Una revolución doméstica: La semilla del fruto sagrado, de Mohammad Rasoulof

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1. Antecedentes penales

El director y guionista iraní Mohammad Rasoulof, que ganó la sección Una cierta mirada en Cannes en 2017 por Un hombre íntegro (Lerd) y el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín en 2020 por su película La vida de los demás (Sheytan vojood nadarad), fue encarcelado en julio de 2022 por compartir comentarios públicos en los que denunciaba la represión gubernamental de los manifestantes en la ciudad suroccidental de Abadán por el derrumbe de un edificio en construcción donde murieron 41 personas y 37 resultaron heridas.

La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024)

Rasoulof fue liberado temporalmente en febrero de 2023 debido a problemas de salud, y más tarde fue indultado y condenado a un año de servidumbre penal, así como a dos años de prohibición de abandonar Irán bajo el cargo de «propaganda contra el régimen», por lo que no pudo asistir a Cannes en 2023, donde había sido invitado a formar parte del jurado de la sección Una Cierta Mirada.

La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024)

Confinado en el país, escribió y rodó La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024) en la clandestinidad, entre diciembre de 2023 y marzo de 2024 de manera irregular y ocasional. Cuando se encontraba en pleno rodaje recibió la noticia de que en un caso que ya estaba abierto contra él por hacer declaraciones públicas, películas y documentales considerados “ejemplos de connivencia con la intención de cometer un delito contra la seguridad del país”, se había decretado una sentencia de ocho años de cárcel, flagelación y confiscación de sus bienes. El caso fue llevado a un tribunal de apelación, y ese tiempo de espera, aunado a las dos semanas de vacaciones por las celebraciones del año nuevo iraní, le permitieron concluir la filmación. El tribunal de apelación confirmó la sentencia y Rasoulof tuvo que huir del país en compañía de algunos miembros del reparto y del equipo técnico, que pudieron todos refugiarse en Alemania tras 28 días de fuga.

2. Una película exiliada

En Alemania se hizo la postproducción del filme, tras sacarlo clandestinamente de Irán hacia Hamburgo. El veterano editor inglés Andrew Bird hizo el montaje, añadiendo a las escenas de ficción videos reales tomados por teléfonos móviles que muestran la represión estatal de las protestas desatadas en septiembre de 2022 por la detención y posterior fallecimiento de la joven Mahsa Amini, de 22 años, por presunta violación de la ley iraní sobre el hiyab obligatorio al llevarlo «de forma inapropiada», mientras visitaba Teherán. Tras el anuncio de que la película había sido escogida para hacer parte de la competencia oficial del Festival de de Cannes, el elenco y el equipo que permanecían en Irán fueron interrogados por las autoridades, se les prohibió salir del país y se les conminó para convencer a Rasoulof de que retirara la película del festival.

El director Mohammad Rasoulof en Cannes, en sus manos las fotos de Soheila Golestani y Missagh Zareh.

El 24 de mayo de 2024 Mohammad Rasoulof asistió a la premiere de La semilla del fruto sagrado en Cannes. En la alfombra roja llevaba en sus manos las fotos de sus dos protagonistas, Soheila Golestani y Missagh Zareh, que no pudieron salir de Irán. Lo acompañaban su hija Baran, la actriz iraní  Golshifteh Farahani, que lleva una década exiliada en Francia, y las dos actrices jóvenes de la película, Mahsa Rostami y Setareh Maleki, que huyeron de Irán y ahora viven en Berlín. Tras la exhibición en el Teatro Lumière, La semilla del fruto sagrado tuvo una ovaciónde casi quince minutos y posteriormente iba a ganar el Premio especial del jurado, el premio de la FIPRESCI y el premio del jurado ecuménico en Cannes. El National Board of Review la escogió como la mejor película internacional de 2024.   

3. Todo empieza por casa

Es un milagro que La semilla del fruto sagrado exista, pero es un milagro aún mayor que sea un filme tan excepcionalmente brillante. Se trata de una historia domestica –ajustada, por supuesto, a la imposibilidad de rodar en exteriores- sobre un recién ascendido juez de investigación, Imán (Missagh Zareh), que vive con su esposa Najmeh (Soheila Golestani) y sus dos hijas Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki). La primera está empezando la universidad, la segunda está aún en el colegio. Una amiga de Rezvan, Sadaf (Niousha Akhshi), que vive lejos, se queda con ellas una noche a espaldas de su padre, que por la naturaleza de su trabajo gubernamental debe ser muy reservado también de puertas para adentro. Incluso tiene un arma de dotación en casa. Ese trabajo suyo lo confronta y lo estresa, pues debe cumplir unas órdenes que contradicen su propia moral en bien de los intereses estatales. Su debate interior es enorme, pero Imán es en esta parte del filme un personaje secundario. La verdadera acción está en casa.

La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024)

Mohammad Rasoulof  apuesta a que la revolución iraní será conducida por los jóvenes y más específicamente por las mujeres jóvenes. Aunque en la película no se menciona un motivo especifico, hay en las calles un ambiente de tensión y continuas protestas que Rezvan y Sana ven en sus teléfonos móviles y que ellas mismas atestiguan: clases canceladas, marchas, abusos policiales. Aunque Najmeh tiene prevenciones frente a Sadaf, nada puede hacer cuando la joven es violentamente golpeada y se refugia temporalmente en su casa. La mujer sabe que eso puede traerle problemas a su marido, pero pesa más la solidaridad con una joven que podría ser su propia hija. Hay en Najmeh la angustia de ver a su marido llegar a casa abrumado y de a la vez estar haciendo algo que podría perjudicarlo.

La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024)

Las jóvenes también sospechan de la actividad laboral de su padre, pero no se imaginan el grado de paranoia que Iman demuestra cuando el arma de dotación desaparece en casa. Ahí empieza otra película, una muestra absoluta de excelencia fílmica. Mohammad Rasoulof   va a enseñarnos lo que el aparato de inteligencia estatal iraní hace con los capturados sospechosos, el tipo de interrogatorio y tortura psicológica y física que les aplica cuando quiere que confiesen algo. No va para ello a recurrir a un preso cualquiera: va a hacer que Iman y uno de sus colegas apliquen esto en Najmeh y sus hijas, que no pueden creer que su propio marido y padre las someta a esas humillaciones y prácticamente las secuestre, preso él de una neurosis –la pérdida del arma podría llevarlo a la cárcel y acabar con su carrera- que lo hace desconfiar de sus propios seres amados y nublar por completo su razón. Si esto puede hacer con su mujer y sus hijas, ¿qué no hará con un sospechoso cualquiera?    

La semilla del fruto sagrado (Danaye anjir-e moabad, 2024)

La semilla del fruto sagrado es, como buena parte del cine iraní que escapa a la censura, una metáfora. Una que nos da cuenta de la deshumanización de unos funcionarios que están ciegos frente a un estado teócrata que no entiende de sensatez, razones, motivos y revoluciones que busquen la libertad. Un estado opresor que robotiza a los que le sirven y los convierte en autómatas, entes que sospechan de todos y capaces de lo inenarrable. Iman deja de ser esposo y padre para volverse una persona sin asomo de compasión. Ante eso ya poco o nada queda por hacer.

 ©Todos los textos de www.tiempodecine.co son de la autoría de Juan Carlos González A.

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