Solo un experimento: Una ronda más, de Thomas Vinterberg

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“Bebo para hacer interesantes a las demás personas”, dicen que decía Groucho Marx. Pero los cuatro profesores de una secundaria danesa que protagonizan Una ronda más (Druk, 2020) beben para volverse más interesantes ellos mismos, buscando revitalizarse y reinventarse profesional y personalmente, apelando a la realización de un experimento psicológico empírico en los que van a registrar lo que ocurre con ellos bebiendo pequeñas cantidades de licor en horario laboral. Sé que suena a justificación para beber sin que les remuerda la consciencia, pero ellos parecen tomárselo tan en serio, que uno como espectador decide darles el beneficio de la duda y esperar a ver si su experimento funciona.

Another Round (2020)

La historia tiene como eje a uno de ellos, Martin (interpretado por Mads Mikkelsen), un profesor de historia tan apático como sus propios alumnos, y que lleva una vida conyugal que también va por el mismo sendero. Él y sus compañeros docentes, Peter, Tommy y Nikolaj son bebedores sociales –el filme se encarga de demostrárnoslo- que un día deciden entregarse al experimento mencionado. Lo que el licor provoca en términos de desinhibición, mejora de la autoestima y en locuacidad se traslada a sus aulas y a la relación con sus alumnos que van en rango de edades desde niños a adolescentes ad portas de la universidad. Que eso les funcione a los profesores lleva a un paso adicional que ustedes suponen y a otro más, derivado natural de lo adictivo que resulta beber (los detalles aguardan a quien vea el filme).

Una ronda más (2020)

Vamos a “experimentar” junto a ellos toda la euforia y la energía que tomar les genera, pero también todo lo bochornoso y desastroso que excederse con el licor puede ser. Se están desmoronando ante nuestros ojos y arrastrando en la caída a sus vidas familiares, como es apenas previsible. Películas que muestran el desastre personal, la ruina infinita y la falta de consciencia del alcohólico (y del drogadicto) hay muchas, pero así mismo muchas de ellas son historias de redención, de salida a flote después de estar ahogándose literalmente en un mar de whisky. Hay un tono moralizante en ellas, reflejado en el calvario del licor, la caída, el arrepentimiento, el perdón, la búsqueda de una salida y la salvación. Prácticamente un abordaje religioso sobre el tema, donde el bebedor se asimila al pecador.

Una ronda más (2020)

Una ronda más parece ir para allá, pues pasa por varias de las fases mencionadas. Sin embargo, y esto la convierte en una película que se aparta de los parámetros preconcebidos, el director y coguionista danés Thomas Vinterberg decide no ponerse por encima de sus protagonistas, no entra en el juego de juzgarlos y entiende que el tipo de milagro que sana a un alcohólico no se ve todos los días ni opera como una suerte de conversión instantánea. La mente de una persona acostumbrada a beber no cambia de la noche a la mañana y no aprende rápidamente de las caídas ni de los males ajenos por graves y definitivos que estos sean, parece querer decirnos con sus imágenes.

Una ronda más (2020)

La secuencia final del filme pudo haber sido sometida a la revisión de un guionista de Hollywood y él hubiera sugerido el camino seguro, el que reconcilia y sana. Pero Vinterberg se la juega por la falta de introspección y nos regala un número que Jacques Demy se hubiera sentido orgulloso de filmar y que en su derroche catártico de energía sin freno ni consciencia nos recuerda que en la vida real las buenas intenciones muchas veces llegan solo hasta ahí y que la fuerza interior que se requiere para volverlas un acto voluntario, un paso firme y decidido, no existe. La autodestrucción es tan atractiva como la salvación. Así somos. Qué más da.

©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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