe Lucien (1974)

Estamos en junio de 1944 y Lucien es un muchacho que trabaja limpiando pisos en un hospicio. Su padre está preso, su madre convive con el dueño de la hacienda donde su familia trabaja, la “resistencia” es algo que no sabe definir muy bien y a la que quiere enrolarse sin tampoco saber para qué. Que termine, por el contrario, involucrado con los colaboracionistas, tampoco responde a un motivo ideológico concreto: simplemente lo hicieron sentir parte de un grupo, lo acogieron, lo hicieron sentir con poder. “La necesidad de ternura y la perplejidad adolescente de Lucien Lacombe eran fatalmente canalizadas hacia la inhumanidad del fascismo y la traición”, como escribía Luis Alberto Álvarez a propósito de la muerte de Malle en 1995. Hay una enorme ambigüedad en el retrato de este joven, que pasa de campesino a miembro de la policía de ocupación de un día para otro. Se siente adulto, capaz de infundir respeto y miedo, capaz de decidir la suerte de los demás. Su relación con una familia judía que ha huido de Paris responde ante todo a un capricho afectivo, prendado como está por France, la hija de un sastre que debió dejarlo todo y refugiarse en el campo. Que ellos sean judíos no le importa, para Lucien no es inconveniente alguno para enamorarse. Malle y Modiano plantean un mundo lleno de matices, donde las diferencias entre los bandos son más que sutiles. Y donde una joven judía como France puede en un momento dado renegar del hecho de serlo.

Al momento de su estreno la película polarizó opiniones. Los grupos de ex miembros de la resistencia y la comunidad judía la rechazaron y en la revista Cahiers du cinéma pusieron de relieve su “fascinación cínica” con el fascismo y el repudio que mostraba por la lucha popular. Por el contario, en la revista Positif Michel Sineux defendió la cinta y felicitó a Malle y a Modiano por dar a sus personajes “una opacidad, una ambigüedad, una profundidad y una complejidad que de ninguna forma difumina las lecciones políticas de historia”. Pese a la polvareda –o gracias a ella- Lacombe Lucien fue nominado al Oscar como mejor largometraje de habla no inglesa.

Lacombe Lucien (1974)

Lacombe Lucien (1974)

Las décadas han pasado y Lacombe Lucien es ahora motivo de estudio no solo entre los cinéfilos, sino entre los historiadores y aquellos que quieren entender lo que ocurrió en aquellos años. Hasta 1995 el gobierno francés no reconocía el papel que muchos franceses tuvieron como artífices -activos y pasivos- de las barbaridades perpetradas contra los judíos en la Francia ocupada. Como lo afirma Guillermo Altares en un artículo publicado en El País de España el pasado 10 de octubre, escrito a propósito de la concesión del Nobel a Modiano: “El relato oficial describía a unos pocos franceses que fueron colaboracionistas y que, después de la guerra, fueron sometidos a juicio; mientras que muchos eran resistentes o simpatizantes de la resistencia. Las atrocidades las cometieron los alemanes que ocuparon el país desde 1940 hasta 1945. Nada más lejos de la realidad: hubo franceses que combatieron en los dos bandos, en la milicia asesina de Vichy y en la resistencia, mientras que la mayoría, como ocurre siempre, trató sobre todo de sobrevivir a la guerra. Muchos podían haber acabado en cualquiera de los dos bandos dependiendo de factores que no tienen que ver sólo con la elección personal ni con el compromiso político. Ninguna obra de ficción refleja con tanta contundencia ese panorama como Lacombe Lucien”.

Puede que la literatura de Patrick Modiano no haya aún alcanzado suficiente resonancia fuera de su país natal (el Nobel se encargará de remediar eso), pero lo que hizo hace cuarenta años junto a Malle en Lacombe Lucien traspasó fronteras y ayudó a cambiar la percepción de la historia.

Publicado en el suplemento “Generación” del periódico El Colombiano (Medellín, 19/10/14). Págs. 8-9
©El Colombiano, 2014

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